* * *
¿Probarme? ¡Ja!, ojala.
Zahir prácticamente terminó corriéndome de su habitación, me cerró la puerta en las narices, ni siquiera me dio chance de replicar, realmente me estaba evitando a niveles extremos por aquella acción olvidé completamente que tenía nuevamente mi teléfono, tampoco era que la resaca que cargaba ese día me permitiera razonar y pensar con coherencia. Ese día simplemente arrastré mis pies a mi habitación, me encerré y lo que hice fue dormir todo el día y parte de la noche.
El cansancio físico, mental y psicológico que tenía era arrasante.
Al día siguiente se me escapaban las risas, en varios meses me reía a diestra y siniestra a todo pulmón sin importar que me escucharan, estaba en la entrada de la mansión sentada en las inmensas escaleras, mientras la oía su voz me hacía sentir tan familiar y melancólica, como bien.
— ¿Estas segura que no se apellida Grey y tiene un cuarto rojo?—. Me preguntó Lily mientras se reía y yo aún más ante sus ocurrencias.
—Se apellida Corvis y no, no tiene un cuarto rojo. — respondí entre risas.
— Pero dijiste que es millonario, sexy, hermoso, y dijo que no le gustaba el sexo convencional. — rechinó tercamente.
— Eso no significa que vaya por la vida dando latigazos, azotes y nalgadas a diestra y siniestra Ly —. Solté demasiado divertida.
— ¿Que sabes tú de eso? No, si… — dijo con sarcasmo — Venus la que más sabe de sexo.
— Contigo de amiga o término sumacunlao en sexo o sexóloga, además no tendré mucha práctica, pero en la teoría tengo un veinte. — le dije sin más siguiéndole la corriente, ambas nos reíamos. —Deberías venir, me siento tan sola.
— No, si ya mismo, deja que agarre una lancha en la guaira e iré derechito allí. —El sarcasmo se le notaba a leguas. — Oh cierto, que ni sabes dónde diablos estas. — negué sonriendo, ella tenía razón. Solo pude limitarme a reírme.
— ¿Con quién hablas?— escuché aquella deliciosa voz de Zahir a mis espaldas.
— ¿Es él? marica, pásamelo, pásamelo...— dijo insistente, gritando contra la bocina, Ay dios. Solté una risa divertida.
— Hablamos luego Lily. — dije al colgarle y voltear a verlo. — ¿Vas a correr?— pregunté, unos segundos después mi mente reaccionaba. Que pregunta tan estúpida venus.
Dioooos mío. Pero es que su mamá y su papá lo hicieron con mucha, mucha dedicación. Estaba vestido con ropa deportiva, venia bajando las escaleras hacia mí, tenía unos zapatos deportivos grises a juego con su suéter holgado y una camiseta blanca que lo hacía ver juvenil, Aun más joven de lo que ya parecía y no era. Venía dando saltos y yo simplemente estaba engatusada como una imbécil de lo que veía.
— Voy... Vamos a correr. — anunció, parándose a un lado mío estirándose. Ante su comentario solté una carcajada, pero la risa no duró mucho porque zahir me miraba como embelesado al momento en que me reí, Intimidándome, hasta ese entonces pude percatarme que nunca había reído ni sonreído para él o frente a él.
— El ejercicio no es lo mío.
— Empezará hacer lo tuyo. — me contestó con terquedad, yo rodee los ojos sonriendo. Malvado terco.
Ambos volteamos el rostro cuando oímos pasos cerca y dos de los guardias de la mansión venían acompañados de una mujer rubia, mayor pero muy bella, venia vestida ejecutiva con unos papeles en mano.
— Buen día, mi señor Sultán. — dijo con una sonrisa pintada en el rostro. — Necesito comentarle algunas cosas.Mi señor Sultán.... ¿Y esta?
Ni siquiera unos buenos días para mí. Estoy pintada en la pared ¿o qué?— Buen día, Voy a correr. — anunció terminando de bajar las escaleras, aun sin dejar de verme, realmente esperaba que corriera. Estaba loco.
— Ah perfecto— dijo esta y le entregó los papeles a uno de los guardias, de su cartera que llevaba cargada en el hombro, sacó unos tenis. Mi boca se abrió sorprendida y sé que zahir pudo notarlo porque sonrió y lo mire, que deliciosa sonrisa tenía unos dientes perfectos y unos colmillos largos, dios cólmame de paciencia. Esto es un castigo para mí. — Así hago algo de cardio.
— Al parecer alguien si quiere correr conmigo. — me anunció Zahir, lo miré alzándole una ceja, lo observé y lo observé. Debió suponerlo, debió notar en mi mirada que algo en mi estaba provocando y jamás había provocado... Celos. Desvié la vista con mi habitual cara de mal humor, este terminó de bajar las escaleras, esperó que aquella mujer se colocara los tenis y se echaron a correr mientras esta parloteaba, los miré hasta que sus espaldas desaparecieron de mi campo de visión.
— Ojala se parta una pierna alguno de los dos. —solté con acides y escuché unas risas que venían de los guardias que me habían escuchado, solo pude sonreírles.
Lo que restó de mañana estuve de muy, muy mal humor.
A la mierda la tensión sexual y la atracción entre ambos. Zahir era un grandísimo hijo de.... y eso jamás cambiaría, por unos momentos comencé a sentirme atraída por el ridículo del que era mi esposo y no podía suceder más. Aun así ¿Por qué estaba tan molesta?
Si, por naturaleza era posesiva, eso conllevaba que aunque zahir realmente no era nada mío, ni teníamos algo, el simple hecho de que llevara su apellido y fuera su esposa me otorgaba algún tipo de posesión sobre él.
"Mi querida reno", aun esa oración me resonaba en la cabeza y me revolvía el estómago, cada vez me obstinaba más, ya para el medio día era una bomba de tiempo que en cualquier momento iba a estallar.
— Señora Venus ¿Desea que le sirva de una vez?—me preguntó una de las de servicio.
— Venus —la corregí. — te he dicho que no me llames señora, eso suena tan de vieja.
Esta solo pudo sonreírme, a todos les costaba adaptarse a tratarme con más confianza cuando Zahir estaba cerca, eso con llevaba que se mantenían alejados de mí, siempre había sido alguien súper amigable y aunque Lily fuera mi única amiga cercana realmente siempre estaba rodeada de muchas personas, conocía mucha gente pero cambiar de país era cambiar de ambiente, de amistades de todo.
Y con el cojonero esposo que me gastaba, menos que tendría amigas y mucho menos amigos. Zahir era tan enfermo que capaz si veía algún hombre muy cerca de mí lo asesinaba, así yo no le importara en lo más mínimo. Un par de risas se escucharon acercase y se me cerro absolutamente el estómago. Él venía con ella.
Ella abrió la puerta de la cocina como Pedro por su casa. Venían ambos riendo, ese imbécil conmigo jamás se había reído, para mayor de males y para mayor arrechera.
— Señor Zahir ¿Le servimos su almuerzo? — Le preguntó la del servicio, tomé un pedazo de pan masticándolo suave.
— Si.
— ¿Ella es? — preguntó aquella mujer y volteé a verlos a ambos. Ella se refería a mí.
— Ella es Venus, mi esposa. — Vaya, al oír aquello me entró un fresquito. Si su esposa, yo....
— La del trato con Moon — soltó ella y aquel pan que masticaba me cayó como un pedazo de piedra en el estómago, solté el pan. — la esposa por negocios. — concluyó, Me levanté de la silla.
— Se me ha ido el apetito — anuncié con voz seria y miré a la de servicio. — Guárdamelo por favor. — ella asintió. Me erguí y sentí los huesos del cuello sonarme, hasta ese momento me percaté, que tenía las manos en puños.
Me voy o la voy a partir, y si se mete el sultán lo voy a golpear en términos coloquiales a coñazos. Desvié la vista a la chica y alcé una ceja.
— venus... — escuché llamarme a zahir, pero sonaba más a una de sus advertencias que solía soltarme. Pasé caminando por un lado de ellos, saliendo de la cocina. Mi imagen mental era corriendo como una desquiciada por toda la mansión, y estampándome contra una pared.
Malparí....
Cálmate.
Respira.
Apenas salí de allí, empecé a caminar como una loca por toda la casa hasta que me detuve en seco en mi habitación, quizás el cerebro me andaba a cien porque no podía evitar aquella rabia que me estaba recorriendo el cuerpo, no era alguien de hacer ejercicio pero había recordado que Ly cada vez que tenía un arranque de ira, salía a correr o hacia muchísimo ejercicio en exceso, Como si aquello le sirviera para drenar la ira.
¿Por qué no servirme a mí? abrí aquel armario que me había dado el Sultán y entre tantas cosas tomé una licra negra, un crop top blanco que legalmente era de un especie de traje, unos zapatos deportivos, una gorra negra unicolor. Me desvestí para así ponerme todo aquello, me di un vistazo en el espejo y una sonrisa de maldad se asomó por mi rostro.
Jamás me había considerado una mujer fea, aunque por más que intentara negarlo, dios me había dotado o había sacado los buenos genes de mis padres. Siempre mi padre solía decirme de niña que en ocasiones la belleza podía ser una terrible maldición y una pesada cruz para los hombros de cualquier. En aquellas ocasiones no podía entender porque solía decirme eso, hasta que con el pasar del tiempo lo comprendí, a medida que iba creciendo comenzó a prohibirme vestirme de ciertas maneras, de arreglarme, de no salir muy seguido, de no usar ropa estrecha, llegó momentos que me decía que no me peinara, pero aun así negaba varias veces con la cabeza y él decía que era un caso perdido.
Hasta que una mañana un tío lejano intentó propasarse conmigo y entre las cosas que decía me dio a entender el poder que tenía para corromper la mente de los hombres, el mal que tenía encima de por vida hasta que envejeciera. Quizás por eso terminé tatuada creyendo que la gracia de mi cuerpo y rostro disminuiría, en cambio fue lo contrario, de un mujer bella, sutil y muy exuberante, terminé como una mujer provocativa, sexy, ruda y con un cuerpazo adornado sensualmente con tinta y figuras. La cura fue peor que la enfermedad.
Tomé los audífonos y el iPod. Al salir de la habitación bajé a la planta baja y me los topé.
El día comenzaba a mejorar.
Zahir me miró de arriba abajo, apenas voltee a verlo, pero lo que si vi de reojo es como aquella rubia me miraba de arriba abajo anonadada. Bitch.
— ¿A dónde piensas ir así vestida? — me preguntó, en un súper tono alto y mandón. Me encogí de hombros y me coloco los audífonos, sé que aún me seguía diciendo cosas pero como la música invadía mi cabeza no lo escuchaba, abrí la puerta ignorándolo y bajé con rapidez las escaleras. Sé que si me detenía lo iba observar caminando hacia mí. Me estiré en la entrada de la casa, di dos salticos y me eché a correr por el mismo camino que habían agarrado ellos en la mañana, la verdad, Ly no fallaba.
Estuve corriendo por un camino lleno de árboles altos como un bosque, tipo sendero escuchando a todo volumen Trap, porque si, de donde venía era lo que más sonaba y mi iPod estaba inundado de esa música.
Así que mientras Zahir escuchaba música clásica y baladas tranquilas, yo escuchaba como decían dónde y cómo querían que les acabara. Así más o menos una idea de que nosotros éramos polos totalmente opuestos, y que ese dicho que decía: "Entre polos opuestos se atraen" valía madres, porque no pegábamos ni una conversación.
Esa sensación de calor más la brisa golpeando el rostro, era deliciosa y placentera. Quizás el hecho de que iba corriendo distraída no me hizo percatarme de que me seguían y no precisamente Zahir.
Sentí una mano tomarme la cadera y un grito que pude escuchar por encima de los audífonos que se me cayeron del salto que daba, una maldición se me escapo de entre los labios, para luego sentir una mano taparme la boca, y como me giraban para encararme y toparme con los exaltados y rojos ojos de Simón, que estaba respirando entrecortado pero no más que yo, que me sentía en ese segundo como un presa, cerca del depredador. Este me soltó la boca poco a poco y solté un quejido de protesta mientras tomaba mis audífonos del suelo.
— Pero casi me matas del susto ¿Te has vuelto loco? —. Pregunté llevándome una mano al pecho, simple muestra del susto. Simón en cuestión de segundo estaba cerca de mí, tan cerca que pude sentir el olor a licor rancio que soltaba de su boca, Borracho no estaba pero si muy ebrio, aun así se mantenía en pie y no tambaleaba, pero si le veía la mano temblar. Intentó acercar su boca a la mía, pero le voltee el rostro, vi de reojo empuñar sus manos haciéndome tragar saliva. — ¿Qué crees que estás haciendo?
— Un favor con un favor. — apenas oí esas palabras, un escalofrió me recorrió la espalda.¿Creía que el favorcito no tendría que pagarlo?, incrédula Venus, me gritaba aceleradamente la mente e inflé el pecho. Él tenía razón, había tenido una actitud demasiado imbécil y ahora estaba recibiendo las consecuencias de los actos que había hecho.
— Si me tocas tan siquiera un cabello, Zahir va a hacerte papilla—. Confesé, intentando que aquello lo intimidara pero no fue así, se llenó el pecho de aire y lo vi, sacó el arma de su funda y el aliento se me corto, Simón solo soltó una sonrisa.
— Igual me matará, después de que haga lo que haga. Decida mi señora ¿Por las buenas o por las malas?— dijo.Él estaba decidido lo que haría.
Estaba sola.
Estaba armado.
Yo lo había provocado. Solo estaba recibiendo las consecuencias de mis actos.
Y así la diosa comenzo a darse cuenta que en verdad la belleza era una maldición
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Venus (COMPLETA)
RomanceSinopsis Un matrimonio negociado... Un hombre millonario, poderoso y peligroso... Un contrato de por vida... Una mujer de armas tomar... Con lo que Zahir Corvis, no contaba, era que su esposa Venus aparte de darle dolores de cabeza por sus actitudes...