Capítulo XXI

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—Hola.

—No he pedido un Romeo así que puedes bajar por dónde viniste.

—¡Vamos Kaithe! Simplemente no entiendo por qué estás molesta conmigo.

—-No tenías que hablarme así Hayes. Casi que me sacas a arrastras para evitar que hablará con Matt.

—¡No tienes nada que hablar con él!

Kaithe dejó de intentar maquillarse el golpe que tenía en la mejilla. Y simplemente dejó caer todos sus implementos de maquillaje. Puso su cara entre sus manos haciendo que Hayes se sintiera culpable por todo lo que estaba ocurriendo.

—-¿Y tú que sabes? Realmente sólo estás molesto con él por...—Tragó saliva y se quedó en silencio.—Pero él no...

—Si dices que él no quería hacerlo o algo así, es mejor que te lo ahorres.

—Yo sólo intento...—Se encogió de hombros—...Bueno, realmente no sé lo que intento.

Hayes se sentó en la cama y se arrojó de espaldas. Le gustaba la cama de Kaithe, tenía cierto aroma, algo que le recordaba a ella. Se sentó y le extendió la mano para que ella la tomará; por un momento Kaithe dudo en hacerlo pero finalmente accedió. Se sentaron uno frente al otro.

—-¿Porqué tus sábanas huelen así?

-—¿De que hablas?

-—Tienen un aroma extraño.

—De seguro es el detergente genio. Mi madre suele lavar la ropa seguido.

—Me gusta. Creo que le has dejado tu perfume.

—Ya veo—Se acostó en la cama y él la siguió en silencio. Ambos se quedaron mirando el techo desconchado.

La luz de la ventana provocaba que un rayito se colara y se formará un diminuto arcoiris. Kaithe subió su mano lo suficiente para jugar con él, y provocó que la manga de suéter bajara lo suficiente cómo para revelar la tinta sobre su muñeca.

—-No sabía que tenías un tatuaje.

-—Tengo tres.

—-No me esperaba eso de ti

—-¿Por qué? Mi carita angelical te confunde-—Dijo haciendo un puchero.

-—Jamás pensaría que eres un ángel.

—-Me ofendes.

-—Hablame de tus tatuajes.

Kaithe subió la manga de su camisa y le enseñó el infinito dibujado delicadamente en su piel, que se entrelazaban con dos nombres.

—Mis padres. Me lo hice hace un año, con un amigo. Mi madre casi me quita la cabeza aunque le pareció un lindo gesto.

—¿Qué te dijo cuando te lo vio?

—-¡Tienes 15 años ¿Cómo se te ocurre?!

—¿Dónde están justo ahora?

—No lo sé. Pero te informó que de haber tocado la puerta hubiera considerado la opción de abrirte, no tenías que escalar por la ventana.

—Lo tomaré en cuenta.—Ella sonrió y se puso de lado con la mano en el pecho de Hayes, le gustaba estar cerca de él, sentía algo de frío y su calor corporal la reconfortaba mucho—Siento mucho lo que te hice en la cara.

—Tranquilo. Sé que fue a causa de la rabieta—Hayes le acarició el rostro tratando de no lastimarla, Kaithe cerró los ojos ante su tacto y él sonrió complacido—¿El segundo tatuaje, me dirás cuál es?

—Este me lo hice hace cuatro meses, cuando me enteré que vendría aquí—Se recogió el cabello en un rodete y se sacó la camisa quedándose en un delicado sostén coral que se transparentaba con su piel tan blanca.

En su nuca reflejaba el yin y el yang con cada uno de sus componentes. Hayes pasó sus dedos por él provocándole un escalofrío a Kaithe, ella no dijo nada pero se volvió para verlo a los ojos.

—Me lo hice junto con mi mejor amigo. Keller. Representa el equilibrio que nos proporcionamos el uno al otro.—Dijo casi en un susurro.

—¿Lo extrañas?

—Cada día—Su humor disminuyó casi por completo y eso hizo sentir un poco incómodo a Hayes e incluso triste. —Y el último—Respiró profundo y levantó el dedo índice, en la parte interior estaba una pieza de pluze—Me lo hice la noche antes de venir aquí. Mamá no sabe nada de este tampoco. Y no quiero que lo averigüe o me matará.

—Tu si que éstas loca.

—Son lindos. Lo son, no puedes decir que no. Pero he aprendido algo importante de los tatuajes.

—-¿Y que es?

-—No lo hagas tan pronto. No tan joven. Piensalo bien antes de hacerlo, puede que él día de mañana ya no sea igual. Tal vez ya no signifique lo mismo que al principio.

—¿Y cuál de ellos te enseñó esa lección?

—No me arrepiento—Dijo, pero Hayes sabía que no respondería su pregunta.

Se quedaron en silencio mirándose interrumpiéndose sólo con pequeños pestañeos.

—¿Kaithe?

—¿Sí?

—Creo que me gustas.

Please, Hayes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora