La Caja, La Espada y La Armadura

Solo un nombre

El cosmos cual llama incandescente del reloj de los zodiacos se había extinguido en la Casa de Tauro.  

A diferencia de la casa de Aries, en la casa de Ox de Tauro reinaba una atmósfera lúgubre que no representaba en nada la personalidad del santo.

No había señales de la serpientes, pero tampoco sentían el cosmos de Ox.

 En su interior, dos grandes murciélagos miraban el cuerpo inerte del santo atravesado por las lanzas de hielo de loto blanco de Suikyo, pero fue dejado a segundo plano cuando un tercer murciélago se puso de rodillas ante un cuarto que permanecía de pie mirándolo.    

— No, hermano. No me puedes pedir esto. 

La voz de Oneiros se quebró al ver a Morfeo arrodillado ante el cediéndole el revolver. 

—  Hubiera esperado que me golpearas  o que trataras de increparme delante de todos. No quiero que te arrodilles. No quiero tu arma.

  Ikelos y Phantasos veían solo una parte  de la verdadera intención de Morfeo.

Desde el punto de vista de Morfeo no solo lo estaba aceptando como líder indiscutido sino que también le entregaba el arma con la cual podría hacer la diferencia contra Ikki de Fénix. 

Porque la revelación menos difusa era la de Morfeo.

Tarde o temprano se encontraría con el santo de Fénix.

  — ¿ Y entonces que es lo que quieres, Oneiros ? ¿ Te pusiste a pensarlo ?  

  — Yo...   — empezó Oneiros, pero después se callo. 

  — ¿ Por que dejaste a Phantasos atrás cuando podría haber muerto ?  

  — ¡ Ella no iba a morir !  No hay comparación entre ella y aquel santo dorado. Solo la estaba probando.  

  — ¿ Probando ? ¿ Ella tiene que probarte algo ?  

  — O más bien me estaba mirando a mi mismo para ver que podría hacer en una situación así.  

  — Sigue.

  Oneiros estuvo a punto de contarle a su hermano la frustración de lo que sucedió en la dimensión, pero en cambio empezó a recordar la eterna monotonía de su vida y se abrio a su hermano. 

A diferencia de sus hermanos, Oneiros se encontraba en todo momento en el mundo de los sueños.

Ya sea que Phantasos viviera despreocupada en el Olimpo, o que  Morfeo se encontrara de paso en el mundo humano acompañado de la pitonisa para dar consejo a héroes y reyes  e Ikeros hiciera una vida  sedentaria, tomando como residencia los bosques tenebrosos, alimentándose del miedo de los mortales y midiendo su fuerza imparable con otros, los tres eran libres de ir adonde quisieran. 

Oneiros, por su parte, no tenía esa libertad. Por esa razón a veces tenía cortocircuitos con sus hermanos ya que ellos no veían el otro lado de la moneda.

El era el último eslabón de los Oneiros.

El es solo un nombre, es el todo.

Si Oneiros llegara a morir todo estaría perdido. No habría manera de recuperar las almas de sus hermanos y llevarlas a otro contenedor.

Tal responsabilidad lo obliga a permanecer en la dimensión de los sueños hasta el momento que sea llamado por sus hermanos cuando el enemigo sea superior.

Por tal motivo el más arrogante era Oneiros debido al entorno en donde se encontraba.

En soledad, Oneiros se sentía superior a los demás. 

Era imprescindible para sus hermanos.   

Si ellos llegaran a morir siempre contaban con que Oneiros podría recurrir a la fusión y salvarlos. 

Lo necesitaban, y el a ellos de una manera bastante peculiar.

Sin ellos no era nada. Solo un nombre.

Pero ahora ya no contaba con ese don divino.

Ahora podía gozar de la libertad que tanto soñó, pero tanto siglos en la misma posición había terminado por acostumbrarse a la monotonía.

 Por esa razón, cuando Thanatos  hablo enfrente de todos de la debilidad de cada uno obviando a Oneiros este ardió de furia, dándole la razón al shinigami que el era el punto mas vulnerable de los Oniros.

Pero lo que la rutina sello producto de los siglos, la dimensión lo hizo pedazos en menos de 24 hs.

Era necesario llevarlos a ese límite según pensaba Thanatos, quebrarlos y hacer lo que la mayoría de los dioses no hacen : comprender a los hombres.

Los dioses tienen sentimientos, aunque a menudo son dominados por ellos. Siendo el orgullo el peor de los pecados.

Solo Athena comprende a los hombres por la razón de haber nacido en un cuerpo humano, desconociendo su poder de diosa hasta mucho más adelante.

Conoce las desilusiones, la alegría, la vanidad, el sacrificio por sobre todas las cosas.

Siglos en que los dioses abusaban del más débil y eran orgullosos hasta el hartazgo.

Mas está decir que en las guerras de Hades, los espectros ( a pesar de ser 108 ) siempre fueron devorados por el orgullo y otros tantos pecados. Nunca usaban todo su poder y tenían plena confianza que nunca necesitaron entrenar y ni siquiera poner en estado los sapuris

En todo ese tiempo el mecanismo nunca cambio. Los dioses gemelos subestimaban a los santos. Pero al hacerlo, el orgullo los cegaba todavía más y esperaban la próxima guerra santa para regresar.

Un círculo vicioso.

Hasta que Thanatos analizó la situación con cuidado, los hijos de Hypnos no eran tomados en cuenta y aunque sus contenedores tenían edades relativamente jóvenes cumplían trabajos menores, siendo el cuidado de los sueños.

No era su obligación participar en la guerra santa. Ellos conocían la tierra a través de los sueños de los mortales y el orgullo estaba germinando de a poco en sus corazones.

Todavía no era el momento, pero las décadas pasaban y el orgullo empezaba a salir como una pequeña flor, haciendo que Phantasos, Oneiros, Ikelos y Morfeo se vieran afectados por los pecados de hombres y dioses.

Necesitaban renacer, no importaba el precio.

— A todos nos cambio la dimensión  — término Oneiros rememorando el pasado y el futuro — . Levántate, hermano.

Oneiros busca la otra mano de Morfeo, ayudándolo a levantarse y abrazándolo, siendo testigos de la recomposición del escuadrón de asalto.  

— No tiene porque haber un líder. Nada tiene porque cambiar nuestra misión primordial : ¡ Tenemos que recuperar los colores del The Lost Canvas a como dé lugar ! — grita Oneiros.