Capítulo 26: Promesas

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Canción del capítulo: White Flag - Dido

"Te digo adiós, y acaso, con esta despedida, mi más hermoso sueño muere dentro de mí

Pero te digo adiós pues aunque el amor nos une, nos separa la vida"

José Ángel Buesa

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PPOV

– Peeta... ¿Qué rayos fue eso? – dijo Annie mientras corría detrás mío.

– Se acabó Annie, intenté...luché...peleé por conseguir su perdón, pero todo fue demasiado tarde. La herida es tan grande que yo...– hice una pausa para voltear y mirar a Annie – ¡Que ni siquiera yo que rompí su corazón soy capaz de curarlo! – respondí intentando contener un grito de rabia y desesperación que luchaba por salir de mi garganta.

– Entonces ¿Eso es todo? ¿Se acabó así? ¿No vas a pelear por Kat? ¿Te vas a dejar vencer de esta manera? – apresurando el pasó logró plantarse frente a mí con su ceño fruncido y sus brazos cruzados sobre su pecho.

– La partida se acabó Ann. Nos vamos a casa – comencé a caminar de nuevo ignorando a mi hermana. Una extraña sensación hizo que quisiera voltear y ver por última vez a mi pequeña, pero me obligué a seguir caminando. La despedida había sido suficientemente devastadora para mí como para querer ahondar aún más en el dolor.

– Peeta, por favor – suplicó Annie quién nuevamente me siguió.

– ¿Te puedo pedir un último favor? ¿Puedes conducir hasta Portland? Me siento muy cansado para hacerlo – ella se detuvo junto a mí. Le regalé una leve sonrisa mientras le extendía las llaves del auto. Su mirada era triste y sus ojos estaban llenos de lágrimas – Al menos lo intentaste Ann, no has roto la promesa del abuelo.

– Pero tú si la has roto Peeta – me dijo mientras me abrazaba y mojaba mi camisa con sus lágrimas. Yo acaricié sus cabellos intentando consolarla – Prometiste no rendirte, ser tenaz y no dejarte vencer. Y lo has hecho...te has rendido – En ese momento tomé su rostro y sequé sus mejillas.

– Ann, yo amo demasiado a Kat y a mi hija. Y lo único que hago es hacerles daño una y otra vez. Es mejor que ella sea feliz, y si Marvel es su felicidad ese entonces será el precio que deberé pagar por mi estupidez – La abracé nuevamente al escuchar sus sollozos. – Será mejor que nos vayamos Ann, no queda nada por hacer aquí. Gracias por ayudarme a intentarlo – dejé un beso en su cabeza y me alejé para ingresar al auto.

Annie entró pocos segundos después de mí y encendió el auto. Guiada por el pequeño aparatito de GPS encontró rápidamente la salida de Astoria. Con cierta nostalgia vi pasar los árboles, uno tras otro eran los testigos que allí en medio de sus espesos boscajes dejaba mi vida, mi alma entera, mi Kat.

¿Cómo haría para sobrevivir sin ella? Me pregunté... Si antes tenía la esperanza de que ella volviera a mí, ahora tenía la certeza que eso jamás pasaría. ¿Cómo lograría vivir sin el amor de mi alma? ¿Cómo era capaz de hacerlo el hombre que había nacido para amarla con todo su ser? ¿Cómo me obligaba a abrir los ojos cada mañana, a comer o a respirar si ella no estaba junto a mí? ¿Cómo acostumbraría a mi piel a no sentir su calor? ¿A mis ojos a no ver sus hermosos pozos grises? ¿A mi olfato a no asociarla cada vez que perciba el olor de fresias? ¿Cómo acostumbraría a mi corazón a no reclamarla?

¡Era imposible!

¡No podía vivir sin ella...!

¡No quería hacerlo!

¡Pero muy a mi pesar debía intentarlo!

Apoyé la frente en la ventana del auto y dejé mi mirada vagar por un rato. Un sopor muy fuerte me sobrevino, supongo debido al cansancio. Cerré un momento los ojos y mi mente recreó el momento exacto en que, estando de rodillas frente a su vientre, sentí a mi hija por primera vez. Sonreí al recordar la hermosa sensación que eso me produjo, a pesar de ser un ligero movimiento allí estaba mi princesa saludando a papá. Un pedacito perfecto de Kat Everdeen y Peeta Mellark descansando en la pancita de la mujer que amaría hasta el último día de mi vida.

Twisted Plans (EVERLARK) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora