Piensalo. Un lugar de ensueño, un montón de niños para jugar, ¿Qué podría salir mal?
AVISO: contenido abusivo y violento
{La historia está inspirada en OUAT}
Los niños perdidos nos arrastraron hasta el campamento, al llegar nos ataron a ambos al tronco de un árbol con unas lianas que raspaban la piel, la sensación era tan desagradable que mi estómago se encogió y mi garganta trataba de respirar calmadamente, todos los recuerdos de este lugar me estaban persiguiendo y generando una angustia inhumana. Hice una expresión de dolor cuando apretaron las lianas contra mi cuerpo, pero no deje ningún sonido salir de mis labios, no iba a darles esa satisfacción.
Félix: Ir a por la mezcla, vamos a ver que estaban haciendo allí estos indígenas - escupió la última palabra con asco. Comencé a temer lo peor, no me fiaba de los chicos del campamento, ¿Qué clase de mejunje asqueroso serían capaces de hacernos tomar?
Un rato después los dos chicos castaños, Ed y Ron, llegaron cargando un caldero con una sustancia anaranjada dentro. No voy a mentir, tenía una pinta repulsiva.
Félix: Servidlos, esperemos que haga efecto para cuando llegue Pan.
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Tigrilla
Cuando acabamos de arrancar las raíces las manos me ardían, alguna que otra había sido difícil de cortar, pero estaba acabado, Pan dejaría de vivir eternamente, puede que no hoy ni mañana, pero algún día el reloj haría caer el último grano de arena. El árbol comenzó a morir lentamente, no era justo que la ambición de Pan acabará con la magia de Neverland, pero no había dejado pie a otra opción.
Yacu: Creo que lo más lógico es pensar que no han logrado llegar hasta aquí. -dijo mi compañero secándose el sudor de la frente.
Tigrilla: Estaba segura de que al menos Nahuel pasaría - dije recuperando el aliento, de repente un viento helado inundó el ambiente, sentí como mi cuerpo se congelaba, si el árbol moría, todo lo que le rodeaba también lo haría, y eso nos incluía a nosotros. - debemos irnos, rápido.
Yacu simplemente asintió y ambos echamos a correr sin saber hacia dónde, pero tan lejos de allí como pudiéramos.
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Peter
Cuando llegué donde el árbol de la magia vi que la nieve había cubierto el suelo, mis ojos se abrieron de par en par ante la incertidumbre. Lo habían matado. Habían acabado con la magia. Dejé de volar y posé los pies sobre la fría nieve. Rocé la corteza del árbol con la punta de los dedos y entonces me acordé.
