El Baúl de los Recuerdos

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Empezó a revolotear por la estancia, iluminando los lugares en los que se posaba. Se llegó a Epimeteo y tocó ligeramente con uno de sus dedos el lugar donde le había picado el dolor y en el acto el niño dejo de sentir sufrimiento alguno. Luego beso a Pandora en la frente y el daño que le causará el mal también fue inmediatamente curado.

-La caja de Pandora.







El espejo empañado por la neblina del agua caliente, le impedía a Ivlis ver su reflejo, por lo cual paso la palma de su mano sobre una sección del mismo para limpiarlo y observar con detenimiento los estragos que dejo su encuentro con las fanáticas de Satanick. Un suspiró apagado se escurrió de sus labios mientras dibujaba con la yema de los dedos la cicatriz rojiza sobre su mejilla izquierda, el horrible recordatorio de las afiladas tijeras que habían terminado con la longitud de su cabellera. Esta vez paso los dedos entre las hebras grisáceas de lo que había quedado (lo que Sin pudo rescatar) de su cabello, su mano continuó descendiendo y aunque sus ojos le indicaban que pronto llegaría al final, su mano no paro de moverse, el mismo efecto del miembro fantasma pareció presentarse en el omega solo algunos centímetros más.

El cabello ahora le llegaba poco más arriba de los hombros, ni siquiera podía peinarlo usando su habitual cola de caballo baja, viéndose obligado a usarlo siempre suelto y eso sí que era molesto, sin embargo se había negado rotundamente a deshacerse completamente de su cabello y cortarlo como todos los chicos, al menos, aunque fuera poco, quería conservar los mechones rojizos de las puntas. Finalmente salió del baño, se dirigió a su cama y se tumbó en ella. Sin querer termino golpeándose con la esquina de una cajita de madera polvorienta.

Aquel día no había marchado de la mejor manera, ni bien llegó a su casa y se encontró con su padre Siralos viendo un programa de televisión, algo estilo juego de citas (un programa bastante popular). Ivlis pensó en pasar de largo e ir directamente a su dormitorio, sin embargo Siralos volteo justo cuando estaba a punto de subir las escaleras, y lo que encontró no fue muy de su agrado, que va, estaba realmente molesto, ¿Porque su hijo llevaba aquel corte de cabello tan feo? Y no sólo era eso, también tenía un curita sobre su mejilla, por supuesto que no habría que ser vidente para pensar lo obvio. Se habían metido con su hijo, no existía duda alguna y aunque Siralos trató de dialogar inútilmente con Ivlis para que este le contará lo que había sucedido. Ivlis negó rotundamente cualquier hecho, enfrascándose como siempre dentro de su burbuja, nada pasaba, nada estaba mal, solo quería un cambio de look y el peluquero no habían sido muy cuidadoso, y al menos que su peluquero fuera el mismo joven manos de tijera, no existía lógica en su mentira. Ivlis discutió un poco con su padre por su temor "injustificado" en un vago intento para no preocuparlo, logrando todo lo contrario. Si existía algo peor que perder su hermoso cabello o el día tan malo que había tenido, eso era ver a su padre con semblante afligido. ¿Tan mal hijo era como para preocupar a su adorado padre? Y ahora tenía no solo que afrontar la cruel verdad de que últimamente le había causado problemas a Siralos, también tenía esa caja de madera sobre su cama. Tantos años huyendo de ella para que al final terminará entre sus manos por voluntad propia. Porque sí; él, Ivlis Unth, había ido personalmente a buscarla al ático de su casa, tomándose toda la tarde entre polvo y artimañas para lograr sacarla de los escombros, como si estuviera en busca del tesoro perdido. La verdad es que, aún le tenía un miedo increíble a esa caja de madera parda y polvorienta, no importaba cuantos años hubieran pasado, le recordaban, le hacían rememorar si bien no el accidente, si los días posteriores a el, las lágrimas, el cuarto blanco y las sábanas azules del hospital, los tratamientos y los piquetes... el entierro de su madre y las caras largas, larguísimas de los dolientes, sus quijadas que parecían llegar al suelo, y a alguien, ¿Una mujer? ¿Un hombre? Gritándole que era su culpa, a su padre echando del entierro a aquella persona. El caos, los gritos, el llanto. Esa caja lo tenía todo contenido en su interior, si la abría, si llegaba a abrirla, ¿Volvería a regresar al hospital o al entierro? Sacudió la cabeza, volvió a erguirse y quedó sentado a la orilla de la cama, las gotas de agua se escurrían por los mechones húmedos de su cabello hasta terminar contra la caja y expandirse.

Completamente Mío [OMEGAVERSE] [SATANIVLIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora