8

1.4K 202 175
                                    

Desde que la puerta de la habitación se cerró, Sam había pensado muy bien lo mucho que quería su vida.

Y es que no era para menos. Dean no era la viva imagen de la bondad y carisma en la tierra; él no se iba a sentar a charlar con Sam acerca de sus diferencias y de cómo hallar una solución sana por medio del diálogo para resolverlas, ni mucho menos iba a darle la razón a Sam acerca de la decisión que tomó. No, Dean iba a confrontarlo, de una forma u otra iba a hacerlo, y por más que se negara, no iba a salir ganando.

Colocó una silla —en donde estaba sentado anteriormente— contra la puerta, trabando la manilla, de manera que no se pudiera abrir por fuera. Sam comenzó a alterarse, y su mirada se dividía entre la silla en la puerta y la cara de su hermano.

—Ahora que nadie podrá molestarnos. Dime —Se apoyó en la pared más cercana— ¿Por qué bajaste al sótano?

—Te diré lo mismo que te dije hace menos de cinco minutos: No tengo por qué darte explicaciones de lo que hago —Dijo muy enojado— Ahora déjame salir.

— ¿Lo viste? —Sam lo miró confundido— Por Dios... ¿Qué si viste al hombre que está allá abajo?

—... Sí — Dean se tomó el puente de la nariz. Estaba realmente molesto.

—Sam. Eres mi hermano. Probablemente la única persona a la que de verdad he llegado a querer. Pero si vuelves a meterte en mis asuntos, te aseguro que no te quedaran ganas de volver a desobedecerme.

— ¿Me estás amenazando? ¿Tú me amenazas a mi? —Sam rió irónicamente— Ya no soy un niño Dean. Y no te tengo miedo. ¿Y qué podrías hacerme? ¿Me vas a secuestrar?

Dean rió pausadamente. Se fue acercando hasta Sam, y éste a su vez le retrocedía a su hermano mayor. No le gustaba tanta cercanía.

—Hay muchos métodos de detener a las personas, y si la violencia no funciona en tí —Dean acorraló a su hermano contra la pared— Sé muchos otros que te harán mantenerte al margen.

Sam comenzó a respirar pesadamente, la cercanía de su hermano mayor le estaba causando una arritmia. El chico de ojos verdes sabía que no le era indiferente a su hermanito; en más de una vez lo había pillado mirándolo de manera lacsiva, pero no le dijo nada. Ahora, era su momento de aprovecharse de lo que le causaba a su hermano.

— ¿Qué coño haces? —Sam comenzó a enrojecerse. Dean atrapó las manos de Sam entre las suyas y les dio tenues caricias.

— Lo que tú quieres que yo te haga —Le susurró en el oído mientras bajaba por su cuello. Sam se alteró de sobremanera al sentir las respiraciones de su hermano en ese lugar— Dime Sammy ¿quieres que siga? ¿quieres que te haga sentir bien?

Sam era un jovencito de apenas dieciocho, estaba saliendo de la adolescencia para convertirse en un adulto. Pero desgraciadamente, lo hormonal aún no lo abandonaba, así que resistirse a sus impulsos era más difícil que evitar responderle mal a Gabriel cada vez que se metía con él.

Las manos de Dean fueron bajando por los costados de su hermano, tocando suavemente su cuerpo sobre la camisa de franela que cargaba; las descargas eléctricas que sentía se iban peligrosamente hasta abajo, en donde se alzaba su hombría. Sam no pudo evitar soltar un gemido afeminado cuando Dean metió las manos dentro de la ropa y comenzó a acariciarle el vientre.

Las respiraciones se hacían cada vez más pesadas, el aire se hacía más denso y muy difícil de tragar. Sam comenzaba a calentarse como un horno, y Dean sonreía en su interior al saber que podía manipular a su parecer al calenturiento de su hermano; ¡y que fácil había sido! Sólo tenía que saber en donde tocarlo, y el chico se deshacía entre gemidos, jadeos y sumisión.

Stockholm ||Destiel||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora