Con los brazos abiertos

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El ruido de sus pasos hacían eco en los pasillos, sonando, aun más, bajo el voto de silencio que las paredes guardaban en honor a su reina. Deslizaba las yemas de sus dedos por los muros del castillo, memorizando hasta el ultimo rincón. Se detuvo. Giro con cuidado la perilla de la puerta y la empujó; rechinó, y el cuerpo cansado que sobre la cama dormía, se removió. Sonrió aliviada.

Era eso lo que venía haciendo desde hacía varias horas atrás. Recorría los pasillos en busca de las puertas que albergaban a sus adormilados hijos. Se detenía a mirarlos y luego sonreía; quería llevar con ella el recuerdo de sus pequeños ya crecidos, no el recuerdo de sus miradas enrojecidas y sus mejillas bañadas en lágrimas.

El lugar estaba vacío; en silencio. Caspian había despedido a la servidumbre un día antes, no le agradaba la idea de que el resto del mundo supiera la manera en que la benévola se había despedido de ese mundo, de su familia. ¡No! Sólo ellos debían saberlo; sólo aquellos que eran cercanos a la reina, se sabrían dignos de verla, por última vez, derramar lágrimas de dolor.

Salió al jardín y el viento lanzó lejos de su rostro su largo cabello. Caminó despacio, disfrutando del cantar de las aves y el olor a flores. Entró al laberinto y sonrió a cada paso que daba; Leire y Rilian solían jugar ahí; Caspian los seguía y, al salir, siempre habían visto a su madre con los brazos abiertos. Recordaba como, de pequeña, la niña rompía en llanto cuando su hermano la había dejado sola y ella no encontraba la salida; pero Rilian siempre había vuelto por ella.

Rió. Porque, aun ahora, sus hijos solían perderse. Rió. Porque, como ellos habían dicho, nunca serían demasiado pequeños o demasiado grandes como para jugar en el laberinto. Vio la salida y caminó aun mas lento, oculta bajo la sombra de los altos arbustos.

Pero fue otra sombra la que le hizo caminar más rápido.  Levantó un poco su vestido y se acercó en silencio. Lo abrazó por la espalda y él tomó su mano; lo vio sonreír.

-¿Qué haces aquí?- susurró.

-Esperándote... como siempre lo he hecho y siempre lo haré; ¿y tú?

-Buscándote; afortunadamente, siempre te he buscado y siempre te he encontrado.

Guardaron silencio y el viento dejo escapar un resoplido.

-¿Siguen dormidos?

Ella asintió.

-¿Irás a despertarlos?

-Nunca me gustaron las despedidas, lo sabes.

-Creí que harías una excepción; son tus hijos, después de todo.

Hizo un puchero y se acurrucó mas contras su espalda.

-No hables, quiero disfrutar esto.

Caspian dejó escapar una risilla.

Sintió el pasto hundirse a sólo metros de distancia y el respirar tosco y sonoro de alguien más. Se giraron. Vieron, primero a los pies de león, subieron a su enorme melena y detuvieron su mirada en los ojos del león que, disculpado por su interrupción, los miraba apenado.

Susan se apartó y Caspian sostuvo su mano con fuerza.

-¿Lista?-preguntó el gran león con serenidad.

-Si,- le respondió en un hilillo de voz.

Deslizó sus dedos lejos de los de Caspian, y comenzó a caminar.

-¡¡¡NO!!! Espera.- Leire corria.

Rilian, Sayid, Cael, Rastaban y Eltanin la seguían. La ultima no espero mas tiempo; se lanzó a los brazos de Susan y le abrazó con fuerza, dejando que al fin las lagrimas corrieran por sus mejillas.

Una Historia Diferente: Susan Y CaspianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora