La última mesa

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Habían pasado seis meses desde ese primer día en que coincidieron en aquella tienda y Evan se sentía un poco perdido. Seguía sin salir de su piso, intentaba volver a su rutina, pero simplemente estaba lleno de miedo. Temía que todos se dieran cuenta y pensaran que era un tonto por haber creído que ese encuentro había sido especial.

Bruno no había hecho lo suficiente. Trataba de encontrar la forma de volverse a encontrar con Evan de la mejor manera posible. De mientras, cada noche susurraba su historia pensando que Evan podía oírlo y lo hacía dormir.

No volvió al edificio cuando la un odia sesión de fotos había terminado. Se quedó en un hotel cerca, muy lejos de Evan. Sabía que nada de lo que le dijera lo calmaría así que quería darle espacio. Se contuvo mil veces de coger el móvil y llamarle. Quiso hacer su rutina y coincidir como siempre lo habían hecho pero está vez no apareció en ningún sitio.

Una tarde, a inicios de diciembre, mientras Evan tomaba un desayuno tardío, mirando por la ventana ausente a un Madrid que iba perdiendo cada día aquella vibra de tranquilidad, llamaron a la puerta, el portero llevaba un pequeño ramo de tulipanes con una nota entre ellos:

"Sé que lo arruiné, pero por favor, acompáñame a cenar por llevar seis meses de conocernos.

                  Bruno Guijarro"

Cerró los ojos al recordarlo, al volverse a sentir lleno por todo lo que habían pasado. Echó una mirada rápida a los tulipanes, eran gallardos y muy frescos y su aroma le gustaba.

Se tiró en el sofá, miró que había algo más escrito en reverso.

"Estaré esperándote en el restaurante en donde comimos churros.

Te quiero."

Dudó eso último.

Se sentía mejor, pero no estaba tan seguro de sí aquello era buena idea. Ya no quería gritarle, ahora no sabía ni que decirle. Pero pensó, ¿por qué no? Tal vez un choque de copas sería mejor que nada. Buscó entre su ropa y se decantó por un pantalón a rayas diplomáticas, camisa vaquera y una bomber de gamuza azul francés.

Llegó puntual a la cita y lo vio ahí, recargado en la entrada, y entonces el pecho se le volvió a llenar de aire y su alma se había recuperado. Estaba guapísimo y ausente y en su semblante también tenía una sombra de tristeza. Cogió el ánimo suficiente y se fue acercando poco a poco hasta él: -Eres el último chico a quién creí ver nunca de pajarita... -evocando su primer encuentro.

Bruno llevaba una camisa azul con una pajarita de Jacquard de un azul más oscuro y un chaleco negro. Sus vaqueros le causaron gracia. Los llevaba un poco más abajo que su cintura y lo hacían ver las alto.

-Evan -su aspecto había cambiado. Se veía mucho más delgado, que le preocupó -, creí que no llegarías... -acercándolo a él para darle un beso en la mejilla.

-No yo... -agachando los hombros para no sentir el roce de sus laicos sobre su piel -, no encontraba taxi...

Bruno lo miró preocupado.

-¿Entramos? -matando él primer momento de incomodidad entre ellos.

La recepcionista les guió hasta la mesa, la más apartada de todas. Donde el silencio se ahogaba y las charlas se perdían. Le hizo saber a la camarera que sólo tomarían vino. Ella retiró la loza y se marchó.

-Juan Luis me han dicho que ha ido muy bien la entrevista -inició la charla.

-Sí -de verdad no sabía qué decirle. Su cuerpo no reaccionaba. Quería sentir algo, pero incluso el enojo se había marchado y lo había dejado solo.

Hubo un prolongado silencio, en el que la camarera apareció y vertió el líquido en cada copa y se alejó. En  los ojos del rubio no había rencor o enojo; sus ojos verdes estaban llenos de un inmensa culpa. No decía mucho y no le miraba.

-Evan, yo... he sido un idiota. No supe cómo actuar con lo de Camilo... -no era fácil y tampoco necesario mencionarlo todo -. Y sé que lo eché a perder, que la cagué y que te hice daño...

El ruido de las otras conversaciones ahogaban la suya. Y la voz de Bruno comenzaba a quebrarse. También él había echado en falta a Evan y sabía de su error, lo podía ver en su rostro.

-Y sé que te debo muchas explicaciones. Pero... lo único que puedo decirte es que te quiero.

-Bruno, yo... lo sé.

Jamás lo había puesto en duda, pero tampoco era fácil. Para él, cada vez que alguien decía demasiadas veces te quiero, dejaba de demostrarlo. No quería que pasara eso con Bruno.

-Puedo darte tiempo, el que necesites. Sólo no puedo aguantar saber que te pierdo para siempre.

Si era honesto, Bruno estaba sorprendido. Evan se había mantenido ahí, sin apartar su mano  que acariciaba con su dedo y con su mirada imploraba un poco de su atención. Había perdido su confianza, pero estaba dispuesto a recuperarla y tal vez comenzar de cero.

Evan miró el restaurante. Por la noche se veía más pequeño con las luces amarillas, era más íntimo con la música ligera de fondo y le gustaba

-¿Te importa sí pedimos de comer? No he tomado la comida -confesó Evan. A Bruno le pereció buena señal el que se quedara a comer, pero se odiaba por ser el causante de esa ausencia de apetito.

-¡Por supuesto!

Cuando la velada acabó, salieron a un Madrid mucho más frío, más oscuro y poco transitada.

-Sabes lo que eres para mi -parándose frente al alto -, y simplemente no puedo verte todavía como antes... -Bruno sonrió y cogió su mejilla.

Había esperanza.

-Aquí estaré, esperándote.

Evan asintió más tranquilo y ya con algunas lágrimas en el rostro.

-Ahora te voy a abrazar -advirtió el rubio, porque lo necesitaba, ambos lo necesitaban.

-Hazlo cuando quieras y sin pedirlo -sonriendo al tenerlo cerca.

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