La Última huida

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Golpeaba con insistencia la barra de la cocina con la cajetilla de cigarrillos y el café enfriándose frente a él. Como pasara un día más ahí volvería a su viejo hábito de morderse las uñas. Así que no se contuvo y sacó uno y lo encendió. Tuvo que dejar sus porros en su auto en Madrid.

-Sabe que sí su padre lo ve fumar lo echa de la casa...

-Es un cigarrillo normal... -viendo al mayordomo entrar en la cocina con la bandeja de Bruno. Tuvo que haber disfrutado esa primera calada.

Apagó el cigarrillo en el cenicero que estaba frente a él, sabía que la salud del encargado de su casa no andaba bien -, además, no creo que mi padre aparezca de la nada.

-Pues tiene planeado venir para Navidad. Mientras tanto quiere que tenga esto -deslizando una caja forrada con un lazo azul satinado.

Unos guantes. Miró su mano izquierda. Lo había olvidado, se había puesto una camisa de manga larga para cubrir sus tatuajes pero se había hecho uno nuevo en la mano. Los cogió resignado, ahora tenía un atuendo a lo Isla de los Perdidos.

Suspiró y salió de la cocina, Bruno estaba bajando justo a tiempo. Esta vida sería fácil para él. O sólo era que Tom siempre fue alguien a quién debían tratar con aplomo.

Subieron a la camioneta y aparcaron en la embajada española en Londres.

-Mira siempre al frente -acomodando el pañuelo en el cuello de su amigo -, saluda a todos con quién te encuentres, hombros rectos, mete la tripa. Barbilla arriba -él mismo respiró profundo. Sólo de pensarlo le generaba ansiedad, ¿había tiempo para un cigarrillo? -Tranquilo, eh. Que todo va salir bien -acomodando él mismo su americana mirando la entrada -, Gesto muy firme al mirar, no separes los labios, firme la espalda - recordando en voz baja sí olvidaba algo, pero no -. Venga. Y por favor, el canapé se coge con el pulgar y el índice, la servilleta se pone en el anular y lo sostienes con el medio dejando así libre el meñique -volvió a coger aire y se sostuvo de su amigo -. Que bien. No lo he olvidado.

Era una ocasión para encontrarse con viejos amigos, departir con conciudadanos que estaban lejos de casa. Bruno vestía un conjunto que Tom le había comprado, curiosamente se sentía cómodo en ese atuendo.

Había música en vivo, gente en grupo derrochando glamour y saber estar. Tom y su amigo miraban desde una esquina a todos reunidos en el patio.

Bruno iba vestido a lo francés: jersey a rayas, pantalón con pinzas francesas por encima del tobillo y zapatillas blancas, con un pequeño pañuelo azul con motas blancas rematando su cuello.

Vieron llegar a Everett solo, por lo me o no había ido a por Bruno. Después miró a otro lado y dijo:

-Dame un momento. Tengo que ir a resolver algo.

Tom había escogido un pantalón gris con estampado Gales, una camisa rojo carmín de algodón de Dior y una americana negra igual de Dior. "Cuando no sepas qué zapato usar, estas nunca fallan y combinan con casi todo..." Decía Tom cada vez que recomendaba usarlas.

-Claro. Aquí espero -mirando a su alrededor sujetando la copa de mimosa que un camarero le había ofrecido.

Pero no tardó para que otro camarero pasara frente a él para ofrecerle canapés de salmón y queso crema. Mierda. Tom no le había dicho como sujetar una copa y un canapé al mismo tiempo... Tomó lo que quedaba de un tirón y dejó la copa y estuvo a punto de coger uno pero...

-Esto es realmente una tapa -dice alguien a su lado -, echaba de menos una tapita grasienta, estoy harto del solomillo, ¿no crees?

-Totalmente de acuerdo. Un canapé más sin sabor y yo... -rechazando el de salmón y aguacate que le ofrecían lo más cortes posible -, ¿dónde están esas?

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