Despertaba varias veces por la noche, con la respiración alterada, sudando y con un fuerte dolor de cabeza que comenzaba a desesperarse por no poder superarlo. Despertaba por la misma razón: soñaba con Bruno, con el día que lo confrontaría, que se intentaba explicar que no había sido su culpa, que lo había besado de la nada, que había sido una trampa...
-¡Eso ya lo sé! -gritó por quinta ocasión en medio de la oscuridad. Estaba ya ronco. Ya lo sabía. Estaba agotado. Recuperaba poco a poco su respiración y su sudoración le hacía pasar frío.
¿Por qué seguía cometiendo errores al querer demasiado? Le quería, porque él lo arropaba y lo protegía... todas su sonrisas, secretos... todos eran de él y lo odiaba. ¿Qué quedaba de todo ese tiempo juntos para él? Un chico que todavía le quería, roto, cansado y sin más ganas de nada.
Volvió a abrir los ojos. Las sombras se habían ido, el frío había desaparecido y todo por el sol y un nuevo día que entraba por la ventana. Despertó abrazado a su almohada, llena de olor a aloe vera y ansiedad, su ansiedad y el áloe vera del acondicionador que usaba Bruno.
-¡Cierra eso! -ordenó. Juan Luis se apresuró a hacerlo del susto, pero Tom entró.
-No -volviéndola a abrir -. Tienes que ponerte de pie. Hemos traído el desayuno -dándole una palmada fuerte en el trasero para espabilarlo.
-¿Por qué no te vas a hacer puñetas? -gruñó su rubio amigo dando vueltas en la cama. Lo odiaba.
-No -insistió el pelirrojo - ahora te vas a enterar lo que es que entren en tu piso y no tengan piedad de ti. Venga. Arriba.
Había recuperado un poco de color y junto con los días de sueño volvió su apetito. Juan Luis se había preocupado y había ido a buscarlo esa misma mañana y se encontró en las escaleras con ese chico de aspecto a quién le preguntó su sabía en que piso vivía Evan. Ambos llevaban el desayuno. Lo pusieron sobre la mesa y comieron en silencio. Mirando de soslayo a su amigo que intentaba darle a las migas pero sólo podía darle a la cabeza.
-Venga, dilo de una puta vez -viendo las miradas cómplices entre esos dos nuevos amigos, a Juan Luis, su palidez se notaba aún más a contraluz.
-Pues no son buenas noticias -dejando la cuchara de lado.
-Esas son las que no te puedes quedar, ¿cierto?
-Parece que no -dijo en tono de burla Tom mirando a Juan Luis.
-Hice un par de llamadas, a todos, y...
-¿El punto? -demandó saber de inmediato. Odiaba los rodeos.
-El punto es que te quiere -concluyó rubio. La verdad es que su amigo moreno estaba casi igual de destrozado que Evan que concluía lo mismo que el rubio: no hablarse por ahora.
-Y que no es su culpa y que hará todo lo posible para desmentirlo, pero hasta después de la sesión de fotos... Ah y que me quiere y que lo perdone -dijo recordado la de veces que había oído eso. Cuando su padre no podía ir a por el al internado, o cuando se encontró con que su hermano Benedict lo había dejado plantado para ir al soccer por irse de novio. O las tantas veces que lo había hecho Tom.
-Eso último no ha dicho -aclaró Juan Luis.
-Pues que mejor -mintió Evan. Era mucho peor. No lo sentía y a saber sí le quería y lo había hecho a posta...
-Es que no sé por qué no le hablas... -insinuó Juan Luis, a lo que Tom le respondió con una mirada de enfado.
-¿Qué harías tú sí encontraras a la persona que amas besando a otra? ¿Te pondrías lógico y charlarías con él? -preguntó Evan.
-Pues sí lo pones así...
-¡Pues es así maldita sea! ¡No puedes pedirme que lo vea y no me vuelva loco y le grite y le diga un par de cosas!
-Pero... -inició Tom, quién a comparación de su amigo sí podía encararlo para preguntarle: -. He visto que has perdonado peores errores y en menos tiempo...
-¡Lo amo! -gritó -Lo amo, como un loco, como... Un lobo... - dejó caer la cuchara -, como el hombre que no soy...
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El Último Chico
RomanceEl amor no ocurre sí no se puede culpar al destino; si no puede ser como en los cuentos de hadas. Tampoco ocurre al compararlo con la realidad, que está sobrevalorada, como lo hacía Evan. Que no se creía que las miradas que cruzas con alguien en cu...