4 de junio
- Debes ser el último chico que no lo ha leído aún -señaló el dependiente pasando el código de Harry Potter y la piedra filosofal.
Con una sonrisa al sesgo, casi burlona el dependiente había llamado la atención de ese chico nervioso que jugueteaba con sus pies y que llevaba en sus manos su iPhone con sus cascos liados mirando a todas partes. Sus ojos pardos eran grandes, su mirada perdida y casi ausente que cuando logró entender que le hablaba a él, su expresión cambió: sus ojos se hicieron pequeños y su sonrisa enorme soltó una risa nerviosa llena de aire por su gran osadía. Pero, había conseguido olvidar su ansiedad de ver su móvil muerto y el lidiar con el silencio de su alrededor y... con comentarios como ese que no sabía cómo responder.
El dependiente no era muy mayor, tal vez tres o cuatro años más que él. Lo miró por un momento. Estaba sonriendo, enfundado en un polo rojo y pantalón vaquero negro. Era alto y moreno, con un bronceado leve en las mejillas.
- La curiosidad me pudo - respondió minimizando el asunto viendo los libros que estaban cerca de la registradora. La verdad es que estaba algo cansado de leer contratos con tecnicismos complejos que había aprendido por las noches, que algo más actual le parecía más que adecuado. Vestía un pantalón de lana negro a juego con un abrigo de ajuste perfecto en tartán verde y amarillo y camisa blanca, su pelo rubio quebrado no parecía peinado; ondas salvajes giraban para todas partes. Su rostro tenía cierta redondez, sus mejillas eran altas y redondas, lo que lo hacía ver muy infantil, un chiquillo queriendo pasar por adulto.
Un chiquillo bastante risueño, tal vez un poco alto para un chico que estaba por cumplir los veinte años.
-Ya. Pero supongo que te habrás visto las películas - aceptando el billete como pago.
-La verdad es que me dormí en mitad de la primera -confesó sin mucha pretensión ni idea de cómo iba a reaccionar aquel chico.
-¡Sangre sucia! - exclamó, dejando con la boca abierta a Evan. El dependiente lo miró, por un momento pensó que había exagerado pero luego, escuchó una risa que ir creciendo poco a poco por parte del rubio -. Pero estoy seguro que pronto te veré comprando tu varita... -entregándole el libro en una bolsa de papel marrón.
Evan lo miró, era valiente. No cualquiera decía esas cosas en público. Y eso lo sabía bien él. En su mente resonaban canciones todo el tiempo, por lo siempre tenía alguna frase de canción para decir, en su mayoría de Auryn, pero que se guardaba porque creía que era infantil seguir oyéndolos a pesar de que llevaban un año separados. Pero el moreno frente a él no tuvo problema con decir un diálogo del libro... o la película, Evan no estaba seguro, no todavía.
-Eso me agradaría... - acercándose a ver la chapa en su polo -, Bruno - recibiendo el suelto -. Gracias.
-No las merece, un placer.
Evan le sonrió. Por uno momento se preguntó sí también conocía o había leído Divergente o Los Juegos del Hambre y se la pasaba gritando: "¡soy divergente y no puedo ser controlado!" O: "sí nosotros ardemos usted arderá con nosotros...", pero dejó estar el asunto y se marchó.
Diez minutos después, Bruno, tras despedir a otro cliente, levantó la mirada de la registradora y miró que aquel chico seguía en la tienda. Recorriendo con cierta desidia por electrónica y música, sin duda sabía cómo pasear el palmito. Se fue acercando poco a poco, tal vez así lo vería y le sonreiría... pero Evan era de esos chicos que fácilmente se perdían en sí mismos y sus pensamientos, que tuvo que acercarse a él y preguntarle:
-¿Buscas algo en concreto? -cerca de su espalda para llamar su atención y así sacarlo de nuevo de sus pensamientos, que eran vanos intentos de recordar una canción completa, causándole ansiedad. La música lo hacía pensar mejor.
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El Último Chico
RomanceEl amor no ocurre sí no se puede culpar al destino; si no puede ser como en los cuentos de hadas. Tampoco ocurre al compararlo con la realidad, que está sobrevalorada, como lo hacía Evan. Que no se creía que las miradas que cruzas con alguien en cu...