—Buenas noches, señoritas — abro los ojos de inmediato.
Al parecer nos quedamos dormidas. Me incorporo, veo que Sam y Nat, están a nuestro lado, no me di cuenta en qué momento entraron. Frunzo el ceño, incorporándome. Miro el lugar en el que estoy, recordando todo lo qué pasó.
—¿Kian está bien? — dejo escapar esas preguntas antes de que ella diga algo.
—Ya fui a mirarlo, está sanando por su propia cuenta... pero está un poco débil — explica Sam.
—Okay — miro a la niña que está acostada plácidamente con su cabeza en mi en mi regazo.— ¿Katara? — miro para ver si esta despierta.
—Mmm — al parecer no lo está.
—Kat, vamos a tu casa, para que duermas y puedas descansar mejor — eso la sobresalta y se endereza de un salto.
—No — su respiración está agitada, como si estuviera corriendo.— Mi hermano, ¿cómo está mi hermano?
—Él está bien, calmante — Nat se le acerca y la abraza pero ella cierra los ojos con fuerza apartándose con brusquedad.
—Lo siento, es que tuve una pesadilla muy horrible... y — sus sollozos no la dejan hablar.
—Tienes que ir a tu casa, ¿si? — le vuelvo a proponer, acercándome, para abrazarla.
—Si — susurra pegándose a mi pecho.
—Yo la llevo, sé dónde queda — Sam se ofrece.
Asiento, sentándome de nuevo en el sofá, junto a Nat. Ellas salen del establecimiento, mientras yo recuesto mi cabeza en el hombro de la azabache. Pasan los minutos y no paro de pensar en Kian, en cómo mi voz no pasaba más allá de mis pensamientos, en lo lento que se incrustó el arma en sus costillas, en cómo maté a ese cazador. Paloma sale de nuevo de la habitación, quitándose los guantes y metiéndolos en el bolsillo de su sudadera.
—¿Puedo verlo? — inquiero, rogando a que diga que sí.
—Claro — murmura la chica.
Me levanto, sintiendo el corazón a mil por hora, caminando lento donde está el chico que robo mi corazón. Abro la puerta despacio, viendo que está con cosas en la herida, las cobijas le llegan hasta la cintura y sus ojos están cerrados. Termino de entrar a la habitación y ahí está, papeles invertidos, ahora yo lo visito a él.
—Hola, Kian — saludo sin saber si me responderá.— Quiero decirte que... que eres fuerte —me acerco a la camilla.— También quiero decirte que estos han sido los seis malditos meses más increíbles de mi vida, y lo mejor de todo, es que tú estás en esos seis malditos meses — sonrío débilmente, un sollozo se me escapa y un nudo en la garganta no me deja pasar saliva.— Te amo, te amo tanto... no sé porqué estoy dando este discurso como si te fueras a ir de mi vida — beso su frente.— Dame una señal de que escuchas, cachorro bonito, dime que estás bien, eso me bastará — entierro mi cabeza en su cuello, sintiendo su respiración tenue, sus latidos están débiles. Cierro los ojos sintiendo un poco de paz. Me aparto, limpiando mis lágrimas y miro su herida. Se nota que es profunda, está morada, verde casi negro. Aprieto los labios, vuelvo a colocar la venda que tenia ahí y lo abrazo.—Te amo — susurro en su frente, para salir de la habitación. Me encuentro con todas al salir. Ellas se me quedan mirando, ya Sam está acá. Me miran dándome consuelo, camino muy lento, la primera en dejar de mirarme es Paloma. No quiero ni entrar en sus mentes para saber que están pensando.—Me siento débil — tomo la iniciativa para hablar.— Desaliento, como si tuviera la enfermedad mas grande del mundo, mi... mis ojos me pesan.
—Estás débil por Kian, cuando tu Kuriti o Kofu está muriendo, tú también — habla Sam.— Es algo que nadie puede explicar, el libro solo dice cosas por encima sobre ese tema. Pero tú estás muriendo por dentro también, Zoey.
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¿Qué pasaría si...?
Lupi mannariDos amigas alocadas, con un sueño en sus mentes, graduarse, terminar la preparatoria. Son las hijas de los empresarios más ricos de los estados unidos. Alice y Zoey. Inseparables. Pero sus vidas les dará un giro inesperado al conocer secretos, y do...