Un Plan Desastroso ©

Capítulo 22. Momentos de debilidad.

Narra Morgan

—Morgan, ¿Debo volver a recordarte que eres una paranoica?

Suspiré con pesar y me eché en la cama. Odiaba cuando alguien me contradecía sabiendo que la equivocada en la situación no era yo.

—No soy paranoica, Zoe ¿Es que acaso no lo ves? ¿Por qué crees que no quiere hablarme?

—Yo qué sé, Morgan, tendrá sus razones.

—¡Pero soy su maldita novia, joder! Me hace sacar malditas conclusiones que no me dejan en paz.

—Amiga, que seas novia de él no significa que tengas su vida en tus manos.

—¿Qué estás tratando de decirme? ¡Sólo estoy preocupada!

—¡Y lo entiendo, maldición! ¡Tranquilízate un poco si es que no quieres tener problemas conmigo también!

—Gracias, eh.

—Morgan... —oí el suspiro pesado a través de la otra línea e imité su acción. Quizás yo también me había excedido un poco de tono. —Es su vida, cariño, no puedes meterte en ella y ya.

—Sólo estoy preocupada...

—¿De qué?

—Tú ya sabes.

—No, de hecho no.

Contuve el aire cuando no supe qué responderle exactamente. Había llamado a mi mejor amiga en Los Angeles intentando encontrar alguna respuesta que no logré encontrar en mí pero lo único que obtuve fue más confusión con las preguntas que me planteaba. Estaba preocupada por Chase, y sabía el porqué. Sin embargo, ¿Era sólo esa razón?

—Apareció su ex novia... —me interrumpió.

—Ahora entiendo.

—No, de hecho no lo haces. No me interesa que ella haya aparecido otra vez en nuestras vidas, sino las cosas que dijo.

—Dime.

—Chase se metió de nuevo en toda esa mierda. —solté rápidamente —O bueno, eso es lo que ella dijo pero...

—Pero no debes confiarte de lo que esa zorra dice, cariño.

—Eso es lo que temo, Zoe. ¿Qué pasa si confío en Chase pero está mintiendo?

—Sabes, no conozco mucho a ese chico pero sabes que está loco por tí. ¿En serio se arriesgaría a perderte?

—No lo sé... Ya no sé ni qué mierda pensar.

—No la pienses demasiado y sólo cuéntale lo que sucede.

¿Era seguro poder decile eso? Quizás yo en verdad estaba siendo paranoica y él podría ofenderse de aquellas acusaciones. Y no quería eso, obviamente.

—No... No lo sé. —me frustré. Ahora sólo hablemos de otra cosa, por favor. Hace mucho no llamabas.

—¡Pero si yo no lo hago tú tampoco!