Celoso

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Ivlis permaneció parado delante de la gran puerta del Instituto PitchBlack, absorto en sus propios pensamientos. No conocía en nada a Satanick, no estaba seguro de si mantendría la casi estúpida promesa que habían hecho. Durante todo el caminó pensó muchas veces en regresar, ocultarse y no salir nunca del caparazón que había amoldado entre el parque y el centro comercial, sin embargo, tampoco quería que su padre se enterara de sus faltas injustificadas, sin contar que no sabía hasta qué punto Satanick tenía poder en cuánto al Instituto. Quizá podría cubrirlo por la semana que había faltado, pero ¿Podría cubrirlo más días? Meneo la cabeza intentando espabilar, bien o mal tendría que confiar en la palabra de Satanick. Se mantuvo un rato más afuera de la escuela, hasta que el viento otoñal resoplo con ímpetu, ondeando en su camino las faldas de algunas estudiantes y la bufanda roja y negra que Ivlis había colocado alrededor de su cuello. Aquel era el regaló que su querido amigo Rieto le había dado la navidad pasada. Ivlis no estaba seguro, pero casi podría jurar que la bufanda fue tejida a mano, realmente le agradaba, aunque casi no usará cosas como esas... Eran algo estorbosas, no obstante a partir de ese momento, la bufanda comenzaría a fungir un papel importante dentro de su vida, con ella podría ocultar la marca de mordida, y quizá con algo de suerte, también podría ocultar del olor que provocaba su unión con Satanick. Un aroma a durazno con almendras, bastante peculiar.

Finalmente Ivlis decidió enfrentar la realidad, caminó en dirección a la puerta, presentó su credencial y sin nada más por hacer, entró al Instituto. En un principio se sintió algo extraño. Es verdad que sólo habían pasado siete días desde la última vez que estuvo dentro del colegio, contándolo así, no era mucho tiempo, pero aún y con eso se sentía fuera de lugar, como si regresará de unas largas vacaciones.

Rieto estaba sentado en una jardinera cerca de la entrada. Con la mirada agachada, contemplando sus convers rojos, ya algo sucios de la suela blanca.

<<Hoy tampoco vendrá. ¿Qué haces esperándolo?>> pensó el chico pelirrojo. Sin muchos ánimos tomo su mochila y la colgó sobre su hombro izquierdo, sujetándola con los dedos índice y medió. Caminó de forma pesada, parecía ser un alma en pena. Por última vez miro la puerta de entrada, estaba seguro de que no vería a Ivlis, sin embargo no podía abandonar la idea de que tal vez ese día sería diferente. Al parecer su persistencia rendía frutos. Ahí a escasos metros de él, Ivlis caminaba completamente distraído, nada fuera de lo normal... Y llevaba puesta la bufanda que él le había regalado la navidad pasada. No pudo evitar que su corazón se acelerará a un ritmo casi frenético, tanto que le dio miedo el hecho de que alguien más pudiera escuchar sus latidos, en especial Ivlis. Pero sin prestarle más importancia a su inquieto corazón, corrió en dirección al chico de hermosos ojos ámbar.

― ¡Ivlis!― gritó Rieto con algo de efusividad antes de envolver con sus brazos a su amigo para cargarlo y hacerlo girar, como si se tratará de una chica ―. Te extrañe― dijo acompañado de una inmensa sonrisa ―, pensé que no regresarías.

<<Casi no regresó. Eso es verdad>> pensó Ivlis, mientras se escurría del abrazo de Rieto.

―Lamento haberte preocupado. Tuve unos problemas y...

― ¿Estas bien? ¿Todo está bien en tu casa?― interrumpió a Ivlis. En su voz se podía escuchar toda la preocupación que cargaban aquellas preguntas.

―Estoy bien, sólo fue un resfriado. Mi cuerpo no está acostumbrado por eso tarde en recuperarme― mintió.

―De enterarme antes, habría ido a tu casa y hubiera llevado medicamento... Incluso hubiera faltado a la escuela― pronunció lo último en voz baja, eso último era más un pensamiento que quería mantener para sí mismo, sin embargo su molesta boca siendo mucho más rápida que su cerebro escupió las palabras.

Completamente Mío [OMEGAVERSE] [SATANIVLIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora