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Nunca había escuchado personalmente a alguien hablar acerca de su experiencia en un secuestro, así que no tenía ni idea de como sentirse.

Se supone que la gente en esas situaciones son presas del pánico, y sí era así ¿entonces por qué no tenía miedo? Estaba aburrido, pero no tenía miedo, o al menos no el suficiente como para vomitarse encima.

James miró una vez más el sótano y soltó un suspiro de cansancio. Su secuestrador de seguro era un amateur. Dean Winchester no era como lo decían los rumores.

—Aburrido —Se murmuró mientras veía la caja que dejó el chico de ojos verdes delante de él. Estaba vacía— Si no me muero del miedo, moriré de aburrimiento.

James se acostó en el suelo, y se acomodó lo máximo que pudo. Los grilletes fueron reemplazados después de comer, y ahora solamente estaba amarrado por los pies con las correas cubiertas de cuero que de igual forma se conectaban a las cadenas. Tenía sueño, tenía hambre, tenía flojera, y al mismo tiempo no quería hacer nada.

Tomó la caja vacía y la acomodó como una almohada para no despertar con dolor en la cabeza y el resto del cuerpo. Entonces, como no tenía nada que hacer, trató de recordar lo último que hizo antes de terminar en el sótano de un lunático.

***

— ¡Si te vas, no regreses! —James esquivó el jarrón que le lanzó su esposa enfurecida.

—Créeme que no tengo ganas de volver a poner un pie en esta casa —Volvió a esquivar otro objeto mientras acomodaba su ropa en la maleta— Y no vayas a creer que después de tu escena de psicosis te vas a quedar con Claire. ¡Ella se va conmigo!

Amelia Novak estaba muy cerca de perder el control. El matrimonio que en un principio parecía ser uno de los más estables y amorosos, ahora pasaba por unas de las crisis en donde amenazaba con destruir la bonita unión de la pareja; Jimmy, quien en ese entonces estaba haciendo todo lo posible para no salir herido, tenía la firme decisión de irse del lado de la peligrosa mujer y llevarse al fruto de su amor con él.

Era una total pena, después de todo, le había jurado amor eterno en un altar, y siempre se había vanagloriado de ser un firme cumplidor de sus promesas y juramentos.

— ¡No te atrevas a tocar a Claire! Ella no tiene la culpa de que nuestro matrimonio no funcione tan bien como pensábamos —James la miró seriamente. Era muy fácil decir semejante cosa cuando ella era la principal culpable— Te lo advierto Jimmy, si te llegas a llevar a mi hija, no habrá lugar en la tierra en donde puedas esconderte de mí.

—Hablaremos cuando estés cuerda —Esquivó a su esposa— Y vendré por mi hija. Adiós Amelia. Suerte con tu demencia.

La mujer gritó enfurecida mientras sus lágrimas de ira corrían por sus pómulos. Le dolía en el alma ver como la mujer que amaba sufría de esa manera, pero no podía ayudarla en la situación en donde estaba; así que para dejarla en paz, prefirió irse de la casa y dejarse llevar por una solución a largo plazo.

James suspiraba de impotencia. Acababa de lanzar a la basura los años más bonitos que había compartido con una persona. Pero fue inevitable caminar hasta alejarse de su casa y perder de vista el lugar en donde pasaban la mayoría de sus desgracias.

Recordaba haber llegado hasta una plaza con demasiadas personas. Se sentó en un banco y observó a la multitud, que con su manera calmada iban caminando de un lado a otro, con sus amigos y familia; mientras que James veía a los niños correr y reírse, pudo respirar tranquilamente por una vez en lo que iba de mes.

Por supuesto que no todos estaban alegres. Había un par de chicos que discutían calurosamente, casi como si de momento a otro fueran a terminar en puños; sin embargo, casi por obra del espíritu santo, se detuvieron y cada quien se fue por su lado.

—Al parecer no soy el único que tiene problemas. —Se dijo así mismo al ver que el chico más joven caminaba fastidiado a su dirección.

—Es un maldito hijo de puta cuando se lo propone. —James sonrió al escuchar semejantes palabras salir de la boca del muchacho. No se veía mayor de dieciocho años.

— ¿Mal día? —James le preguntó al chico en un tono amable. El otro se sorprendió y lo miró apenado, asintiendo con la cabeza— Es una mierda. Pero pasará.

—No lo creo. Acabo de descubrir que mi hermano hace cosas malas y yo lo estuve ayudando —El chico hizo una pausa— Me dijo que lo ayudara a una última "aventura", pero no pude negarme.

—Lo dices como si de verdad fuera algo grave —James miró al chico, y este hizo unos ojos de cachorro, como si se estuviera excusándose de algo— Digo, no es como si fueran a robar un banco o algo así.

—Esperaba que no fuera eso. Y bueno, al menos es algo sencillo. —El chico sonrió.

—¿Ah sí? ¿Y qué es lo que tienes que hacer?

—Secuestrarte.

Después de eso, lo último que escucho fue la risa de alguien a lo lejos mientras que todo su mundo se oscureció.

***

James suspiró. Había estado dos meses ahí metido según Dean, y lo más seguro es que su pequeña Claire estuviera con Amelia.

¿Qué fue lo que le habían dado como para haber dormido por tanto tiempo? Esperaba que no hubiera sido un sedante para caballos.

—Hola Castiel —James escuchó la voz de Dean y pegó un brinco. Bien, ya empezaba a sentirse en ambiente de secuestro— Veo que te has acostumbrado al sótano. ¿Verdad que es acogedor?

— ¿Quién era el chico con ojos de cachorro de la plaza? —Por primera vez los hermosos ojos verdes de Dean mostraron sorpresa— Supongo que lo conoces. Recuerdo que me había dicho que tenía que secuestrarme.

— ¿De qué hablas? —La sonrisa traicionera del ojiverde lo delataba. Estaba ocultando algo.

—Tú sabes de lo que estoy hablando —Sonrió amenazadoramente— Tú sabes quién es el chico de los ojos de cachorro.

— ¡Ahh si! Lo sé —Dean bajó las escaleras y se situó frente a James— Es Sammy, mi primer perro, y el chico a quien más quiero.

Fue consternante aquella afirmación del secuestrador. En especial cuando le había dado valor sentimental a la confesión. Tal vez James podría chantajear a Dean con ese chico, parece que era su punto bajo.

—Que curioso, cuando hablé con él, me había dicho que eras un hijo de puta —Dean arrugó el entrecejo— Y que hacías cosas malas.

—Sí. Hago cosas malas, aunque yo no diría que secuestrar y matar sea malo. Mucha gente lo hace y a ellos no le dicen nada —Dean se cruzó de brazos, notoriamente enojado— Si a ellos no les hacen amonestaciones, a mi tampoco.

— ¿Eres idiota? Por su puesto que les dicen algo. ¡Ellos van a prisión! ¡Porque es un maldito crimen lo que hacen! Hasta hay leyes que prohíben ese tipo de masacres en todo el país y el mundo entero —James se jaló los cabellos de la frustración— ¿Cómo es que no te ha agarrado la policía aún?

—Es una muy buena pregunta. Pero es más buena la respuesta —Dean se levantó y tomó una llave inglesa que estaba tirada en el suelo— Porque, son muy pocos los que tienen a alguien entre los polis.

—Esto es lo más hilarante que he escuchado en mi vida —James bufó— Pero ya nada me sorprende viniendo de ti.

— ¿Ah sí? —Dean rió antes de golpear a James en la cabeza con la llave inglesa— Que mal. No pensé que los trucos se me acabaran tan rápido.

Castiel terminó tendido en el suelo con una herida abierta en la frente. Hace mucho tiempo que aquél hombre no sangraba por la cabeza. Pero afortunadamente no fue un impacto tan fuerte. Dean sabía que sus golpes dolían, pero también sabía cómo noquear a una persona sin tener que matarla en el intento.

—Duerme bien Castiel. —Dean salió del sótano y apagó la luz.

Stockholm ||Destiel||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora