11 Años despues

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Los metales chocaban, desprendiendo un sonido sordo que le calaba en los oídos y le impedía concentrarse en las palabras que leía en su mente sin cesar. No había pasado de la primera oración  de la página. Bufó. Vencida por el luchar de los dos muchachos frente a ella, levanto la mirada y los miro molesta.

Se movían con destreza, con cuidado de no caer y sin dejar de mirar a los ojos del otro. El mayor de los dos muchachos sonrió cuando su contrincante retrocedió molesto. Pero su contrincante arremetió con aun más fuerza,  haciéndolo retroceder ahora a él;  movimientos rápidos e incesantes lo atacaban sin darle descaso, confundiéndolo, el pequeño le daba batalla: era justo lo que había esperado.  Sonrió de nuevo y lo vio retroceder una última vez.

Sus piernas se movieron con rapidez, apoyo su pie derecho en una enorme roca enterrada en el suelo, y se impulso de ella. Saltó con espada en mano. Un rayo de luz dorada se reflejo en el delgado metal, encandilando la mirada marrón de la espectadora y la azulada del enemigo.

No lograban ver nada más que no fuera luz.

Los metales chocaron una vez más - la mano del muchacho mayor se había elevado mas por inercia que por otra cosa-. El ruido sordo hizo eco en sus oídos. Los metales dieron un giro y un metal se escucho caer sobre el pasto.

Sintió la helada punta del metal contra su garganta.

-Lograste vencerme... al fin.- Sonrió satisfecho desde el suelo el muchacho mayor.

-Te dije que no me subestimaras.

El pecho de ambos subía y bajaba, luchando por tomar un poco de aire y calmar su acelerado corazón.

Aplaudían. La espectadora de mirada marrón y cabello obscuro los miraba sonrientes.

-¿Quién creería que llegarías a ganar alguna  vez?- le sonrió a su hermano.

-Te diré lo mismo cuando entrenes con el arco, hermana.- Dijo el más pequeño resaltando la última palabra.

Ella paró de sonreír y el muchacho moreno, que antes descansaba en el suelo derrotado, se detuvo a su lado:

-Déjala en paz, a puesto que te ganaría en combate,- acudió en su ayuda el muchacho.

La muchacha sonrió y su hermano hizo una mueca.

-Eso quisiera,- levantó la mirada con aire burlón y se cruzo de brazos.

-No seas grosero con tu hermana,- la voz de su madre se escucho detrás suyo.

El muchacho moreno se alejó de la chica y sonrió.

-Después de todo... el haber perdido la apuesta ya es bastante tortura,- Susan sonrió y se detuvo al lado de su hijo.

-¿Apostaste a que ganaría?- Leire parecía sorprendida, pero sabía que sus padres no estaban nunca de acuerdo... no cuando de apostar se trataba.

-¿Lo ves, Lei? Mamá si sabe.- Rilian beso su mejilla y Susan sonrió.

-Andando, ya nos están esperando para comer. Además... debo ir a exigir lo que se me debe.

Susan le sonrió a su hija, que mirando a su hermano hacia una mueca, Y comenzó a caminar con Rilian a su lado. Leire se quedo atrás de brazos cruzados.

-¿No piensas ir a comer?- el muchacho moreno se giró y la miró.

Leire negó con la cabeza y se mordió el labio. El muchacho sonrió, acercándose a ella.

-Hay que aprender a perder, Lei.- Pero ella volvió a negar con la cabeza;- ¡bien! Entonces te llevaré yo.

La tomó de la cintura y se la echó al hombro, como si de un saco de papas se tratara,  luego echó a correr lo más rápido que sus piernas le permitieron.

Una Historia Diferente: Susan Y CaspianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora