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—Bienvenido señor Winchester. El señor John está por aquí.

Dean le sonrió a la hermosa enfermera; sin su encanto habitual solamente era un simple mortal.

No sentía ni el menor de los remordimientos al visitar a su padre; era casi un pasatiempo hacer sufrir a las personas desde que tenía diez años. Así que, qué mejor, que molestar a su padre.

Tampoco es que no quisiera a su progenitor, porque lo quería —aún si eso significaba que lo hacía de una manera muy retorcida y extraña— y eso lo alentaba a seguir molestándolo; y ahí estaba ahora, delante de la habitación de su papá, con una hermosa sonrisa en la cara y las ganas infernales de complicarle la existencia de una forma más extrema de la que tenía ahora.

—Pero le digo algo, joven —Dean miró a la enfermera disimulando sus malvadas ganas— El señor Winchester ha estado algo... Reservado. Así que no se exalte si no suelta palabra alguna durante su visita. —Dean asintió.  

¿Qué John estaba callado? ¡Jaja! Si tan solo esa hermosura vestida de celeste supiera que Dean haría hablar hasta a un mudo.

—No se preocupe, señorita. Mi padre y yo tenemos una gran particularidad, de que podemos expresarnos sin siquiera utilizar las palabras.

La señorita sintió su rostro calentarse y asintió. Entonces dejó solo al carismático asesino con una de sus primeras víctimas.

***

— ¡Hola, papá! ¿Me extrañaste? —Dean entró gritando con toda la emoción que podía tener en sus pulmones— Porque yo a ti sí. ¡A puesto a que no tienes ni la menor idea de lo muy triste que me siento sin tu presencia!

John, como si fuera una estatua, se quedó en su misma posición mirando a través de la ventana de la habitación. No había mucho que mirar, solamente estaban los árboles apretujados unos con otros, bloqueando la vista a un hermoso lago en donde más de uno quisiera zambullirse hasta ahogarse; pero eso nadie lo sabía, excepto claro, los que ya se habían ahogado en sus aguas no tan profundas.

Dean sonrió al ver como su papá no le hablaba. La última vez habían tenido una acalorada discusión, en donde John le había prohibido la entrada a su vida; y Dean, como si el recuerdo hubiera sido el más feliz, sonrió como un niño pequeño que tenía el juguete más bonito.

— ¿Qué miras? Dudo que ese vidrio refleje los momentos más bonitos de tu vida, porque por como lo ves, esperas que te solucione la vida... O quizás te adelante la muerte.

Antes, mucho antes, Dean respetaba a su padre como si éste fuera una especie de Dios. No le levantaba la voz, le seguía las instrucciones al pie de la letra, hacía lo que el decía cuando lo decía; hasta se ofrecía como su sirviente personal. Pero después se dio cuenta de que se había vendido sin precio, y se rebeló contra el hombre que le daba de comer —o eso cree él, porque en realidad, eso estaba muy alejado de lo que sucedió realmente.

— ¿Sabes? Mamá estaba conmigo hoy, igual que Sammy. Fuimos a dejar al chico a la estaciones de buses, tenía que regresar a la universidad —Dean hizo un gesto con las manos y tomó asiento— Y bueno, no hubo mucho tiempo de despedirme de él. Pero no me creerás; el chico ya no es tan chico. Es un hombre ahora.

John seguía sin responder.

—También hay algo de lo que quiero hablarte... Bueno, alguien —Dean sonrió como colegiala— Pero no te vayas a reír, o a reaccionar. 

Dean tomó aire dramáticamente. A veces podía ser un gran actor cuando se lo proponía.

—Conocí a alguien... Y lo secuestré en mi sótano. ¡Te juro que fue amor a primera vista! —Dijo mientras reía un poco— Oh bueno, no tan así. Pero es cierto que lo tengo en el sótano; es un chico muy lindo... Un hombre, está más cerca de los treinta que de los veinte.

  « Papá, tiene los ojos azules, y son realmente hermosos. Su cabello es tan negruzco como la noche, y ya metí mi mano en ellos; ¡son tan suaves como la seda! Tiene unos labios rosados, bellísimos y cuando sonríe es tan... ¡Y que te digo! Su voz me enloquece, porque es gruesa e intimidante; hace que me sienta débil. Además, no es un idiota como los que había secuestrado antes; con él puedo reír (o me puedo reír de él) con libertad. Ha intentado escapar una sola vez, y hasta nos besamos; papá, te lo digo en serio... He conseguido a mi compañero de por vida»

John, casi que por arte de magia, volteó y miró a Dean. Su mirada no dijo mucho, solamente se podía ver como sus ojos se transformaban en un turbulento océano; John estaba a tres segundo de levantarse y romperle el cuello a Dean con la camisa que tenía puesta.

— ¡Ah! Casi lo olvido —Dean se levantó y se sacó de la chaqueta un par de llaves— Tu hermosa baby está sana y salva conmigo.

John se permitió una pequeña sonrisa, casi inexistente. Su hijo estaba enfermo, muy cercano a la psicosis, pero al menos había cuidado al auto.

***

Dean y John habían pasado cerca de una hora en la habitación sin matarse. Era un logro excepcional, más que todo porque el primogénito hacía cualquier cosas con tal de sacar de sus casillas al padre; pero el hombre apenas si reaccionaba a los irritantes estímulos. En cierta parte, Dean se sentía realmente orgulloso de haber rebajado a John a eso; era una especie de venganza por todos esos años en donde no había conseguido una mascota.

¿Pero que culpa tenía John de que su hijo fuera inestable desde pequeño? Tal vez Dean no se acordaba de su tierna infancia; pero John podía recordar las reacciones de su hijo cuando este pasaba mucho tiempo con un animalito.

Primer fue un gato —animal al cual Dean era alérgico—, ese pobre felino hizo estornudar al chico durante unos treinta minutos hasta que Dean se hartó y lo pateó; el gato sufrió una fractura en sus costillas y murió de una hemorragia a los días, Dean tenía unos tres años. Después de eso, llegaron los peces; Dean los sacaba de la pecera y los freía en la sartén para dárselo de comer a Sam, así que John dejó de comprar peces.

Fueron muchos animales los que pasaron por la mano de Dean, de los cuales unos pocos sobrevivieron; solamente los perros eran los que se podían defender del pequeño monstruo que eran Dean, y por más extraños que sonara, eso le gustaba. John junto a Mary, decidieron que no iban a tener mascotas en su casa por el bien de los animales; y Dean no le importaba, porque él no quería mascotas que no fueran un perro.

—Papá —Dean interrumpió la línea de pensamientos de John— Olvidé decírtelo, pero sospecho que Sammy tiene novia —John miró a su hijo— Cuando estuvo en mi habitación, él se quitó la camisa y pude ver una marca en su clavícula... Grr, nuestro chico es todo un semental.

John sonrió.

—Es grato saber que al menos uno de ustedes pudo salir del hueco de la homosexualidad. —susurró John, tan bajito, que casi ni se escuchó.

Dean le hizo una mueca muy cercana a una sonrisa.

—Ay, querido papá. Ninguno de los tres está metido en el hueco de la homosexualidad —Dean se acercó a John y lo sostuvo por la espalda— Sam está explorando su heterosexualidad flexible, yo soy bisexual y Adam... Él, bueno... Él de seguro habría sido asexual.

Adam. El hermano menor de Sam y Dean. Casi nadie hablaba de él. Hasta John había olvidado que tenía un tercer hijo. Pero Dean no podía olvidar a ese chico jamás en la vida, no después de lo que pasaron juntos.

—Bueno, yo ya me quiero ir. No es que no disfrute de tu compañía, pero entre verte la cara y dormir... Prefiero mucho mi cama —Dean le palmeó los hombros a John amistosamente— Hasta luego papá. Nos veremos cuando me acuerde de tu existencia.

Dean salió por la puerta y dejó solo a John. El hombre suspiró con tranquilidad y se levantó de la silla. Estiró su cuerpo para luego acostarse en la cama y dormir.

Otra noche vivo. Otra noche llena de desgracia.

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¿Creen que algo malo le pasó al menor de los hermanos Winchester?

Stockholm ||Destiel||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora