El chico mortal

941 84 24
                                    

Bruno desconocía lo que Evan estaba planeando y es que hasta esa mañana el rubio no había pensado la manera de disculparse por lo idiota que había sido hasta que abrió YouTube y vio sus recomendaciones. Soltó una risa porque debía ser así. ¿O es que había una mejor opción?

Cuando Bruno volvía en la camioneta de los Álvarez, recibió una llamada:

"Simplemente te llamaba para ver sí respondías: ¿quieres ir a bailar?"

Bruno sonrió al escuchar la risa de Evan. Escuchaba atento la larga historia del baile de Navidad que su casa ofrecía, notando que Evan ignoraba que Bruno ya había recibido una invitación para entrar. Aún así aceptó encantado.

Pensó en ir a algo sitio a comprar un traje pero, desde que había llegado a Londres no cargaba nada así que en cuento llegó a casa Penderson, Bruno tuvo a bien buscar a su anfitrión.

-Tom, necesito tu ayuda. Necesito ir como todo un pincel. Hoy tenemos un baile al cual asistir.

Su amigo mostró una enorme sonrisa al oírlo. Se puso de pie. Había llegado justo a tiempo y de la forma que esperaba, gracias a Dios que ese día los hombres de casa Álvarez estaban fuera, y es que no había peor pinta que aquella que delataba la noche que habían pasado el benjamín de la casa y él.

-Tenemos que ir de compras, el pelo, los accesorios... -mirando su reloj -, ¿crees que lo consigamos? -dirigiéndose a la salida de nuevo.

-So, so, so, so. Tranquilo, lo tengo to resuelto y mientras más pronto comencemos más pronto terminaremos. -haciendo una seña a su mayordomo.

-¿El qué? -mirando el batallón de hombres vestidos de negro entrar con un montón de atuendos en guardapolvos con nombres de marcas renombradas.

-Pues las pruebas del traje que impresionará a Evan. Oh, this is perfect -sacando una cazadora de Balmain a rayas negras y blancas.

Amaba ser tan delgado. La cogió y se la puso, hizo un gesto para alguien que llevaba una libreta. Curiosamente, Bruno estaba acostumbrándose a mirarla con cierta normalidad.

-Pero, primero vete a la ducha que no me quiero imaginar como vienes...

Cuando estuvo aseado y limpio Bruno volvió a entrar para mirar todo lo que había. Eso sí era poder.

-¿Este es Dolce? -viendo un traje de seda color rojo quemado en tornasol.

Había ojeado una revista en casa de Evan y le había encantado el color. Y el tacto... no era tan rígido como otros trajes casi del mismo color que había visto. Tom asintió y siguió mirando y aunque tenía ya su traje, uno más no estaba de más. Bruno seguía sin entender cómo es que Tom gastaba tanto en ropa y cada uno de los percheros portátiles llevaba dos personas.

-¿Cómo puedes gastar tanto en ropa? -sacándose un saco que no le favorecía.

-Cuando no eres un protector de la sociedad como Evan, lo único que tienes es gastar dinero -aceptando un modelo de Ferragamo.

-¿Pero en ropa?

Bruno ya tenía su traje, pero nunca estaba demás hacerse con unos nuevos modelitos.

-De eso vive mi familia. Sería un sacrilegio que fuera de Zara -revisando un saco Zegna -, sería aparentar algo que no soy. Vamos, que a Kate y Doña Letizia les van bien porque no nacieron señoras, pero yo ni siquiera soy una figura pública a quién puedan decir: "ah, esos ricos gastan una millonada en ropa..." -con voz ronca y exagerada. 

Bruno lo veía crédulo y su amigo sonrió. Era su contexto, fácil lo arrastraba y era fácil dejarse llevar

-Es verdad, tengo suerte. Muy pocos en el mundo tienen este armario pero todo lo tengo por haber cumplido con mis responsabilidades: estudiar una carrera que no me gusta, haber trabajando años a lado de mi padre aprendiendo el negocio. Tuve desvelos aprendiendo reglas, golpes por no hacerlo. Créeme, sólo alguien realmente estúpido creería que somos personas mimadas y malcriadas.

El Último Chico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora