También me gustas, ¡Idiota!

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Estúpido amor, estúpidos sentimientos y estúpido él por haberse enamorado, por creer fervientemente en las promesas vacías que las películas de tonto romanticismo le mostraron a lo largo de toda su vida. Al final las princesas no se quedan con los príncipes, un beso no soluciona los problemas y el amor unilateral existe. ¿Por qué creyó Satanick que su historia sería diferente? ¿Qué le hizo pensar que quizá podría tener un final feliz? La embustera sonrisa del omega, sus hermosos ojos que reflejan al sol, y parecían mirarle de vez en cuando. Ahora pensaba que todo ello no era más que una mentira tejida por él mismo, una estúpida farsa que se creó su corazón para no sentirse tan miserable ¡Maldito el momento en que Ivlis regresó a su vida! Sin él, tal vez Satanick seguiría siendo el mismo de antes, sin preocupaciones, sin dolor. Limitándose a sentir exclusivamente con el cuerpo y no con el corazón. Quería regresar a esa vida, quería ser el mismo de antes. Pero... dolía tanto.

―Maldita sea― balbuceo el alfa entre hipos. Envi cumplió la promesa de llevar al adolescente a un bar si las cosas salían mal. Fueron al pequeño local de su amigo Sullivan. El hombre preparo personalmente cuatro bebidas con Ginebra (un poco fuertes para un adolescente que recién cumpliría la mayoría de edad). Maldito mal de amores, si le pagarán con una moneda de oro por cada vez que preparaba esa bebida para consolar corazones rotos, se bañaría todos los días en tinas llenas de amarillo tesoro ―. Lo quiero mucho― lloriqueo el alfa a la par que se recargaba en la barra con ambos brazos entrelazados, haciendo un huequito donde ocultar su cara llorosa. Lo curioso del alcohol, es que suele hacer que las emociones fluyan sin inhibición.

―Creo que ya no necesitas tomar más― dijo Envi mientras apartaba de en frente de Satanick un vaso de vidrio con líquido translucido.

―El amor es para idiotas. Maldito y tonto amor― canturreo el alfa con los gajos restantes que le quedaban de lucidez.

Aquella noche Satanick prolifero palabras de desamor, parloteo un par de improperios, pero sobre todo maldijo al omega, maldijo a su hermosura desmesurada y a la forma en que está lo había hechizado, se maldijo a si mismo por permitirse sentir más allá de la razón convencional. Al final terminó llorando con sollozos ahogados en dolor, en medio de la ebriedad que le brindaba el alcohol finalmente se dio por vencido, quizá fuera la decisión más sincera ante algo que no estaba destinado a ser desde un principio. Dolía, por supuesto que dolía, su pecho se sentía tan vacío, carente de vida. Recordó todas las veces en las que Ivlis le pidió que mordiera a alguien más, que simplemente se deshiciera de él... tal vez era la mejor opción, ojalá hubiera escuchado la petición de Ivlis un poco antes, entonces se habría evitado todo el dolor que ahora sentía. Pensó en lo que le había comentado su madre, en la hermosa chica que le presentaría. Para ser sincero no estaba interesado (de hecho no estaba interesado en nadie más que no fuera Ivlis), pero si su corazón maltrecho ya estaba destinado a caer en desgracia, porque no al menos darle el gustó a su madre. Podría regresar a su desmesurada vida, volverse a acostar con cualquiera, sin embargo ya no le apetecía. De nuevo maldijo a Ivlis entre dientes por también haberle quitado aquel placer, forzándolo ahora a iniciar lazos con el primer o la primera omega que atravesará en su vida. Enamorarse era doloroso, concluyó el apuesto joven mientras se levantaba de su asiento e intentaba caminar hacía la salida sin mucho éxito, sus pies trastabillaban entre si y el piso parecía moverse con cada paso que avanzaba. Aunque fuera poco digno, permitió que Envi le sirviera como apoyó hasta llegar al carro, una vez que llego se recostó en los asientos traseros y finalmente terminó durmiendo. Durante la noche vomitaría un par de veces, y al día siguiente tendría un dolor de cabeza y articulaciones punzante, eso por no hablar de su boca, la cual se sentiría tan seca como el desierto.

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Ivlis miro su plato casi intacto. Ese día tampoco tenía nada de hambre. Su semblante se veía apagado, los hermosos ojos ámbar que adornaban a su rostro y la mayor parte del tiempo tenían un brillo despampanante, ahora parecían acuosos e incluso muertos.

Completamente Mío [OMEGAVERSE] [SATANIVLIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora