Capítulo 33. Papá.

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Capítulo corto

Narra Mason

No podía creerlo. En serio que estaba sorprendido de lo tan mierda que podía llegar a ser la gente. Quizás ustedes estén pensando que aquí el idiota soy yo por no sentir compasión de un imbécil que pretende culpar a su novia de sus demonios.

Él era el puto demonio en todo esto.

Tenía tanta rabia dentro de mí que juro que estuve a punto de salir tras él y golpearlo pero, seamos realistas, era más que obvio que él me golpearía de vuelta y con el doble de fuerza.

Y Morgan.

Ella estaba tan convencida de que todo era por su culpa y eso me asustaba. Tenía miedo a lo que podía pasar después. Ella se enfocaría al cien en Chase y se alejaría de mí. Era algo tan obvio teniendo en cuenta que el hijo de puta me odiaba.

Si pudo chantajearla a ese punto eso sería pan comido para él.

Aunque quise quedarme por más tiempo con ella debía irme lo antes posible. Matthew podría llegar en cualquier momento y no podíamos dejar que todo se vaya a la mierda así que sólo me fui. Esta vez con el perrito en mano. Y aunque Morgan insistió en que me lo llevara y me fuera de su casa me costó. Inventé excusas con que quizás necesitaría del perro y su compañía pero ella en verdad quería estar sola. No dije más nada y me fui de allí con la sangre hirviendo.

Ese día, antes de llegar a casa fui y me apunté en un gimnasio. See, ya sé lo que dirán. Mason tiene ganas de golpear a alguien pero primero quiere estrenarse. Ja ja, no.

Simplemente necesitaba hacer alguna mierda que ayudara a despejar mi cabeza. Y créanme, funcionó de algún modo.

Otra cosa que comenzaba a preocuparme eran mis padres. Nuestro plan para mantenerlos separados había funcionado al final, pero las cosas no estaban yendo como creí que lo harían. Se suponía que mis padres volverían a estar juntos, justo como antes pero... ¿Qué está pasando?

Mi padre sí había cambiado, eso era más que evidente. ¿Pero y mamá? Ahora sólo la veía cuando llegaba de su trabajo y ni siquiera cenaba. No estaban bien las cosas, para nada bien.

Pasaron un par de días en los que me enfrasqué en el instituto y en terminar de una buena vez la secundaria. De vez en cuándo intercambiaba un par de mensajes con los chicos, con Morgan más que nada. Y aunque no podía verla y nuestro único tema de conversación era Chase, me conformaba de algún modo. No era suficiente, sin embargo.

Un día estaba en mi habitación con el perro -sin nombre- en mi cama mientras veía un partido de fútbol americano de mi equipo favorito cuando alguien abrió la puerta sin golpear.

—¡Oye! ¿Cuál es...? —por un momento había pensado que se trataba de mi madre o mi padre pero me sorprendí al ver a Meghan en el umbral con expresión seria.

—Hola, hola. —movió su mano en un saludo y como si todo lo que pasó las últimas semanas no había sucedido se tiró al otro lado de la cama, como si nada.

—¿Qué..? Oye, no quiero sonar borde pero ¿Qué estás haciendo aquí?

Me miró confundida.

—¿Vine a ver qué hacías? Hace mucho no pasaba por aquí. Oye... algo huele mal aquí. ¿Te duchaste hoy?

—Ja ja. ¿Estás segura que no eres tú?

Me golpeó con la almohada y se levantó para observar el suelo.

—Creo que fue tu mascota que, por cierto, ¿Qué le diste de comer? —y era cierto, el perro había bajado de la cama en algún momento cuando Meghan entró y pudo haber dejado su mierda otra vez en mi suelo. —Qué asco.

Un Plan Desastroso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora