Desiciones

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La noche había caído; en el exterior la luna brillaba con intensidad y las estrellas le acompañaban. Nubes negras amenazaban con llover, dándole un aspecto aun más tenebroso a tan trágica noche.

Ella descansaba en la silla, a un lado de la ventana, miraba al exterior esperando ver que alguien entrara por las puertas del castillo; el aspecto en su rostro no detonaba nada más que tristeza, la luz blanquecina de la luna se reflejaba en la pálida piel de su rostro, dándole un aspecto más sombrío. Quizá era la situación acongojada que vivían en ese momento, quizá era el ambiente pesado que inundaba el castillo, quizá era aquello lo que la hacía lucir tan irreconocible, no lo sabía, pero de algo estaba segura: nadie ahí estaba feliz.

Pues la reina se marcharía... y el rey estaba decidido a partir a su lado.

Suspiró.

La puerta se abrió de golpe.

Un par de figuras se vieron entrar; uno con paso apresurado y el rostro molesto y el otro, sólo intentando calmar su molestia.

-¿Dónde están?- se detuvo frente a ella, pero ella sólo miraba por la ventana.- ¿Dónde está mi padre?

-Fue a buscarla,- soltó ella sin mirarlo.

Él comenzó a caminar de  nuevo, pero aquel que le acompañaba no le imito, sino que se quedo ahí... de pie junto a ella.

-¡Rilian, por favor!- se puso de pie y su hermano se giro para mirarla-: déjalos, no los busques.

-¿Por qué?

-Regresaran cuando tengan que hacerlo,- pero vio en la mirada de su hermano que no le entendía, no aun.- Si este es su final... déjalos solos; hay que concederles al menos eso.

El nudo en su garganta había vuelto a aparecer, impidiéndole hablar.

-Este no debería ser el final, no debería terminarse así.

-Lo sé, pero no hay nada más que hacer.

Rilian bajo la mirada, miro al suelo un par de segundos y luego negó con la cabeza frenéticamente, incapaz de hacerse a la idea de perder a su madre.

-No... este no es el final, no aun.- Murmuró con aire sombrío.

-¡Rilian!- pero su hermano ya había cerrado la puerta.

No sabía ya que hacer, lo había retenido el tiempo suficiente para que sus padres pudieran dirigirse un par de palabras, pero Rilian acababa de salir y a ella ya no le quedaba idea alguna.

Dejó caerse de golpe de nuevo en la silla. Se sentía a morir; sentía como su corazón corría dentro de su pecho sin rienda alguna, como las lagrimas luchaban por salir de sus ojos, como el nudo en su garganta le impedía hablar -le impedía, incluso, poder mirar a aquel que aun permanecía a su lado-; no sabía qué hacer, no había nada que hacer más que esperar y ella no sabía cómo soportar todo aquello.

-¿Lei?- Sayid murmuró su nombre con inseguridad.

Pero ella aun miraba afuera, ya no a las puertas del castillo, sino a las estrellas, intentando ver en ellas la respuesta a la pregunta que en su mente se había formulado; una pregunta por la cual su mente y corazón se contradecían. Una pregunta a la que ya tenía respuesta.

-Iré con ella, Sayid.- Dijo sin poder mirarlo.

-¿Qué?- el moreno no supo si su oído le había fallado.

-Me iré con mi madre,- se armo de valor para mirar a aquel par de ojos que tanto amaba; aquellos ojos que la habían cautivado desde el primer momento; los de su primer amor.- No podrá hacerlo sola, estará allá pensando en que sucederá aquí y eso... será demasiada tortura.

Una Historia Diferente: Susan Y CaspianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora