Capítulo 4.- Rafael

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Al despertar me di cuenta que ya era de noche, que manera de desperdiciar toda una tarde durmiendo. Me moría de hambre, era lógico no había almorzado nada. Dejé la foto de mi madre sobre mi cama y me acerqué a la ventana para ver si alguien del servicio estaba por ahí, pero no había nadie. Me metí directamente al baño para darme una ducha. Mientras me quitaba la ropa y me metía a la tina trataba de acordarme del sueño que tuve, fue uno muy raro, pero no me acordaba de nada, solo me acordaba de que fue muy raro. Veía imágenes borrosas y cosas así. Mientras me enjabonaba sentí el raspón que tenía en la cara y me acordé de lo tonto que fui al hacérmelo, solo para esconderme de Luck. Me preguntaba si mañana tendría que maquillármelo para que no se notara, aunque no lo creí muy necesario ya que hoy nadie hizo ni un comentario al respecto.

Al pasar media hora y darme cuenta que mis manos ya estaban lo suficientemente arrugadas, decidí terminar el baño untándome un aloe. Siempre he sido de esas personas que les gusta cuidarse la piel. Mi primo Marcos siempre me decía que eso era mu gay, pero como yo lo era, nunca vi eso como un impedimento. Terminé de secarme y empecé a buscar ropa que ponerme, en una situación normal me hubiera puesto mi ropa para dormir, pero como hace una hora que me acababa de levantar no creí necesario hacerlo esta vez. Así que solo escogí unos jeans anchos y una camiseta suelta, eso era lo más parecido a un pijama que tenía sin serlo.

Después de unos minutos me volví a acordar que tenía hambre. Mi estómago empezó a rugir con tal fuerza que era imposible de soportar. Así que me acerqué a la ventana nuevamente para ver si había alguien del servicio. No había nadie a la vista. Excepto una sombra de un hombre al costado de la piscina. Era el chofer, me costó unos segundos acordarme su nombre, pero lo hice. Rafael estaba ahí. Me preguntaba que hacía afuera solo. Cuando se volteó me di cuenta de lo que hacía, estaba fumando. No pude evitar lanzar una sonrisa al acordarme del susto que le di en la tarde, se me pasó un segundo por la cabeza el volverlo a hacer, pero después de pensarlo bien desistí de la idea.

Salí de mi habitación rumbo a la cocina con la meta de comer todo lo que encontrara en la alacena, con el hambre que tenía lo más probable es que lo hubiera cumplido. Bajé las escaleras con mucho cuidado de no hacer ruido para no despertar a ni un empleado, la verdad, no sabía que hora era exactamente, pero me imaginaba que sería muy tarde. Al llegar a la cocina me olvidé de no hacer sonidos bruscos y fuí corriendo a comer. Debo admitir que estaba algo perdido en ese lugar. No sabía dónde estaban las cosas, no podía encontrar nada de comida. Abría todos los cajones, pero solo había manteles y cubiertos.

Necesita algo – preguntó Rafael quien había entrado a la casa por los ruidos.

Solo buscaba algo de comida – respondí algo avergonzado – Perdón no quería despertar a nadie.

-No me despertó – eso ya lo sabía –No se preocupe. ¿Qué desea de comer?

- Solo algo que me llene – no quería que él me hiciera nada, a decir verdad la idea no me molestaba, pero tenía vergüenza de que me descubriera husmeando en la cocina a estas horas – Gracias.

-Que hace despierto a estas horas joven-

-Podrías tutearme - repliqué – El que me trates de usted hace que me sienta demasiado viejo y no lo soy. Creo que soy casi de tu edad.

- No lo creo – contestó él con una linda sonrisa – Yo tengo 22.

-Bueno solo son seis años – dije muy seguro de lo que hablaba – Además dentro de dos meses cumplo diecisiete.

Él solo sonrió

-Aquí tiene – hizo mueca de disgusto al darse cuenta de su error - Perdón, aquí tienes.

MPO - ReeditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora