Lo que es nuestro

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Sólo existía una palabra que podía encajar totalmente en ese momento: caos.

La abuela de Ivlis corría de un lado a otro, los holanes de su falda esmeralda ondeando con frenesí. Su abuelo parecía haber perdido la cabeza en algún lugar de la habitación y ahora la buscaba sin parar por todos lados. Y qué decir de Satanick que trataba de hablar por dos celulares al mismo tiempo, quizá en alguna línea estaría manteniendo una charla acalorada con su familia y por la otra intentaba llamar a una ambulancia.

Si, definitivamente aquella escena sería algo que Eugène Delacroix estaría muy complacido de plasmar sobre algún lienzo, era una gran lástima que su espíritu no pudiera materializarse.

— ¡Al fin lo encontré! —exclamó Bel mientras levantaba un ramito de hierba seca, unas cuantas hojas marrones se desprendieron y cayeron ondeando hacía el piso.

— ¿Para qué es eso? —pregunto Ivlis entre gemidos de dolor. Había comenzado a clavar las uñas en el sillón, como si con aquella acción pudiera menguar las pulsaciones en su abdomen bajo.

—Es un analgésico natural. No confío en las inyecciones. —Dijo frunciendo la frente, formando varios pliegos de piel arrugada—. Deberías tomar un té de esto —concluyo antes de desaparecer dentro de la cocina.

— ¡Maldición! —exclamó Satanick al tiempo de estrellar uno de los celulares contra el suelo—. La ambulancia tardará al menos media hora en llegar, ¡Y no hay ningún maldito helicóptero disponible!

—No creó aguantar tanto —respondió Ivlis aún entre jadeos.

— ¡Es suficiente! —exclamo esta vez Adler. Después de ello tiro el cigarrillo que había mantenido entre sus labios y salió corriendo de la casa.

«¿A donde va?» se preguntó Satanick internamente, mirando como el abuelo de Ivlis cruzaba la puerta y trataba de colocarse una gabardina de forma muy torpe e incluso descuidada. Después de ello el alfa se sentó a un lado de Ivlis y lo abrazo rodeándolo por los hombros con un brazo, a continuación, tomó una mano del omega y permitió que este apretada su mano con tanta fuerza como quisiera.

Sin duda aquel era el dolor más lacerante que había sentido en toda su vida. Los mareos constantes debido al dolor y las ganas irrefutables de vomitar llenaban su garganta con cada minuto que pasaba. Ivlis maldijo a Satanick en algunas ocasiones, y en otras se aferraba tan fuerte a él que creyó terminaría desprendiendo su piel. El alfa por su parte libero algo de esencia para tranquilizar al omega, ahora que era consciente de que podía ayudar a Ivlis a través de su lazo, no dudaría ni un minuto en usarlo.

Mientras Ivlis aún se retorcía de dolor e instintivamente se acercaba al cuello de Satanick para poder aspirar su esencia, la abuela del omega apareció con una pequeña taza de té, Ivlis la tomo con manos temblorosas. El primer sorbo le hizo arrugar la nariz y dilatar los ojos. Sabía tan amargo como un limón, incluso adormeció su lengua, no tenía en claro si aquello sería realmente efectivo ni tampoco cuanto tiempo tardaría en funcionar, sin embargo, en ese momento no estaba para cuestionarse. Si ahora le dijeran que parándose de cabeza podía mermar el dolor, tal vez lo intentaría.

Antes de que Ivlis pudiera terminar todo el té, su abuelo reapareció con una persona detrás de él..., bueno en realidad eran dos personas, pero la chica de piel pálida, mirada gris y dos trenzas castañas serpenteando sobre sus diminutos hombros, había terminado siendo tragada por las dos figuras altas frente a ella.

— ¿Por qué estamos en su casa? Señor Adler —pregunto un chico joven de mirada inquisitiva mientras daba una rápida hojeada a la sala. Finalmente miro a Ivlis y sus ojos se abrieron tan grandes que pensó saldrían de sus cuencas—. ¡No me dirá que quiere que lo atienda! —exclamó señalando con el dedo índice al omega.

Completamente Mío [OMEGAVERSE] [SATANIVLIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora