Especial San Valentín

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Tres años transcurrieron desde el día donde dos personas que no estaban destinadas a estar juntas, en contra de todo pronóstico, se unieron en sagrado matrimonio.

Ahora Ivlis lucía un esplendoroso cabello largo, las mechas rojas volvieron a aparecer. Su figura era un poco más robusta, aunque claro, aquello no podía opacar la belleza inherente a su ser, que seguía adornando sus facciones y acentuando de forma exquisita las curvaturas de su cuerpo.

―Estoy exhausto ―se quejó mientras bostezaba con pereza, sin embargo, enseguida de ello se dio a si mismo unas palmaditas en las mejillas para intentar espabilar―. ¡Vamos Ivlis, ya casi lo tienes! ―lo derrotero de su convicción le impulsó a regresar la mirada al libro que estaba intentando estudiar. Era semana de exámenes y todos los estudiantes de derecho estaban vueltos locos, e Ivlis era uno de ellos.

Acomodó sus lentes antes de que cayeran sobre el libro, fue justo en ese momento que una manita se apareció en la periferia de su vista.

― Mami, mami, mami, mami, ¡dulces! ―Audachi exclamó alborozo. Unas de las pocas palabras que entendía a la perfección, y que para el pesar de Ivlis implicaban que el niño ya estaba cansado o aburrido.

Trato de arreglar su cabello y cargar al infante para sentarlo en sus piernas, al menos aquello le daría algo de tiempo que podía ocupar estudiando. No obstante, los planes de Audachi eran muy distintos, el niño se revolvió impaciente. No es de extrañar que después de dos días sin salir de la casa ahora se pusiera de mal humor. Ivlis suspiró lánguido, quizá también él mismo necesitará un descansó, si no terminaría con la cabeza hecha una maraña y así no podía estudiar.

―Bien vamos a salir. Pero no compraremos dulces, iremos por la cena ―afirmó perentorio. Por supuesto aquello parecía ser más una labor de autoconvencimiento.

2|

Miró a un lado, y luego al otro. Audachi que estaba sentado en su silla desmontable frente a Ivlis en el carrito del súper, no pudo evitar reír, pues en su mente infantil, Ivlis estaba jugando con él por las muecas que el omega había empezado a hacer.

≪―Lo olvidé por completo―≫ pensó al tiempo de alzar una ceja.

Siempre era lo mismo, olvidar la fecha más importante para los enamorados, que sí, está bien, tampoco es que fuera la gran cosa, las muestras de cariño se dan día con día y bla bla bla, charlatanería que los olvidadizos como Ivlis solían ocupar como excusa a la hora de dar sermones.
En realidad, el omega estaba algo abochornado por no ser tan detallista como Satanick, que era un romántico a muerte. Para Ivlis las muestras de afecto aún ahora, luego de tres años de casados, seguían siendo difíciles de demostrar, apreciaba que Satanick pudiera leer entre líneas, pues aquello le quitaba cierto peso. No obstante, ya que la tienda departamental se encargaba de sobre explotar la fecha con letreros llamativos y promociones de descuentos en chocolates y vinos, esta sería una buena oportunidad para aventurarse a comprar un detalle..., ojalá fuera así de sencillo, ¿cuántas veces había pasado por ese pasillo? Y aún no se le ocurría nada, ¿qué se le puede regalar a alguien que lo tiene todo? Y los chocolates no eran opción pues una vez el hombre de porte atildado le comentó al omega que los chocolates no le gustaban, luego de recibirlos por parte de su madre.

Ivlis se alborotó el cabello y suspiró por la boca.

―Ya está, no hay nada ―murmuró haciendo un gesto exacerbado de patetismo.

A fin de cuentas, salió de la tienda departamental sin nada más que la cena. Genial, otro año sin dar un solo detalle, y esta vez no podía excusarse diciendo que lo había olvidado.

Mientras caminaba de regresó al auto con Audachi tomado de una mano y la otra ocupada con las bolsas, vio el típico local de nimiedades y dulcería en la esquina, lugar que pasaría por alto de no ser por el pequeño jarrón negro adornado con regaliz como si se tratase de un ramo de flores. De cierta forma parecía sofisticado y aquello le recordó muchísimo a Satanick. Dulce infantil revestido de elegancia.

Completamente Mío [OMEGAVERSE] [SATANIVLIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora