Capítulo X

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— ¿Segura que no lo mataste?

—Te estoy diciendo que no. Él solo se... desmayo, yo no le he hecho nada.

Jack dejo caer a Hayes sobre el sofá y se quedó en silencio, necesitaba pensar. Esa chica loca, siempre estaba donde no la necesitaban y siempre terminaba cabreando a cualquiera de sus amigos, y presentía y sabía que el siguiente sería él.

— ¿Vives aquí?

—Si.

—Es genial, digo, vivir en un pequeño estudio sobre tu trabajo. Nunca llegas tarde.

—Claro, lo que digas.

— ¿Tú jefe te lo arrienda?

—La librería es mía.

—Genial. Tal vez...

—Si te callarás—Dijo mirándola fijamente—Podría pensar mejor. ¿Te parece?

—Solo está ebrio. Muy ebrio. Puede que a punto de entrar en un coma etílico, pero bien.

—Necesito llevármelo, no se puede quedar aquí.

—No sé qué clase de amigo eres, si no puedes acoger a tu amigo en una noche de borrachera.

—Solo... quédate aquí con él. Volveré en unos minutos.

— ¿Y si se muere?

—Entierra el cuerpo y desaparece. Eso es lo que cualquiera en este pueblo haría.

El teléfono de Kaithe vibraba sin parar en su bolsillo trasero. Ethan y Grayson Dolan, son dos pequeñas... ¿ratas? ¿Abejas? ¡Lo que sea! El asunto es que, haga lo que haga Kaithe, no se va a poder librar de sus primos. No. Ellos quieren saber que está pasando y quieren saber que significa la bolsa de dinero. Claro, huir no fue la mejor opción... pero, no había otras.

—Ahg—Hayes se puso una mano sobre los ojos. Kaithe casi soltó un grito de alegría, casi. —¿Qué estás haciendo aquí?

—Si vas a vomitar dime para traer un...—Tarde. Hayes ya se había inclinado sobre sí mismo para expulsar todo su contenido estomacal. Kaithe solo respiro profundo pensando en la muerte de sus amados zapatos.

—Lo siento.

—No digas nada. Tú, quédate ahí y evita moverte. Mientras, yo iré a cortarme los pies.

Ella de verdad no sabía porque le pasaban esas cosas, tenía mala suerte pero... cualquier adolescente la tiene. El problema parece estar en que solo se mete en las situaciones más descabelladas.

Discutir con un chico borracho no era el plan para esa noche, y lo prefería antes de tener que volver a casa y afrontar una serie de preguntas a las que no tenía respuesta. Así que... lloró en silencio, y antes de salir del minúsculo cuarto de baño de Jack Negro Gilinsky, se atraganto con su ira y limpió su cara.

—Maldición, Grier. ¿Cuánto vomito guardas en ti?

—Dios, me siento... terrible.—No hacía falta que lo dijera, su aspecto lo decía todo.

—Vamos te llevaré al baño.

Con cuidado de no pisar el vómito, ni de tocarlo mucho, le ayudo a bajarse del sofá y caminar al baño. Hayes tenía la piel clara, y en ese estado se reflejaba casi como un papel. Los ojos se habían hundido y sus ojeras podían volverse moradas en cuestión de arcadas. 

—¿Del uno al diez, que tan del asco me veo?

—15 probablemente—Dijo sonriendo.

—Eres chistosa.

Please, Hayes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora