❛White Night❜ 🠔 {YoonJin}ܟ

13. ❛Le couple heureux qui se reconnaît dans l'amour❜

Yoongi y mi madre se habían ido. Seguía con el teléfono en mano, pensando acerca de si debía irme y pasar rato con los dos alfas más desagradables de mi vida, o llamar a quien solía ser mi pareja hace sólo un par de semanas atrás.

La idea de Min no era absolutamente tonta. Sabía que la opinión de mi madre era importante para Namjoon, importara o no nuestra situación actual. Joonie estaba igual o más nervioso que yo, lo sabía; Jungkook lo demostró al decirme de antemano. Ahora, ¿era correcto llamarlo? ¿Decirle que fingiera? ¿Como si yo estuviera desesperado y no me importara nuestra ruptura? No era justo de ninguna forma... Además, si se llegaba a encontrar con Yoongi lo mataría ahí mismo.

Por otro lado, quería que estuviera sólo Yoongi. Quería que mi madre viera la mejor parte de esa bestia. No entendía por qué, pero así lo quería.

Entre mueca, salí para ir a buscarlos.

Namjoon podía esperar para otra ocasión.

—Mamá —saludé entre murmullos, observando con sorpresa la sonrisa que traía. Una sonrisa muy falsa a mi gusto. Inspeccioné a Yoongi, que no lucía mejor. Suspiré, preguntándome por qué esto me asombraba de todas formas.

—Hijo, por fin vuelves —y tosió con fingida aprehensión—. No pensé que tu compañero sería tan encantador —se giró hacia el susodicho.

—No tenía idea de que tu madre era tan fascinante a comparación de ti, Seokjin —replicó por su parte, Yoongi. Hice un gesto de resignación, irritado. No tenía idea de quién era peor, si mi madre por decir estas inmadureces o el rubio por seguírselas. De repente lo vi sacar una bolsa, entregándomela mientras rascaba su nuca con incomodidad. La recibí, confuso, mi corazón palpitando más rápido de lo que pensé.

—¿Te gustan los monstruos negros, no? —sabía que hacía referencia a Kumamon. Quise negar ante eso pero mis gestos fueron en contra de mis pensamientos— Es tuyo, toma.

—Wow —fue lo único que pude contestar, observando que efectivamente era un Kumamon. Distinto del que le regalé, pero uno al fin y al cabo. Lo apreté entre mis dedos, repentinamente emocionado por su muestra de amabilidad—, no era necesario... —susurré, inspeccionándolo con una sonrisa de oreja a oreja. Sólo quería ser modesto, el mono me lo quedaba sí o sí.