El chico de rojo

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Era temprano por la mañana, el sueño había podido con los hombres Álvarez, menos con el menor, quién los veía desparramados en los bancos del hospital. Ninguno quiso irse con Evan a casa por lo que él se quedó con ellos. Se estaba volviendo a acostumbrar a no dormir, así que estaba bien.

En un viaje en busca de los servicios, con cierta pesadez en su cuerpo, se topó de frente con alguien que lo reconoció de inmediato.

-Holly sweet hell! It's that you! -gritó sin miramientos un chico palidón, con mejillas rojas enfundado en una vulgar cazadora vaquera.

-Hi, Albert -bajito por las miradas que aquel chico se había llevado por el alboroto. ¿Pero cómo no iba a ser? ¡Estaba de vuelta el chico que había cambiado su vida en más de una manera.

-Oh, God. ¿Qué haces aquí? -abrazándolo fuerte -, ¿tan pronto a la acción? ¿Cómo han ido tus... hollidays at Madrid? -riendo. Aún seguía aprendiendo español.

Evan había sido el fundador y presidente de una fundación de caridad que ayuda y anima a chicos enfermos en la que había reclutado a la mayoría de sus iguales; hijos de empresarios que iban al mismo internado. Después de todo, era lo que se esperaba de un hijo del hombre con una fructífera empresa textil proveedora de la mejor seda en todo Reino Unido. Pero desde hace poco más de once meses había dejado el puesto por no poder con el ritmo con que iba creciendo la fundación.

-My mom is ill and I came to see her... -torciendo sus dedos de incomodidad.

El chico, de cabello cobrizo ondulado puso un intento de mueca de tristeza, pero es que ese tipo de chicos rara vez conocían lo que era y como no sabían lidiar con ella respondió animado: -Debería venir a uno reunión con 'toros' nosotros, like old times... All the boys miss you.

-Yeah. Maybe -buscando alguna forma de zafarse del lío.

-Why not next Saturday. Haremos uno cena de beneficencia.

No se iría sin comprometerlo a algo. Era alguien tan influyente que su presencia era muy beneficiosa.

Al otro lado del hospital, un torbellino rojo llegó preguntando por Mister Álvarez. Un joven de buena planta y mentón cuadrado y ojos azules intenso corría lo más que se podía en un hospital. Poco le importaba chocar con quién se atravesaba, necesitaba llegar, y pronto. Lo estaban esperando. Las puertas del ascensor se abrieron en la planta y tan pronto doblar la esquina los vio.

-Everett... -dijeron los tres hombres al ver al chico de veinticinco años llegando con prisa. Enfundado en un abrigo de alpaca en un tono rojo espeso -¿Qué haces aquí?

Se les quedó viendo mientras recuperaba el aliento y acomodaba su cabello castaño -Evan me llamó... -extrañándose por la pregunta. -¿Qué ha pasado? A penas me ha dicho nada -sacándose el abrigo, dejando ver el cuerpo de aquel chico, usaba camisas al borde de romperse y los pantalones hechos a medida no se quedaban atrás, era un adonis, petulante y vanidoso, por lo menos a los ojos de aquellos tres hombres. 

Nadie tuvo que responder nada. Siquiera hubo tiempo de ningún reproche, porque aquel joven que estaba en la mente de todos, volvía ausente, maldiciendo bajito no llevar ni un triste penique para un café.

-Ahí esta mi estrella perdida -llamando la atención de Evan, quién por impulso corrió a abrazarlo y Everett lo dejó. Detrás de este, un hombre alto vestido de negro llegó caminando a paso rápido. Sabía que su protegido rompía el protocolo cuando se trataba del rubio que no soltaba.

Les incomodaba la forma en que tomaba a Evan y lo levantaba con facilidad; las miradas que le dedicaba; los roces a sus mejillas para verlo soltar una sonrisa.

-Aquí estoy... -dejándole un beso en la mejilla antes de separarse de Evan -¿Pero te has visto? -cogiéndolo de las mejillas -. Jamás te había visto tan desarreglado - tratando de quitar las arrugas de la camisa que llevaba cogiendo su mano -. Ven. Te llevo a casa para que te asees y tomes el desayuno y luego volvemos. ¿Te parece? -dándole una taza de la charola de cartón que el hombre de negro llevaba y con el que calentó las manos de Evan tan pronto la tomó.

Evan sintió la mano tibia de su amigo y asintió. Después de días sonreía y se sentía seguro. Anthony enfureció sin hacerlo notar cuando vio la mano de Everett reposar en la cintura de Evan al parir.

-:-

-You must be joking me! -exclamó Tom a la señorita de la aerolínea. No era como en la tele, en la que todos conspiraban para alcanzar al amor que se escapaba. Toda la fila miraba atenta la escena que se estaba montando al frente.

-I'm very sorry sir, but there's no one fly until tomorrow at midday.

Tom ahogó un gritó de horrible frustración al oírla. Tenía que llegar primero, antes que ese capullo,

-Fine! Two tickets on the very next fly. First class...

-Pero yo no puedo pagarlo... -se acercó Bruno al pelirrojo para decírselo bajito.

-Bah. No te estoy cobrando -dándole a tarjeta a la señorita -. Además, por lo general pago dos asientos. No soporto que desconocidos se sienten a mi lado en el avión.

Bruno aceptó, pronto lo volvería a ver y de nuevo no sabía que hacer.

-¿Me dejas tu móvil?

-Sí. Voy a por un café. ¿Quieres uno?

Bruno negó y buscó el número de Evan. No estaba en la E, intento con Lino y tampoco. Entonces buscó el número y pareció con el nombre de:
Darling ❤️

Estaba apagado

El Último Chico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora