Epílogo

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El avión aterrizó a eso de las tres de la tarde, pero Kaithe sentía que bien podían ser las doce del medio día. El sol estaba muy fuerte. Y comenzaba a molestarle ese clima. Aunque su madre aseguró que estaba bien y que sólo era ella que estaba exagerando.

Y si era Kaithe, la pobre estaba tan nerviosa que no podía evitar sentirse acalorada, sudorosa y con el almuerzo subiendo por su garganta.

Su nueva casa estaba bien. Poco le importaba, y sólo podía esperar que no fuera la casa de un difunto. Así nl se metería en problemas.

— ¿Acabamos de llegar, podrías desempacar?

—Lo siento. Tengo que irme. Tengo algo que hacer.

Sus padres viajaban tanto que ya Kaithe ni se molestaba en desempacar, se las arreglaba con sólo deshacerse de una maleta hasta que tuvieran que marcharse y así no tendría que perder el tiempo.

Caminó por las calles no muy segura de saber a donde iba. Creía haber visto el establecimiento cuándo había ido a ver la casa nueva y recorrió la ciudad.

— ¡Demonios!

Ya estaba perdida y sin duda no sabría a dónde ir. Sacó su celular y abrió la aplicación de google maps. Bueno ¡Gracias Google!

Comenzaba a odiar a ese chico. Estaba demasiado lejos de los suburbios. Así que tuvo que tomar un taxi. Para cuando llegó al café entró deprisa buscando un par de ojos azules y cabello negro.

— Hola Kaithe.

Suspiró, y se acercó a la mesa. Sonrió con algo de decepción pero igualmente feliz por verlo de nuevo

—Hola Nash.

—Sientate—Asi lo hizo—Hayes quería darte esto—Sacó un sobre amarillo y lo puso sobre la mesa

— Pensé que el estaría aquí.

— ¿Tan decepcionante soy?

— ¡No! Sólo pensé que... No importa. ¿Cómo has estado Nash?

—Bien. Adaptandome a esta nueva situación. Tengo que irme pero prueba el pastel de queso, es realmente bueno.

Antes de que Kaithe pudiera decir otra cosa se marchó. Había hablado mucho con Hayes en los últimos días y el había asegurado que estaría allí, y en lugar de eso encontró a Nash.

No tenía nada de malo pero nunca se habían llevado muy bien que digamos. Y eso lo hacía aún más raro.

Abrió el sobre. A dentro sólo había una hoja. Una hoja dónde rezaba «¿Helado?»

—¿Qué?

Escucho una silla correrse y al levantar la mirada casi le da un infarto. Quería gritar y para no hacerlo se llevó la mano a la boca.

Hayes estaba sentado frente a ella, sonriendo y tenía una bandeja de helado tres sabores frente a él. Cómo la noche que comenzó su extraña amistad. La noche que Nash tuvo su accidente.

—Lo bueno de esto es que...—Levantó dos cucharillas—No vamos a tener que esperar que se derrita. Y me tome la libertad de pagar por el. No me gustaría que te besaras con el dependiente.

—Hayes... ¡Casi me matas del susto!

— ¡Aceptarlo es el primer paso Kaithe!

— ¿Qué debo aceptar?

—Que te decepcionaste.—Se inclinó más cerca de ella. Kaithe cerró los ojos esperando un beso—Que te gusto más de lo que dices—Abrió los ojos de golpe molesta y Abrumada—Qué esperabas un beso.

— ¡Claro que no!—Se quejó cruzandose  de brazos.

— ¡Claro que sí! Sólo tienes que aceptarlo, Cariño

Hayes se puso de pie y salió del establecimiento con el helado en mano. Espero unos segundos hasta que Kaithe apareció de nuevo, estaba sonrojada y miraba fijamente a la calle.

— ¿Y ahora dónde nos comeremos eso? Tengo algo de hambre

Antes de comenzar a caminar Hayes la trajo de nuevo hacía él, se inclinó un poco —Menos mal que Kaithe es alta— y le dio un beso.

No planeaba hacerlo. Pero tampoco pensó que Kaithe se hubiera puesto aún más linda, ni que llevará puesto pintalabios rojos.

Disfruto mucho de ese beso. Cuándo Kaithe gimio sobre su boca sintió una nueva oleada de calor. Ese gesto le recordó esa noche en su casa, cuándo la tenía en su cama haciéndola susurro su nombre cuando estaba bajo su cuerpo.

—Kaithe...

— ¿Sí?

—Te extrañé.

—Yo también te extrañé.

Hayes ya estaba completamente seguro de que le pasaba con Kaithe. No quería adelantarse pero... sabía perfectamente que eso era amor.

Kaithe, ya sabía que estaba enamorada de él. En realidad lo sabía desde la noche que estuvieron juntos en casa de G, cuidando de la borrachera de Hayes. No quería admitirlo pero así era.

Y por primera vez en mucho tiempo Kaithe deseó llegar a casa y desempacar sus cosas, porque después de muchos años estaba segura de quería quedarse en Chicago.

—Hayes... ¿Me das otro beso?—Preguntó poniéndose de puntillas.

—Sólo si dices por favor—Bromeo inclinandose más hacía él.

—Please, Hayes.

Fin.

Please, Hayes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora