El último trozo de su corazón

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Todo eso le recordaba a Londres, lluvioso, frío y gris. Decidió esperar a Bruno fuera del edifico de Tom, lo habían llevado devuelta cuando le dieron el alta, no quería verle. Quiso tener un poco de aire fresco, mirar a su alrededor sin problema alguno. En Madrid se sentía un poco más libre; veía más cielos despejados y azules; y más que nada, tenía menos preocupaciones. Pensó que no sería igual que en Londres, se había equivocado.

- ¿Estás bien? - preguntó Bruno poniendo su mano sobre su espalda.

- Sí - saliendo de su letargo.

- Siempre te veo con la mano en el bolsillo, ¿guardas algo?

Evan miró a Bruno, ¿cómo fue que esa mirada había conseguido que lo dijera en voz alta? Cogió el objeto y lo sacó de su escondite:- Es... un guijarro - aseveró. Pensó que debía dejar de frotarlo pero, recordó que había estado a merced del mar y había hecho poca merma en él así que siguió -, es, es un recuerdo de cuando fui por primera vez a... la playa - sonriendo tímido. Era el primer mejor recuerdo de su vida, cuando su padre lo cargaba en sus brazos y su madre estaba a su lado.

- ¿Por qué sonríes? -Bruno quería descubrir todo aquello que hacia feliz a Evan. Era cómo una necesidad.

- Es... como... una piedra de apoyo. Donde están acumulados mis recuerdos, mis buenos recuerdos hasta... -miró a Bruno, lo miraba atento, como su todo lo que importara fuera él y así era y así lo sentía Evan así que lo siguiente lo dijo con una sinceridad a la que nadie había sido digno -, hasta que apareciste en mi vida. Ahora todos mis buenos recuerdos me vienen a la mente cuando te veo.

Volvió a mirar su guijarro, pero está vez en manos de Bruno, quién también la frotaba, el ir y venir del mar lo había suavizado; era mediana como un hueso de melocotón pero más plano y gris jaspeado.

- ¿Te digo algo? -preguntó Bruno jugando con el guijarro.

-Mmm - mirándolo con cierta ilusión.

-Yo me apellido Guijarro.

Evan no supo que responder, sólo soltó aire con una sonrisa. Bruno sacó su DNI y ahí estaban claras dos cosas: su nombre —Bruno Guijarro Montesinos— y que le llevaba justamente tres años y medio de diferencia. Con ambas se sentía mucho mejor.

¿Y sí fuera él? Ahora no sólo era Bruno, era tiempo y lugar, desde ese primer día en que se acercó sintió un pellizco en su corazón. ¿Cómo iba a pensar que tal acto iba a curarlo?

Vivan de confidencias en la cama. Acostados frente a frente, con sus manos entrelazadas, riendo bajito, susurrándose cosas, sueños y secretos que sólo se le podían confiar a un hermano. Sentía calidez cuando lo miraba, como sí el mismo sol lo visitara en las noches frías. Se sentía cómodo con su vulnerabilidad entre los brazos de Bruno.

Evan mordió sus labios antes de proponer:-¿Por qué no vamos al cine? -devolviéndole el DNI.

-Claro ¿Cuál quieres ir a ver? - pasando su brazo sobre sus hombros.

-Más bien estaba pensando en ir a besarnos y manosearnos en la parte trasera de la sala... - caminando, pero ya sólo. Bruno se quedó asombrado por la propuesta -, ¿vienes?

Y así lo hicieron. Entraron él a función más aburrida, en un horario conveniente para besarse como colegiales.

La noche los había pillado cuando salieron con los labios hinchados y las mejillas ardiendo. Habían hecho una travesura sin que nadie se diera cuenta.

-Te voy a regalar un abrigo de paño bueno. Que esto no calienta nada - le dijo con la Parka ligera de Bruno -. Venga, yo pago el taxi -acercándose a la calle para coger uno.

Con ese último fragmento de su loco corazón entregado, comenzaron las dificultades.

El Último Chico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora