"Perdóname"

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Los ojos de su hermano están inyectados en sangre, el espacio que se supone debería ser blanco es rojo. Las ojeras debajo de sus ojos parecen haber sido hechas con carbón. Sus mejillas están moradas y bordeadas por un tono de verde pasto, hay una gasa pequeña en una de ellas.

Tiene el pelo revuelto, descansando sobre la almohada blanca, esta cubierto por una sábana azul que parece muy delgada para cubrir el frío de la noche, sus manos están conectadas a intravenosas, una bolsa de suero gotea en silencio.

El pulso de su hermano se refleja en el monitor que marca sus latidos, están agitados.




Casi tan agitados como los de Yukio.






Ninguno habla, sólo se quedan observándose. Yukio cuenta todos los daños en su hermano, sintiéndose muy culpable. Tan culpable que ese sentimiento lo mueve más cerca de la camilla, mira a su hermano, ahora de más cerca luce mucho peor, cortes y rasguños por todos lados. 








—¿Cómo te sientes?— pregunta Yukio suavemente, sin estar seguro de como debe empezar.




Rin aparta la mirada para ver el blanco y pulcro techo de la habitación de hospital.








—Sigo respirando. Puedes irte ahora, no quiero causar problemas en tu vida, sólo quería comprobar que realmente estabas aquí. — las palabras son peor que un puñetazo en el hígado.



—No eres un problema.






—Lo soy. Ahora lárgate.— Yukio puede ver -y escuchar-, la máquina volverse loca en pequeños sonidos. El corazón de su hermano está desbocado.









—¿Por qué debería hacerlo?— gruñe por fin Yukio, dando una pasó hacia adelante, Rin se tensa y luego hace una mueca de dolor.





—No somos nada.



—¡No me vengas con esa mierda!— grita y Rin se encoge, más dolor físico corre por su cuerpo.— Somos hermanos aunque no lo quieras.







—Sólo soy eso para ti... Estoy bien. Lárgate.




—¡No me iré!— Rin lo mira con coraje vivo pulsando en sus venas.




—¡¿Y por qué mierda no lo harías?!— él no va a llorar. Él no lo hará...







—Porque- — Yukio se muerde la lengua y se pasa la mano por el cabello, totalmente frustrado.










Rin mira de nuevo al techo con la tristeza comiéndose otro poco de su mente y de su corazón.






Su hermano ni siquiera puede pensar en una excusa para hacer creer que le importa algo.









Yukio no encuentra las palabras, no sabe cómo reaccionará Rin, no quiere cagarla de nuevo.









—Nii-san— comienza suavemente, agarrando valor de donde no sabía que existía.— Yo, tengo que hacer algo muy importante contigo, es por eso que estoy aquí, es por eso que volé trece horas para estar a tu lado, yo,— los ojos de Rin lo miran expectantes y brillantes.




—¿Y eso es?




—Yo, y-yo...— Yukio se inclina y pone una rodilla en el suelo, luego la otra, se arrastra así hasta que puede colocar sus brazos en la orilla de la camilla, toma la mano de Rin entre las suyas, y lo mira a los ojos, lágrimas calientes rodando por sus mejillas.— Perdóname, Nii-san.


















Mi Peor Perdición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora