La única ventana que había en el departamento dejaba filtrar los radiantes rayos del sol de finales de Agosto. Una campanilla fuurin con un diminuto cuervo colgaba junto a dicha ventana, tintineando suavemente ante la suave brisa que se colaba hacia el interior del hogar; en el alféizar descansaba una pequeña maceta con lavandas que se extendían hacia la luz solar que añoraban, regalando su agradable aroma generosamente. Y a través del cristal se apreciaba el amanecer de un día cálido y despejado en Tokio.
El departamento era pequeño pero cómodo. La reducida cocina, atestada de todo lo necesario y aún así ordenada, se mezclaba con el diminuto comedor, cuya mesa con dos sillas se ubicaba junto a la única ventana de la vivienda. Dos pasos más y uno se tropezaba con el minúsculo living, que se resumía a dos puf apretujados en el suelo de tatami, frente al televisor de pared. Media vuelta a la derecha y se chocaba con la puerta corrediza que daba al único dormitorio, con el espacio suficiente para desplegar dos futones. Y allí, enredados entre unas sábanas ligeras por el calor, dormían Daichi y Koushi.
La alarma del celular de Suga sonaría en treinta minutos más, sin embargo, el chico ya se hallaba despierto. Contemplaba con plácido embeleso el semblante dormido de Daichi, quien todavía estaba sumido en un sueño profundo y respiraba de forma acompasada. La habitación estaba casi a oscuras, pues no poseía más iluminación que la luz artificial de la lámpara cuando la encendían. No obstante, cada noche antes de dormir dejaban la puerta corrediza abierta, para que los rayos del sol mañanero alcanzaran parte del dormitorio. Así se filtraban dorados haz de luces entre los que se vislumbraban motas de polvo suspendidas en el aire, haciendo retroceder la penumbra y permitiendo que Koushi disfrutara de su escenario matutino.
Más de un mes había pasado desde que él y Daichi por fin comenzaron a vivir juntos, en aquel pequeño apartamento que sus amigos les habían ayudado a conseguir, a buen precio y a pocas cuadras del departamento de los chicos. A los dos muchachos el trabajo les quedaba un poco retirado de la zona, pero el valor del lugar era lo bastante bajo y era lo único que se podían permitir de momento, ambos recién empezando sus carreras profesionales. Sin embargo, aunque fuese diminuto y retirado, en un pequeño y antiguo edificio a medio restaurar donde habían innumerables goteras y la mitad del tiempo se cortaba el agua caliente, aquel lugar era su pequeño paraíso personal para dos.
Embebido en su estado contemplativo y de forma casi inconsciente, Suga extendió una mano para acariciar suavemente el cabello de Daichi. Le gustaba mimarlo mientras dormía, era su pequeño placer personal. A veces, mientras lo observaba descansar tranquilo y murmurar cosas entre dormido, Koushi pensaba que parecía tan lejano aquel día, casi siete años atrás, en que se habían conocido en el ingreso a la preparatoria y luego reencontrado en las prácticas de volleyball. No hubo un flechazo a primera vista entre ellos, no. Y, si bien fue Suga el primero en desarrollar sentimientos románticos por Daichi, estos no surgieron instantáneamente. Fue algo que se estuvo gestando de a poco, a fuego lento y a su propio tiempo, como las mejores comidas, aliñado por un montón de momentos compartidos; momentos de risas y tristezas durante los entrenamientos, momentos de sonrisas cómplices y entendimiento tácito entre clases, de esfuerzo aunado y apoyo uno al otro. Un buen día Koushi no pudo seguir ocultando que aquello que sentía excedía el compañerismo y la amistad y, contra todos sus más fúnebres pronósticos, su torpe enamoramiento fue correspondido. Casi siete años más tarde, con distancias, crecimientos y desencuentros de por medio, aquel incipiente amor adolescente había brotado y madurado. No obstante, habían veces en que Suga aún se preguntaba si aquello no era más que un sueño demasiado bueno para ser cierto, una realidad alternativa con la que su mente lo engañaba para no afrontar una verdad demasiado incómoda de digerir.
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El Club de los 5 - Haikyuu!!
Fiksi PenggemarLos chicos de tercero dejan atrás la preparatoria y entran a la vida universitaria. Oikawa se muda a Tokio sin Iwaizumi, tras haberse declarado torpemente y sin saber la respuesta. Allí descubre que sus nuevos y ruidosos vecinos son Kuroo y Bokuto...