El último beso

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Evan despertó con un sonido constante. Algo perturbador sí se lo preguntaban, y más sí se combinaba con un movimiento repetitivo de arriba hacia abajo. Sintió donde estaban sus manos y su cabeza y se asustó. ¡Fuck! Levantando su rostro del pecho de Bruno. Pero sus brazos lo rodeaban encerrándolo con sus manos dejándolo inmóvil del resto de su cuerpo. Volvió a bajar despacio la cabeza. No se oía ni un ruido, el sol comenzaba a aparecer en el suelo del comedor y el salón, que era donde estaban. Se habían quedado dormidos en el sofá viendo una peli. El televisor seguía repitiendo una y otra vez el menú de inicio de Harry Potter y la orden del Fénix. Por lo menos había llegado más lejos.

Lo miró. Nunca había visto a nadie dormir en casa siempre fue el último en despertar. Su mentón, frecuentemente tenso, se veía relajado, casi dejando abierta su boca, su pelo se marcaba con el cojín.  Lo acarició mientras seguía dormido y le besó el mentón que era lo más que alcanzaba sin esfuerzo. Moviéndose poco se acomodó para abrazarlo, así tal vez podría soñar con él. Puso su mano sobre su pecho y volvió a poner su oreja cerca de su corazón. Era reconfortante. Sí era sincero era la primera vez que despertaba con alegría y hasta parecía que ese amanecer era el más perfecto.

Soltó un suspiro.

¿Qué iba a pasar ahora? No quería mirar atrás y ver cosas del pasado que no quería explicar. Egoísmo le invadió el cuerpo, su vida no era tan emocionante como la de Bruno, tal vez debía olvidarlo, porque... todo iba tan bien y era perfecto y... antes de él, eso de los romances ni siquiera se le habían cruzado por la cabeza. Los veía tan lejanos y ajenos a él que creyó que jamás le iba a pasar algo así. ¿Qué había sido? Mirándolo, jugueteando con un mechón de su pelo. ¿Qué había conseguido ese cosquilleo en su cuerpo y esa alegría repentina que lo hacía sonreír sin motivo alguno?

Respiró hondo.

Levantó su mirada y miró la boca que había cambiado todo eso, de la que ahora desembocaba pura alegría. Y entonces algo súbito ocurrió, un latido palpitaban ahora los dos que lo tranquilizó y lo hizo dormir un poco más. Un latido que le hizo ver que todo iría bien.

Despertó con ojos llenos llenos de alegría, su boca rosa tibia sonreía, ahí lo comprendió: no quería irse de él así que lo abrazo más fuerte.

-Hola - dijo Bruno besando su frente. Lo había despertado con tal acto.

-Hola -risueño.

-¿Qué hora es? -dejándolo libre por fin para restregar sus ojos y espantar el sueño.

-Las ocho menos cuarto -mirando el reloj arriba del televisor. Viendo los músculos que se le formaban en el brazo cuando se estiraba.

-¿Te parece que vaya a casa, me duche y vuelva a por ti? -poniéndose de pie. Miró el pijama que llevaba puesto, era suyo pero jamás lo había usado. Un regalo que se veía bastante gracioso en alguien una talla menos que él, con la entrepierna muy resaltaba y el trasero bien delineado.

¿Qué muestra quería para saber que él estaba ahí? Sus ojos o su voz. Sus manos, sus pensamientos. Lo quería todo de él. Así que ese día, de regreso a casa se le ocurrió pedirle algo. ¡Pídeme lo que quieras! Le respondió efusivo. -¿Te quedarías contigo para ver pelis de Harry Potter? Bruno no pedía más, una noche, una luna con él.

Y se quedó hasta mañana y a la siguiente y hasta esa mañana de lunes.

-Me parece perfecto. Así hago lo mismo y ahora soy yo quién se ponga con el desayuno.

Desayunaron mirándose, en silencio riéndose de la forma de comportarse  del otro. Pero sin duda el momento más divertido fue cuando Evan vio como Bruno, en un descuido, cogió la sal en lugar del azúcar y la echo en su café. Evan no le quitaba la vista de encima mientras hacia todo eso, tratado de controlarse hasta que lo chico hacer una mueca de desagrado.

El rubio soltó una enorme carcajada por aquello.

-¿Te parece gracioso?

-Demasiado sí te soy honesto.

-Ah, pues Vega a ver a que te sabe -intentado echarle al de Evan, pero este lo apartó pronto, tirándose el café encima. Haciendo reír más a Bruno.

-Ya estarás contento... -riendo despacio mientras se sacaba el polo azul que llevaba -Ahora vuelvo.

Quince minutos después Evan ya estaba con un jersey marinero.

-Bueno -terminado la tosta de salón con queso crema -, vamos yendo que sí no... -tomando lo que quedaba de café.

-Vale pero antes -acercándolo -, tienes algo aquí... -limpiando su labio con su dedo haciendo reír a Evan.

Había dejado la moto en el trabajo así que tocaba ir en metro y volver en la moto. Era hora punta y el metro abarrotado, estaban juntos, tratando de generar un poco de espacio entre ellos.

Miró que entre tanto jaleo Bruno puso su mano contra la puerta y preguntó:-¿Por qué no la pones aquí? -girándola a sus caderas. Riendo cómplices y besándose como sí no hubiese nadie.

-¡Venga, a hacer eso a otro sitio! -les gritó alguien haciéndolos reír antes de bajar del vagón.

El sol era agradable, la manos tibia de Bruno entrelazada con la suya era increíble. Quería encontrarse con  alguien a quién presumirlo, pero sólo pillaba miradas furtivas. Creía que era porque se veía la diferencia de edades, pero la verdad era que los veían con cierta curiosidad.

-Ya está -parándose frente a él -, te veo en el trabajo. ¿Nervioso?

-Tal vez, un poco... -mirando los edificios y los chicos pasar -, la verdad es que me estoy cagando de miedo. Hace tiempo que...

Evan se dejó llevar, después de todo, habían pasado quince minutos sin darse un beso.

-No puedes resolver todo con un beso -aseveró poniéndose un poco colorado, el frío seguía poniendo pálido su rostro.

-Ah, ¿y que tal dos?

-Yo creo que con uno más basta...

-Bueno, que luego no vas a querer irte y yo debo llegar al trabajo.

Se dieron un beso de despedida y cada uno cogió su camino.

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