Pequeño avance.

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La cena duró poco, nadie comió mucho y la verdad es que el ambiente era abrumador. Hermione, Ron y Harry se excusaron en querer salir a tomar aire fresco mas Cassie se queda con Ginny, no quería dejarla sola.

Se sientan junto a la chimenea en silencio, solo observando las llamas abrasadoras chispear y cambiar de colores naranjos, amarillos, rojos y azules.

Ginny se encontraba con Cassio junto a la chimenea de los Weasley mientras Harry, Ron y Hermione habían ido a dar una vuelta.

La señora Weasley refregaba los platos a mano, sin magia y el Señor Weasley se encontraba sentado en el sillón, mirando a la nada. Nunca se había visto la casa de los Weasley tan triste. Con horror la chica mira hacia la ventana, los gnomos de jardín invadían el patio, sentían que les pertenecía. Ginny la observa fijamente.

-Nada es lo mismo. – dice sin rodeos. – Ya nadie ríe. Nadie hace bromas. Papá ya no habla de cosas muggles y George... - deja la frase suspendida mientras agacha la mirada apenada.

Conoce su situación, sabe que no duerme en su cama, que no ha vuelto al trabajo, que está aislado del mundo...de ella. – No. – sentencia y su amiga la mira extrañada. – Esto no puede seguir así.

-Tienes que ayudarlo Cassie. – susurra su amiga casi en una súplica, asiente con decisión y se levanta.

- ¿Dónde está? – cuestiona mirando a todas partes como si por arte de magia apareciera por ella, pero es una mentira que su mente crea. Ginny se encoge de hombros a modo de respuesta. Se despide de los Weasleys que quedan en la casa y sale.

Busca por muchas partes alrededor de la colina y luego recuerda un lugar, una laguna no muy lejos de la Madriguera, la había llevado ahí un par de veces. George le confesó que en ese sitio se escapaba con Fred para probar sus inventos explosivos grandes, como con pólvoras y esas cosas.

-No puede seguir así. – susurra para si antes de cerrar los ojos y desaparecer en la asfixiante oscuridad.

Vuelve a respirar y abre los ojos, no puede sentir feliz por haber adivinado su ubicación ya que algo le revuelve el estómago. George está tirando piedras en el lago. Se acerca con cautela y tose para que el chico note su presencia.

- ¿Qué haces aquí? – pregunta bruscamente sin dignarse siquiera a voltear y mirarla.

-He venido por ti. A buscarte. – responde Cassie con la voz tomada. George lanza la última piedra y se queda quieto por algunos segundos interminables al parecer de la chica. ¿Por qué no la mira? – Sabes George, si por cada muerte que me ha tocado vivir y me hubiera comportado como tú lo estás haciendo, probablemente estaría en una cueva de ermitaña y siendo devorada por gigantes. – El chico calla. Detesta no poder verle el rostro, pero si lo hace no soportaría ver ese dolor reflejado en el café de sus ojos, pero debe hacerlo, debe voltear. – George! – grita mientras unas estúpidas lágrimas resbalan por su mejilla sin poder retenerlas, ni lo intenta hacer tampoco. – Mírame!

-Vete. – solo eso obtiene como respuesta. Nada más. Se limpia las patéticas lágrimas y entorna los ojos.

- No me voy a ir. – sentencia fríamente, sorprendida de lo gélida de su voz.

- Ya déjame en paz. – contraataca exasperado, se ha hincado y podía ver sus manos tocar el agua, también sentir el desinterés en su acción. – No tienes idea de lo que es esto.

- ¿Qué? – pregunta la chica en una risa amarga, de la pena ha pasado a la rabia. Maldito ser idiota. - ¿Me estás hablando enserio? – No, es que no era posible lo que sus oídos escucharon. - ¿Quieres que te haga una lista? Los enumero.

- Pero no perdiste a Harry.

- Por un momento si. ¿Recuerdas? – brama entre dientes, le dice a su mente que se enfríe, no vale la pena, exhala liberando la tensión. – No te compares conmigo, George Weasley.

Lentamente el muchacho se da vuelta y por fin la mira a los ojos. Como sospechaba, el dolor que reflejan es...indescriptible.

- ¿Quieres un dulce?

- ¿Qué? – pregunta él con el ceño fruncido.

- Que si quieres un dulce. – repite y extrae uno de los caramelos que ellos inventaron para lanzarlo, no entiende como se le ha ocurrido hacer eso. Espera que funcione.

- ¿De dónde lo sacaste?

- Ordené mi baúl – se encoge de hombros. – Creo que están podridos o algo... como sea tengo que irme. – hace ademán de voltearse y lo ve avanzar unos pasos hacia ella.

- ¿A dónde?

-No lo sé, solo debo irme. – muerde su labio pensativa y decide seguir hablando estupideces. - ¿Alguna vez has montado un Thestral? – el chico niega con la cabeza y observa por todas partes, ella evita reír. – Yo si, pero aquí no hay ninguno asique no podremos montar hoy. Lastima. - ¿Es idea suya o George acaba de esbozar la sombra de una sonrisa? – Sabes que, no me iré. Vete tú. Quieres estar solo, ¿no? – continúa caminando hasta sentarse a la orilla del lago abrazando sus rodillas.

- Llegue primero. – dice acercándose a ella.

Se queda en silencio unos minutos atesorando la belleza del lugar, el lago era oscuro pero limpio, las colinas verdes llenas de vida y el cielo estaba despejado, adornado con los rayos de sol y algunas pequeñas nubecillas.

- Sería bonito poder dar un paseo en lancha en este lugar.

- ¿Qué es eso? – cuestiona el chico sentándose junto a ella.

Cassie sonríe y le besa la mejilla, no quiere irse, pero sabe que debe hacerlo, para que él entienda que necesita de las personas. Se incorpora y sacude sus vaqueros.

-Adiós imitación barata de Charles Chaplin. – susurra alejándose.

- ¿Quién es él? – pregunta George antes de verla desparecer.

 Intenta alcanzarla en vano, pero ya era tarde, solo quedaba el rastro de sus huellas sobre la tierra húmeda. George vuelve a sentarse junto al lago y maldice por lo bajo. No debió haber sido un idiota, no con ella.

George, no estás sólo.  [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora