El chico de los tatuajes

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Dos semanas después

Quince. Quince habían sido los tatuajes que había contado en el brazo del chico que le ayudaba a Evan bajar de la minivan en la que había llegado; alto, demasiado delgado y su rostro tenía un tono cetrino, sus brazos pálidos tenían músculos y una melena rojiza liada en una coleta baja. Por un momento Bruno se sintió incómodo; contemplaba las miradas que se dedicaban, las risas que compartían.... tal vez eran novios.

Sonaba lógico, porque esa mini van había llegado detrás de un camión de mudanzas que estaba aparcando a pocos metros de donde vivía Bruno —que volvía con la compra principalmente cerveza y algunos vegetales— era la misma de la otra noche. No hacia los grandes platos, pero en secreto ocultaba bajo el fregadero revistas de cocina fácil y saber cocinar y de vez en vez se miraba Master Chef. Pensó en seguir su camino pero la curiosidad pudo con él y sus pies no se movían, quería ver a ese chico, así que se plantó ahí hasta que escuchó un grito emocionado.

- ¡Bruno! - cruzando la calle con las manos metidas en los bolsillos de su Parka azul marino. El moreno levantó la mano en señal de saludo y acomodó su bolsa marrón en su brazo para acercarse.

-Hey... - dijo de manera escueta.

-Hey - le imitó. -Tenía la esperanza de encontrarte por aquí - confesó su pensamiento más íntimo de los últimos días. Sí creyera en ella, diría que era la casualidad o en el peor de los casos, el destino. Pero sólo era una coincidencia, puesto que ya sabía que lo iba a encontrar merodeando por ahí, lo que no creyó es que fuera más pronto que tarde.

-Me alegra haberlo hecho -confirmó, miró sobre el hombro de Evan. La mirada de Bruno se desvió por un momento.

El rubio mordió sus labios antes de gritar: -Tom, come here please! -el pelirrojo se acercó; su rostro era alargado y sus ojeras parecían manchadas de un verde enfermo que asustó a Bruno. Pero parecía que Evan no tenía problema con eso, le dedicaba miradas de devoción y admiración -. Mira te presento... Tom, my dearest friend de 'tora' mi 'vira' - ahí estaba su acento británico, gracioso.

Aquel pelirrojo tenía la mirada algo perdida y unos ademanes bastante exagerados, vestía casi de negro: pantalones de cuero, playera sin mangas de red que mostraban su delgado torso—se atrevería a decir que era adicto a algo— su sonrisa era burlona y su voz algo estrambótica:

-¡Pero has visto! - exclamó el chico llamando la atención de su amigo -, este es un friki... - exclamó viendo directamente a los ojos de Bruno, que lo miraba con cierto desafío.-Sólo falta definir qué tipo de friki... - dando una vuelta a su alrededor.

Bruno miraba cómo Evan; se lo veía emocionado y fascinado por lo que había dicho Phil -, no te gusta Star Wars, eso es seguro... pulseras de cuero, no me dicen nada... - acercándose al cuello de su camisa, jalándola un poco para mirar dentro y le volvió a mirar con una mueca que pasaba por sonrisa y soltó una risa algo aterradora. Tom se acercó al oído del moreno y le dijo tres simples palabras:

"No lo arruines".

Soltando otra risa, girando en un sólo paso y volviendo con su amigo.

-Es un bien chico, 'amico' -dando media vuelta de manera dramática -. Te felicito. Voy indicándole a los mozos por dónde - le susurró bajito.

Veintisiete, veintisiete tatuajes concluyó. "Y a saber sí tenía más en su cuerpo" pensó mientras le veía susurrarle más cosas a Evan.

- Claro - le sonrió una última vez y lo vio alejarse, luego volver la mirada a Bruno, que seguía ahí, plantado inmóvil -, ¿has ido a por la compra?

-¿Os mudáis?

Sonrió nervioso, había sido demasiado directo y sí, había tenido cierto tono de celos que pasó desapercibido por Evan.

-Sólo yo - puntualizó mirando el camión -. He conseguido un buen empleo y... padre conservaba el piso, así que... aquí estoy - sonriendo.

-Habrá que celebrarlo. Entonces - con su cabeza comenzando a generar algunas ideas -, pásate por mi piso sobre las cinco. Yo pongo la comida. Es el segundo de la segunda planta- señalando la ventana con una cortina azul bailando fuera.

-Eso sería estupendo. Le diré a Tom.

Y ahí estaba. Ese impulso de querer abrazarlo, tomarle de la mano o algo pero no sabía qué así que sólo se limitó a marcharse lejos de Bruno.

- Claro.

Entró en su edificio y al ascensor. La tercera era la última oportunidad. Le gustaba que fuera así de impredecible todo lo que pasaba y Evan mismo era así, tenía algo que lo llamaba hacia él. Ya no cabía la duda; era el destino. Se puso pronto con la comida, sería sólo el comienzo. Podrían incluso mudarse juntos. Estaba emocionado, hora y media después supo que no le había preguntado en qué edificio viviría. Se asomó por la ventana y el camión de mudanza estaba cerrado. Abrió la puerta y ahí lo vio, saliendo del ascensor con una pequeña maleta cuadrada en la mano y un portátil en la otra.

Incluso casarse.

-¡Seremos vecinos! - fue lo primero que dijo al percatarse de que Bruno le estaba viendo desde la puerta de alado.

-Lo acabo de notar -haciendo reír a Evan -, oye, que en nada estará la comida, puedes irle avisando a... Tom.

-Creo que seremos sólo nosotros dos. Él ha ido a ver a su novia y... me ha dejado colgado - viendo todo lo que había por desempacar.

-Pues te puedo echar una mano después de la comida - señalando su maleta, pero le llamó la atención un logo en el centro, que cubría la manzana blanca, un trueno en un círculo, el mismo logo que tenía su playera que tenía debajo de su camisa no pido evitar sonreír demasiado, por eso Tom le había dicho eso.

-Eso sería estupendo - sacándolo de sus pensamientos.

-Claro, claro -volviendo la meada dentro de su piso -. Pero ahora deja eso y hay que darle a las migas.

Evan entró hasta la cocina. Donde en la mesa estaba un pequeño jarrón con hortensias lilas —que desentonaba con el ambiente—, dos manteles de corcho individuales sobre un mantel a cuadros Vichy azules que hacia juego con el resto de la decoración. Demasiado masculina.

-Pero... -soltando aire de sorpresa.

-Espero que esté a la altura... - dejando la entrada en ambos lados. Evan cogió un poco de la ensalada.

-No -aseveró Evan cogiendo otro poco, viendo levemente la expresión de sorpresa de su anfitrión, nadie le había dicho que su plato siquiera estuviera regular pero... -, la supera por mucho. Esta delicioso - soltando una risa.

Haciendo que a Bruno le volviera el color. Con tal gesto, Evan —sin saberlo por completo— había aprendido el arte del coqueteo.

-¿De verdad? -preguntó ahora inseguro.

-¡Por supuesto que sí! Me encanta. Gracias -volviendo a buscar un sitio donde poner su mano, lejos de la de Bruno.

Tal vez deberían acabar primero está comida. Rió mentalmente Bruno. ¿Cómo era que con Evan podía plantearse un futuro así?

- Hombre, gracias -admitió cerrando el cajón de la mesa del café tras dos horas de desempacar cajas. Viendo la hora -, me has ayudado bastante. No creí que fuera tan perfecto volver al barrio - siguiendo a Bruno a la salida con una bolsa de basura en su mano.

Bruno se paró frente a él antes de salir por completo por la puerta que ha había abierto sólo para decirle: -Me alegra ser yo quién te reciba - acercándose peligrosamente a él para dejarle un beso en la mejilla y luego alejarse, dejándolo anonadado. Él se había percatado de que Evan quería acercarse de algún modo así que decidió cómo quería que se acercara.

El Último Chico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora