Cortinas blancas flameaban al compás del viento que golpeaba las ventanas ligeramente cerradas de la habitación. Un aroma a almendras combinado con durazno dulce suspendido en el aire embriagaba todos los sentidos de la joven pareja en el interior del cuarto, dos almas sumidas en un mundo aparte, en un mundo exclusivo. ¿Cómo habían llegado a eso?
Ivlis recordaba ínfimos momentos, como ráfagas de electricidad en medio de una tormenta a la mitad del mar. Recuerda acompañar a Satanick hasta su cuarto, estaba enfermo o al menos eso le pareció. Sus mejillas manchadas de un ligero carmín, y su respiración un tanto irregular le advirtieron que algo andaba mal, su intención en todo momento fue hacerlo llegar hasta su cama, recostarlo, asegurarse que no tuviera fiebre y pedir ayuda, tal vez a Reficul, quizá a Sin, quien fuera... pero cuando cerró la puerta detrás de sí, todo plan se desmoronó. Satanick lo tomó del brazo casi con desesperación, tiro de él hasta llevarlo a la orilla de la cama. En las pupilas del apuesto alfa refulgió una extraña infusión entre deseó y nulo autocontrol, hermosa contradicción envuelta en resplandor purpura. Por un momento Ivlis sintió algo de miedo, ¿Quién era ese Satanick? Tan cercano y tan distante, casi se sentía como estar entre las nubes y a la vez lejos del cielo.
― ¿Qué pasa?― preguntó Ivlis con cierto temor. Satanick le regreso una mirada alelada en respuesta ―. Satanick, ¿Qué te pasa?― Esta vez tomó del hombro al alfa y lo sacudió ligeramente ―. Estás actuando raro, dime que tienes.
―Iv...― un gruñido emergió desde lo más profundo de su garganta. Por momentos parecía que la imagen de Ivlis desvanecía, se descomponía y volvía a regresar. Su cuerpo ardía tanto que la ropa le quemaba... ya no quedaba duda, había entrado en celo, devoraría a Ivlis de seguir así. Entre el resquicio de locura que comenzaba a carcomer su mente logró recordar aquella añosa clase de biología, una clase especial. En ella les habían explicado a todos los niños que significaba ser Alfas, Omegas y Betas, junto con ello venía la explicación del celo. El celo en los omegas no era tan problemático en comparación al celo de los alfas. Estos últimos al conservar el instinto de procreación mucho más primigenio que cualquier otra especie, eran unas bestias, claro que la profesora no lo había dicho con ese terminó, ella se refirió a los alfas como personas gobernadas por el celo, cegadas al raciocinio, peligrosos en algunos casos. Si, los alfas en celo eran peligrosos, porque algunos de ellos en pleno éxtasis, habían asesinado a sus parejas, por eso mismo se recomendaba que si un alfa entraba en época de celo lo mejor era alejarse y encerrar al individuo hasta que la tormenta pasará. Satanick tenía miedo, a cada momento perdía un poco más de sí mismo, a veces parecía no reconocer a Ivlis y eso indudablemente le aterraba, la idea de despertar de su letargo y encontrarse recostado desnudo al lado del cadáver de Ivlis, de su Ivlis, le aterraba. Hizo un esfuerzo sobrehumano para controlar su respiración y agilizar su lengua ―. Ivlis... por... por favor aléjate. Enciérrame aquí y... ve con Reficul, dile que te mantenga a salvo... dil...
―No― interrumpió el Omega ―. ¿Qué te pasa Satanick? Tienes que decirme― pidió antes de recargar una mano sobre la mejilla derecha del Alfa. De inmediato este se apartó como si lo hubiera tocado con brasas al rojo vivo ―. ¿Satanick?
― ¡Estoy entrando en celo!― vocifero ―. ¡Lo entiendes cucaracha! ¡Aléjate de mí! ¡Ya aléjate!― Empujó a Ivlis para que se apartara de la cama. Después tocó su frente con la palma de la mano, estaba temblando. Su cuerpo quemaba y comenzaba a doler, un dolor punzante, constante, devastador. De pronto sintió que le faltaba el aire, ¡Pero que mierda era entrar en celo! Y ni siquiera había comenzado lo peor. Cuando el celo llegará a cada parte de su cuerpo, dolería un poco más. Ahora sentía que su entrepierna podría explotar. Menos mal que se había desecho de Ivlis. Pudo escuchar el pestillo de la puerta cerrándose, suspiró aliviado, al menos Ivlis estaba a salvo...
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Completamente Mío [OMEGAVERSE] [SATANIVLIS]
FanfictionEl hilo rojo del destinó, puede estirarse, enredarse pero nunca romperse... ¿De verdad no puede romperse? ¿Qué pasaría si alguien que no es el destinado de un Omega, lo marcara como suyo? ¿Sera que existe algo más fuerte que el destinó?