Epílogo

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Celeste

Febrero de 2001

Hace algunos años jamás me iba a imaginar encontrarme donde estoy ahora. Fue difícil llegar hasta aquí, tuve que enfrentar grandes adversidades, pero lo logré y aquí estoy donde siempre soñé estar. Dando un pequeño vistazo al pasado, no puedo olvidar a todas las personas que me ayudaron a salir adelante y que ya no están aquí, como mis papás, mi hermana y el señor bibliotecario, mi ángel de la guardia; pero a pesar de todo siempre los voy a llevar en mi corazón.

Por otro lado, el presente que vivo es la plena felicidad, amo a mi esposo Jack y estoy muy orgullosa de ver que se ha convertido en unos de los escritores más influyentes y mejor pagados de la actualidad, aunque claro, todo eso gracias a nuestro primer gran libro que cuenta la historia del Maligno. Yo también logré cumplir mis metas profesionales y de estudio, terminé mi carrera de psicología y ahora estoy estudiando un doctorado donde investigo la influencia que tienen las experiencias del pasado de una persona en el comportamiento de esta, aun así, no he dejado la escritura atrás y he publicado muchos libros sobre psicología. Pero todos estos logros quedan atrás cuando veo a lo que más me enorgullece en esta vida, mis hermosos hijos: Joel, el mayor quien está a punto de cumplir siete años y Luna, la menor quien muy pronto llegará a sus seis años de vida. Ambos son mi felicidad y los seres que más amo junto con mi esposo.

Hoy es el cumpleaños de mi amiga Chelsie y hemos organizado una fiesta sorpresa para agradecerle toda su ayuda. Es por eso que en este momento estoy cocinando la comida que vamos a servir en la fiesta.

— ¿Luna, puedes alcanzarme la salsa que está en la mesa?— Le pido de favor a mi hija.

— Claro mamá— Responde con su dulce e inocente voz mientras trae consigo el bote de salsa. — Aquí tienes— Dice mientras me lo entrega.

Por un momento la niña queda un poco desconcertada y permanece unos segundos con la mirada pérdida.

— ¿Pasa algo hija?— Digo algo preocupada.

— Qué bonita fue tu boda con mi papá— Responde.

— ¿Por qué lo dices?

— La acabo de ver, me gustan mucho las flores que escogieron, son de mis colores favoritos.

— ¿Acaso estuviste viendo fotos de la boda?

— Claro que no mamá. Pude ver tu boda cuando te toqué.

— ¿De qué hablas?

— Siempre me sucede cuando toco a las personas. Por ejemplo, aquel día estaba jugando con mis compañeros en la escuela y la maestra hizo que hiciéramos un círculo y que nos agarráramos de las manos entre todos, entonces cuando toqué a mi amigo Juan, pude ver como sus papás habían discutido la noche pasada, tal como lo hacen tú y papá a veces.

Mi cerebro no haya cómo procesar la información. « ¿Acaso mi hija tiene el mismo don que yo? »

— Luna— Hablo con tono serio a la niña— No debes de contarle esto a nadie, no puedes decírselo a otra persona que no sea yo, ni siquiera a tu papá. Lo que tienes que hacer si se vuelven a repetir sucesos como los que me cuentas es decirme a mí ¿entiendes?

— Si mamá. ¿Puedo ir a jugar con la tía Chelsie?

— Claro. Pero no le digas a ninguna persona sobre esta conversación.

Luna se va, pero la preocupación que hay en mí se queda. 

PretéritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora