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Castiel se recuperaba de su cuarta corrida.

Abrió los ojos mientras jadeaba en busca de aire. Sonrió y tanteó el espacio a su lado; no se sorprendió al sentir que Dean no estaba ahí. De seguro el muy desgraciado se había ido mientras que Castiel seguía en su inconsciente orgasmica.

Agarró aire y se sentó. Estaba sudado, y eso quede había bañado para quitarse la sensación pegajosa que tenía en su piel; un movimiento contraproducente.

Movió sus extremidades. Fue un grata sorpresa ver que no estaba atado al suelo, y que por lo menos se pudo parar; tomó la toalla que aún seguía a su lado, y se secó el sudor del cuerpo. La pasó por sus brazos y la espalda, y el ardor que lo recibió hizo que sonriera con suficiencia.

Dean se había agarrado a él con sus uñas como si fuera un gato, mientras gritaba y gemía, suplicando por más. Aún podía sentir su piel quemarse en las partes con las que se había encontrado con la piel de Dean; y ese pensamiento calenturiento le dibujó una sonrisa en la cara.

Siempre se había vanagloriado de su basta experiencia sexual, de ser un gran conocedor en ese ámbito; pero que ignorante había sido, porque nunca en su vida había experimentado la estrechez de un hombre, y lo grata que era. Tampoco había explorado la cantidad de gemidos que podía soltar una persona, y que mientras más graves era, más duro se ponía; definitivamente, su bisexualidad le vino como anillo al dedo, porque si el resto de los hombres eran como Dean al momento de tener relaciones, definitivamente había caído en el lugar adecuado.

Con una sonrisa de tonto se sentó en el suelo después de haberse vestido.

Pero aún así, no sería un iluso al creer que podría irse nada más con eso. ¿Qué tenía que hacer para escapar? Pues, esa era su tarea por ahora, averiguar una manera de como salir de ahí.

***

— ¿Y no te tienes que ir? Digo, me gusta tenerte por aquí y todo el rollo; pero también está la universidad, y tu flamante carrera como abogado. —Sam miró a su hermano con la ensalada en la boca. ¿Cómo se le ocurría decir esas cosas cuando comía?

Era cierto que Sam había hecho lo posible para alargar su estadía en la que una vez fue su casa y hogar; pero fue muy obvio, y Dean ahora se había dado cuenta.

—Bueno... Sí —Dean lo miró confundido— Tienes razón, tengo que irme. Pero es que no veía a mamá desde hace tiempo... No te veía a ti. Y vivo rodeado de idiotas; así que quería por lo menos regresar a casa y descansar —terminó de comer su ensalada— Así que esta misma noche me iré.

Dean colocó los ojos en blanco.

—No te estoy corriendo, Sammy. Sólo hacía una observación; y pensaba abiertamente sobre tu futuro —Dean hizo una mueca al sentarse; como que le dolía la cadera— Pero la casa es tan tuya como nuestra, así que puedes venir aquí y quedarte cuanto tiempo quieras.

Sam lo miró raro. Su hermano era todo un macho, y raramente se quejaba o mostraba su dolor, así que ver como arrugaba el rostro y se tomaba la cintura para sentarse no le dio buena espina; ¿algo malo le había pasado a Dean?

— ¿Te duele algo? Pareciera que te hubieras caído por unas escaleras —Sam tomó agua para pasar el monte que comía— ¿Necesitas ir a un traumatólogo? Tengo un amigo en la universidad que estudia medicina, y te podría ayudar sin necesidad de pagarle.

Dean palideció:—No te preocupes. No es nada; es solo que estuve haciendo... Cosas _Dean sonrió ante el recuerdo que compartía con Castiel— No tiene importancia alguna.

— ¿Seguro? —Sam siguió desconfiado.

—Seguro. Ahora —añadió— Háblame acerca de tu carrera. Mamá sueña con que seas un buen abogado y salves a la gente de un destino cruel.

Sam sonrió y se enrojeció levemente.

—Y quién sabe. Hasta puede que te contrate para que me salves... Ya sabes, en caso de que me descubran y todo eso —Sam borró su sonrisa— Porque si hay algo que no quiero, es ir a prisión de por vida como un simple criminal. Digamos que... Eso no está en mis planes. —Dean le sonrió a su hermano.

Si había algo que Sam no le había dicho a su hermano —a parte de que se había conseguido una novia para aliviar el despecho de no poder estar con Denn—, era que unas de las razones por las cuales estaba estudiando para ser abogado, era precisamente para detenerlo en lo que hace. Y probablemente nunca le iba a decir ese pequeño detalle; era mejor que se quedara sepultado bajo tierra.

—Lo mejor para prevenir una larga estadía en la cárcel, es no hacer crímenes. ¿No crees?

—Creo que comer tanto monte te está haciendo daño, Sammy —Dean sonrió mientras se inclinaba en el respaldo de la silla y soltaba un jadeo— Pero, ¿de qué sirve la vida sin diversión? Es como ir a un parque y no montarse en las atracciones. Absurdo.

— ¿Y si el parque es natural? Ya sabes, llenos de pasto y árboles, con lagos, espacios libres... Con naturaleza.

—Tú eres absurdo Sammy —Dean soltó una risa mientras que Sam volteaba los ojos. Tal vez, no se arrepentiría de meter a su hermano a la cárcel— Ahora, sólo quiero dormir. Y si vas a desobedecerme otra vez; llévale agua a Castiel. Estoy más que seguro que tiene mucha sed.

Dean se levantó —no sin antes hacer la mueca de desagrado al dolor de su cadera—, y se retiró a su habitación para dormir. Sam colocó los ojos en blanco; no quería echarle leña al fuego, pero sabía que las muecas que hacía Dean tenían que ver con el sujeto de abajo en el sótano.

¿Sam quería realmente enterarse de lo que había hecho su hermano con el hombre de allá abajo?

***

— ¿Qué estás haciendo?

Sam bajó al sótano con una botella de agua entre las manos. Su curiosidad había vencido contra la cordura que guardaba en el interior. Lo que nunca se esperó, es que ese hombre, al que había visto hace unos días estuviera limpio y caminando por el sótano; Castiel inmediatamente se congeló en su sitio.

¿Qué que estaba haciendo? Pues, estaba explorando el sótano en busca de una salida. Pero lo que había encontrado eran cajas y cajas, algunas podridas por la sangre y otras en buen estado; algunas de cartón y otras de plástico. Contenían partes que le harían vomitar cosas que ni siquiera había comido; pero estaba tan distraído por la serenidad de su cuerpo que ni se inmutó al ver los miembros esparcidos por ahí, como si fueran una carnicería humana.

—Pues...

¿Qué le iba a decir Castiel? ¿Nada?

—Nada...

Sam frunció el ceño. Se supone que Dean encadenaba a sus víctimas al suelo; y ellas se retorcían en su tragedia de vida. ¿Por qué ese tipo estaba libre entonces? ¿Acaso Dean lo había liberado a propósito?

— ¿Qué haces liberado? —Sam caminó lentamente hasta bajar las escaleras y buscar con la mirada las cadenas; no había ni una sola.

¡Maldito Dean! ¡¿Qué mierda estaba haciendo?!

Castiel rió. Esa voz de niño no era la de Dean; y si no era Dean, eso limitaba las probabilidades a que fuera... Sammy.

—Pregúntale al tipo que me tiene aquí atrapado —Castiel siguió caminando en busca de una salida del sótano— Supongo que él le tendrá respuestas a su Sammy.

— ¿Él te habló de mi? —Aunque quería negarlo, Sam se sentía demasiado feliz de escuchar eso. Ninguno de los otros sabía de su existencia. Dean no hablaba de su familia con las víctimas.

—... Sí. Me dijo que tú fuiste su primer perro —Castiel se volteó y encaró a Sam. Era increíble, que después de todo el tiempo que llevaba en el sótano, aún recordara a Sam y sus hermosos ojos de cachorro abandonado— Pero lo más curioso es que te recuerdo. Tú fuiste el niño que vi en el parque. ¿Así que eres hermano de Dean?

Sam retrocedió... ¿A dónde había ido toda la valentía que reunió en el último minuto?

Stockholm ||Destiel||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora