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Unos de los pasatiempos favoritos de Dean —a parte de secuestrar y matar personas— era hacer actividad física durante sus horas libres. Le servía de mucho en su vida cotidiana, más que todo para hacer trabajos forzados; como levantar cosas pesadas, transportar objetos de un lado a otro, someter a hombres más grandes que él. Y justamente en ese instante, se encontraba haciendo lo último con su reciente víctima.

Castiel estaba más que negado a dejar que lo desvirgaran por detrás, y lo demostraba haciendo resistencia entre el jovencito psicótico y él. Dean, por otro lado, estaba más que convencido que al derrumbar al macho-men iba a obtener algún tipo de premio.

Porque claro, qué mejor premio que acostarte con un hombre presuntamente heterosexual, al cual tienes secuestrado en el sótano y que lo tratas como un animal; definitivamente, a Dean no le se ocurría un premio mejor que ese.

— ¡Apártate de mi! —Castiel empujaba a Dean. Pero no sabía como es que ese niñito podía contra él. Bueno, si lo sabía, pero ese no era el caso— ¡Que alguien me ayude por favor!

±Yo te puedo ayudar —le susurró a Castiel muy cerca de su boca. ¡Oh Dios! Si tan sólo pudiera besar sus labios— Y créeme que cuando lo haga, rogarás por más.

"¿Más qué?" se repetía mentalmente Castiel. Lo único por lo que iba a rogar más sería por su libertad, y por las hamburguesas de la tienda de la esquina; esas malditas estaban divinas.

Dean logró derribar a Castiel, gracias a que aún el suelo seguía mojado y no había fricción que pudiera evitar la caída. El ojiazul cayó de espalda al suelo, por supuesto que le dolió, pero no tuvo la oportunidad de quejarse; ¿y cómo la iba a tener? si cuando cayó, Dean se acomodó entre sus piernas y le sostuvo fuertemente los brazos. ¿Realmente Castiel iba a perder su preciada virginidad anal?

—Te va a doler si te resistes —Dean aspiró el cuello de Castiel, dejándole una lamida— Un desgarre es algo que de seguro no querrás experimentar.

—Y créeme que sentirte dentro de mi es otra cosa que tampoco quiero experimentar. —Dean se restregó contra Castiel, arremetiendo contra su trasero.

Un jadeo se ahogó en la garganta de Castiel. Él no quería eso, definitivamente no; pero, entonces ¿por qué hacía esos sonidos y cuerpo se sentía tan raro? Y no podía negarlo, porque era la misma sensación que tuvo cuando tuvo sexo por primera vez con Amelia; sólo que esta vez era incrementado al doble, con mucha más sensibilidad, y quizás, solo quizás, más lujuria.

¿Estaba mal querer muy en el fondo que sucediera lo inevitable?

—Dean no. Por favor. No hagas esto.

— ¿Cómo me pides que no te tome? Sería un pecado dejar todo a medias —tomó el rostro de Castiel en su mano. Le sonrió antes de besarlo.

Un gemido por parte ambos se ahogó en sus labios. Castiel no pudo negarse más a sus instintos calientes y rodeó a Dean con sus piernas. No importaba si iba a ser el pasivo, si con eso podía calmar la pulsación de su miembro dentro de sus pantalones. Dean besaba bien, la manera en como sus labios acariciaban los suyos, haciendo un masaje placentero junto a sonidos que le daban tirones a su entrepierna; pero no se comparó en nada cuando sus lenguas se tocaron, causándole un estallido de placer a ambos. Se conectaron de manera que nunca pensaron hacerlo, explorando la boca del otro como si fueran lugares de los cuales nunca quisieran irse.

Dean bajó las manos por el cuerpo de Castiel, metiéndose por la ropa recién puesta y tocando la piel que tenía al alcance. Estaba cálida, y fresca al mismo tiempo; suave pero firme. Era perfecta, como el hombre que la cargaba.

Las caricias que le estaban dando Dean a su cuerpo le estaban haciendo estragos, sus piernas se sentían flácidas, pero se agarraban a la cintura del ojiverde como si fueran cadenas. Pronto tuvieron que separarse por la falta de aire, dejando jadeos al aire, respirando el aliento del otro; se miraron a los ojos y retomaron su intensa sesión de besos, con Castiel pasándole los brazos a Dean por detrás del cuello y el ojiverde tomando firmemente sus caderas, como si con eso fuera a impedir que se marchara.

—Te dije que ibas a rogar por más. —Dean habló entre besos.

—Cállate y bésame. —Castiel devoró la boca de Dean al mismo tiempo que friccionaba su trasero con la entrepierna dura del rubio.

Un gemido ronco se escapó de la boca de Dean cuando sintió un largo tirón en el bulto que tenía; cortesía de Castiel. Así que arremetió contra el hombre debajo de él, simulando embestidas, sacándole gemidos entrecortados.

Si le hubieran dicho a Castiel que esta sería su mejor experiencia sexual, jamás se lo hubiera creído. Pero había algo en Dean que le causaba duda; y no era exactamente la manera en como lo estaba tratando en ese justo momento. Era más bien sus acciones de siempre; se mostraba como un tipo sin sentimientos ajenos a la ironía y las incesantes ganas de hacerle maldades. Pero ahora estaba ahí, besándolo con pasión, como si fuera la primera vez en estar con alguien de su agrado; tratándolo con gentileza, y hasta le propiciaba caricias.

¿Realmente era malo ese tipo? Castiel no lo sabía. Alguien que te haga sentir eso con de esa manera, no puede ser malo. O al menos no lo suficiente.

Castiel estaba fantaseando con un final feliz, mientras que Dean trataba de escabullirse entre los pantalones del hombre. Sus manos desabrocharon el botón del jean, dejándolo más suelto y liberando la ligera presión que se ejercía en el bulto del ojiazul; pasó su mano por encima, tocándolo apenas con una tenue caricia, la cual hizo que Castiel gimiera en la boca de Dean.

— ¿Quieres que te folle? ¿lo quieres? —Dean cesó los besos, y miró los oscurecidos ojos de Castiel. La saliva mezclada bajaba por su boca, sus mejillas estaban sonrojadas y todo él se veía hecho un desastre.

Castiel asintió. Tratando de comunicarse por medio de palabras, y fallando en el intento.

— ¿Duro? ¿Muy duro? —Dean metió las manos dentro del pantalón de Castiel, bajándolo y tocando sus piernas.

Como se moría de ganas de volver a ser apretado por esas piernas alrededor de su cintura.

—Sí... Sí quiero —Castiel gimió cuando Dean le beso por el vientre— Fóllame duro Dean.

Dean se deleitaba con los gemidos necesitados de Castiel. Y por eso se confió, lo cual fue su error. Dean no tomó en cuenta que Castiel fue tomando fuerza, sentándose lentamente mientras que sus manos se iban al torso aún vestido del ojiverde.

Dean se inclinó para besar a Castiel, pasando los brazos detrás de su cuello y tomando su cabello. Lo que no sabía el señorito Winchester, era que el hombre al cual estaba besando, era realmente una persona con tendencia a los fetiches de la dominación, en donde él claramente era todo un señor domador; si bien Dean le gustaba el sexo raro con fuerza, quizás nunca había experimentado ser el pasivo.

Castiel fue pasando las manos poco a poco por la espalda del chico, bajando lentamente y tocando esas zonas para aprenderselas de memoria; a pesar de tener de por medio una camisa de franela, no fue impedimento para disfrutar las sensaciones. O así fue hasta que llegó a sus caderas y deslizarse hasta el redondo trasero del hombre; lo apretó entre sus manos y le sacó un sonoro gemido a su supuesto dominante.

— ¿Cas? —Dean lo miró sonrojado y con una expresión de duda. Castiel le sonrió.

Se levantó en sus rodillas, quedando unos centímetros más altos que Dean y pegando sus cuerpos cada vez más. La fricción entre sus duros miembros enviaba corrientes eléctricas por todo el cuerpo de ambos, y los gemidos que soltaban los dos no ayudaba a ninguno; Castiel dejó un rastro de besos desde el mentón hasta el cuello, y mientras que Dean se encargaba de pegarlo más a su cuerpo, el ojiazul lo inclinaba lentamente hasta dejarlo en el suelo.

—Espero que realmente no pensaras que me iba a dejar coger tan fácil de tí. —le susurró con una ronca voz al oído de Dean.

Castiel tomó las manos de Dean y las situó sobre su cabeza. Quería amarralo en las muñecas y sacarle sonidos dolorosos, le gustaría bastante ver las marcas después en su piel, para besarlas y excitarse. Pero se conformaría con sostenerla con su mano.

—Ahora estás en mi territorio, y aquí mando yo. —le siguió susurrando.

Dean estaba a pocos segundos de experimentar unas de las experiencias que lo volverían adicto. Una experiencia que sería más fuerte que su primer asesinato.

Y todo gracias a Castiel.

Stockholm ||Destiel||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora