capitulo 25 - Madame

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VENUS

Sonidos... siempre escuchaba sonidos. Estaba en un lugar oscuro y fue solo un parpadear. Cuando la luz me golpeó la vista. Como si me hubiera desmayado.
Seguramente era eso...
Cuando pude parpadear, sentí los ojos llorarme. Tenía el rostro inundado de lágrimas ¿Por qué lloraba?, intenté llevarme la mano al rostro pero me pesaba tanto... tanto.... me dolía tanto el cuerpo.
Estaba entumecida.
¿Por qué estoy así?, ¿Por qué lloro tanto?
Lo primero que vi fue un techo blanco, alumbrado por un bombillo, mejor dicho una lámpara redonda. ¿Dónde estaba?, ¿Por qué estaba aquí?
Bajé la vista y me vi en una habitación blanca, por los muebles y otros accesorios supe que era una habitación tipo hotel, pero al mirar a mi alrededor vi maquinas, tubos, que pitaban y soltaban un chillido insoportable. Mi boca... abrí los ojos asustada, cuando intenté moverme y al darme cuenta que no podía ni tan siquiera hablar, tenía una especie de tubo delgado que me atravesaba la boca y me incomodaba. Empecé a toser y sentí un par de manos, intentar tranquilizarme, mis ojos cayeron a una mujer bastante joven que me miró súper acelerada al ver mi expresión.
— ¡Cálmate! — me dijo en seguida. Yo sentía que el corazón que se me saldría del pecho, de lo asustada que estaba. No sé dónde estaba, que había pasado. — Si me oyes parpadea tres veces. Eso será un sí. — me dijo hablando acelerada. En seguida, no lo dudé y lo hice. — ¿El tubo es lo que te tiene así? — Parpadeé tres veces. ¡Sácame esta mierda! — Debes relajarte para poder sacarlos y deberás hacer exactamente lo que yo te diga. ¿Si? — Parpadeé de nuevo.
Jodida sea.
Luego de un procedimiento terrible, aquella mujer sola, con una magistralidad me sacó aquel tubo que usaba para respirar. Aun luego de eso, no podía hablar y las lágrimas se me escapaban aún más del desespero. Pero aquella mujer morena, preciosa, amable me tuvo tanta paciencia que me sorprendía y naturalmente, era enfermera por su vestimenta blanca. Intentaba hablar pero esta me lo prohibía una y otra vez. Solo podía afirmar y negar con la cabeza. Además de parpadear.
Aun así, no duré mucho tiempo despierta, porque en seguida el sueño me alcanzó y nuevamente todo fue negro.
Esta vez la oscuridad fue más larga, pero seguía escuchando ruidos. Una voz masculina que me saludaba, que se despedía, que gritaba, que hablaba aunque no entendía con claridad que decía entre gritos.
Al abrir de nuevo los ojos con más rapidez, voltee la vista y esta vez vi el sol muy alto que me golpeaba el rostro, olía a salitre, una playa. Esta vez el sonido de las olas se oía muy fuerte, cosa que no noté antes. Todo se oía calmado, sereno, o era yo...
Esta vez pude girar el rostro, y la vi. Aquella enfermera me veía esperando ver mi reacción y una sonrisa se pintó en su rostro al toparnos la vista. Se levantó colocándose a mi lado. Ella sacó una lucecita de su bolsillo y me abrió los ojos, parpadee aturdida por la luz, me hizo abrir la boca y me revisó.
— ¿Me oyes? — me preguntó y yo parpadeé tres veces. — Bien. ¿Sientes esto? — me preguntó cuando me apretó el muslo y parpadee. Hizo lo mismo con mis manos, brazos, pies, abdomen, cuello, rostro, tronco.... ella se estaba asegurando de que tenía plenas sensaciones de mi cuerpo. — Esto es perfecto. — Dijo hablando como si yo pudiera responderle. — ¿Me ves perfectamente? — Parpadeé de nuevo. ¿Por qué coño no puedo hablar? — te lo voy a explicar brevemente. — dijo como si adivinara el desespero de dudas que tenía. — Estuviste en coma, muchísimo tiempo. — ¿What? ¿Por qué? ¿Cuánto tiempo? Empecé respirar desesperada y notó el cambio. — Debes calmarte. Ayúdame para ayudarte. — Solté un respiro. — Trataré de explicarlo lo mejor que pueda. Tus movimientos motores van a pasar por un proceso, han estado mucho tiempo dormidos, tus cuerdas vocales, la vista, tu manera de comer. Todo va hacer un proceso lento para que nuevamente seas independiente, debes tener mucha paciencia y entender que esto será algo largo.
¿Largo? ¿Paciencia?, empezaba el calvario. Lo que más me mataba era no poder decir una jodida palabra. Tenía muchas preguntas y pocas respuestas. Entonces, solo podía abstenerme y llenarme de algo que naturalmente se veía que no tenía, paciencia.
Los primeros días fueron traumáticos, sobre todo con el hecho de la comida, todo líquido y sin sabor. ¡Horrible!, mi querida enfermera también era traumatóloga y fisioterapeuta toda una cajita de sorpresas, así que en toda esa casa no vi a nadie más que solo a ella. Por las noches si oía ruidos, más que todo de mujeres y supe que la inmensa casa de dos pisos, estaba habitada por las noches y en las mañanas cuando me trasladaba a otras habitaciones que habían acondicionado para mí como un gimnasio, siempre estaba todo solo.
Pero en las noches y madrugadas. Aquella casa parecía una hermandad universitaria de chicas alborotadas.
Alexa, era el nombre de la enfermera morena, quien día a día me ayudaba a comer, bañarme entre otras cosas.
Una mujer que se le iban los ojos mirándome, pero no la culpaba, aun delgada tenía un cuerpo bastante añorable. Quizás eso la confundía más a ella, comenzó a masajearme los músculos, ayudarme hacer ejercicios para fortalecerlos. Fue difícil al principio y en el proceso. Era hacer todo de nuevo, aprender a saber cómo tomar las cosas, a aprender a caminar, a girarme, a doblarme, a agacharme, era difícil cuando aún el cuerpo no quería reaccionarme. Cuando tenía la cabeza llena de dudas y aún más cuando apareció ella... aquella flamante mañana.
— Veo que has mejorado bastante. — Estaba de pie frente al espejo, intentando peinarme el cabello extremadamente largo, cuando la voz de una mujer desconocida me hizo girarme. Una mujer rubia y hermosa que desprendía elegancia, tenía un traje blanco y mucho maquillaje. Ella desprendía cosas que llegaban, que impactaban. La miré confundida, ella se acercó y me sonrió con picardía. Sus ojos me observaron de arriba abajo detallándome y me sentí desnuda ante ella. — Eres mucho más hermosa e imponente en persona. Es un inmenso placer conocerte Venus. Soy Patricia. — Me dijo con total tono neutro. — Ya sabes cómo funcionara esto por las buenas. — me puntualizó.
— ¿Por las buenas? — Preguntó Alexa, al ver que yo no hablaba, pero si me exasperaba rápido mirándola sin entender y esa mujer atractiva y con bastante siliconas se acercó a mí asintiendo, la vi dar un paso más y se me erizó la piel cuando metió su nariz en mi cuello y aspiró. Oliéndome.
— Si. Querida y dulce Venus. — dijo asintiendo. — Si te portas bien, y haces lo que se te dice. Serás mi reina en este castillo de ninfas. Mi reina ninfa. — Admitió sorprendiéndome al robarme un beso de piquito en los labios. — si te portas mal... créeme que por las malas soy muy desalmada. — ante aquello no lo dudé ni dos veces, simplemente asentí. Ella al ver lo dócil que estaba sonrió. — Perfecto. — me detalló de arriba abajo. — Alexa, ponle una rutina de ejercicio, ella de por si es más acuerpada, está muy delgada. Pónmela robusta, pónmela más rica de lo que ya está. — Esta se giró viendo a la morenaza, como si yo fuera una pared. — Si llegan los estilistas, pídele que la dejen tal cual, no le tocaran ni el cabello ni la cara. Pueden maquillarla y peinarla sin corte ni tintes. — esta solo asintió. — Sus docentes llegaran pronto.
¿Docentes?, ¿De qué diablos habla esta?
— Ok... hay un detalle. — le dijo Alexa. — No habla. Su cerebro ha desarrollado una autodefensa y no he podido hacerla hablar. — Admitió. En ese momento, no lo había visto así, pensé que de por sí, no hablaba.
— contrataré una profesora de señas. Ambas verán clases de lo mismo. Eso es todo. — dijo y se giró para sonreírme. — espero que estos meses aprendas rápido. Tú serás mi gallinita de huevos de oro. — Confesó con suma seguridad. Y yo no entendía de qué cojones hablaba. Jamás lo entendí, jamás quise saberlo, hasta que llegara el momento.
De alguna manera Alexa aun viendo clases de señas me presionaba para que hablara, lo intentaba pero era como si estuviera ronca, absolutamente nada salía. Hasta que...
Los docentes, terminaron siendo eso docentes y no cualquier clase de docentes.
Inglés, francés, alemán, portugués, italiano, señas, pasarela, protocolo, maquillaje, peluquería, dicción, pole dance, kizomba, ballet clásico, historia, oratoria, locución, psicología, defensa personal, entre otras cosas...
Me saturaron de información hasta por las orejas, que naturalmente debía llevar a cabo y a la acción. ¿Por qué? ni yo la sabía. Pero ¿Quién me creía yo para decirle que no aquella mujer que andaba siempre armada? nadie.
— ¿Recuérdame porque sigo haciendo esto? — pregunté guindada en aquellas barras, apenas sostenida por las piernas con la cabeza hacia abajo y doblándome ante cada abdominal. Al final Alexa, si terminó haciéndome hablar, pero solo podía ser frente a ella, porque absolutamente para todos aun seguía sin hablar.
— Tampoco es que yo lo sepa mucho. — admitió Alexa. — Solo sé, que si queremos seguir vivas, es mejor hacer lo que Doña Patricia quiera.
— O sea que debo abrirle la pierna a cuanto tarado, Doña Patricia quiera ¿no?
— Parece ser...
— La suerte de las feas, la queremos las bonitas. Ya dicen.
Cada noche, de cada día... él volvía a mi cabeza.
Aun ante todo oscuro, escuchaba su voz, esa voz que me llamaba, que me decía que me amaba, aunque también que lo enloquecía, una voz sin rostro, sin expresión, sin dueño. Pero una voz que me atormentaba cada noche, que me lastimaba y a la vez me hacía feliz. Era muy contradictorio, era muy confuso, era doloroso.
Al despertar como cada mañana, tenía el rostro lleno de lágrimas. Estaba totalmente confundida.

Venus (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora