39.

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— ¿Mamá? —Jungkook dio un brinco al ver la figura de su madre detrás de uno de los muebles en la cocina. Cuando la descubrió, ella salió escurridiza con una sonrisa traviesa incapaz de contenerla— ¿Qué es lo que haces?

— ¿Cuando vas a ver a esa niña?

— ¿Niña? —en su cabeza vino la imagen de su novia y él sintió el calor extenderse por su cuello—. ¿Te refieres a Ryujin?

— Esa misma.

Se le hacía extraño el interés que Ryujin despertó en su madre. Cuando la había dejado en su casa la noche anterior ella se había mostrado encantada y de momento no había tocado una sola gota de alcohol. Solo se centró en conversar con él y en abrirle su corazón.

— Justo ahora la veré —se dispuso a recoger el abrigo en el mueble y colocárselo sin prisa. A su madre le brillaron los ojos y le intrigaba la cámara que Jungkook llevaba colgada en el cuello—. Vamos a salir.

— ¿A donde la llevarás?

— Tenía pensado llevarla a tomar un café —admitió sin morbo alguno. No había estado tranquilo del todo desde esa vez que ella pagó lo que había pedido en la cafetería a cambio de las flores que eran para Seul Bi. Jungkook siempre supo que Ryujin lo hizo para que él no sintiera peor—. Quiero recompensárselo.

Podía sentir la mirada de su madre sobre su espalda, no obstante, él no se atrevía a verla de vuelta porque seguro notaría cuán nervioso estaba y no quería desatar otra extensa charla. Se acercó cuidadosamente hacia la entrada para empezar a colocarse los zapatos y murmuró una pequeña despedida para después abrir la puerta y enfrentarse al frío que albergaba la penumbra de las calles.

— Jungkook —lo llamó antes de que cerrara la puerta tras él—. Ten esto.

El castaño la miró incrédulo mientras le tendía el par de billetes hacia su mano. Quiso regresárselos pero ella se apartó lo suficientemente rápido para esquivarlo. Jungkook la observó confundido y ella le sonrió con gracia.

— No te preocupes por ese dinero, hijo —se negó a tomarlo de vuelta—. Quiero que vayas a la florería de la esquina antes de que te encuentres con esa niña. Ya sabes a lo que me refiero.

La señora Jeon parecía entusiasmada y en realidad estaba esperanzada de ver a su hijo tan emocionado con la idea de salir con ella. Quiso abrazarlo y confesarle que sabía lo que había ocurrido con Seul Bi; sin embargo, le bastó una sonrisa de Jungkook para quitarse la idea de la cabeza.

— Gracias, mamá —dijo con la emoción desbordándose de sus labios. Justo después salió de la casa y aprovechó el tiempo que tomaba llegar hasta la casa de Ryujin para sacar algunas fotografías.

Adoraba ese sentimiento, le gustaba esa emoción que se extendía por todo su cuerpo y como las estrellas parecían alumbrar esa noche que recién cubría toda la ciudad. Amaba el frío que se enterraba en sus dedos y el peso de la cámara entre sus manos. No pudo evitar tropezarse con sus palabras al pedir un ramo de rosas en la florería que indicó su madre. La señora que atendía lo miró con brillos en los ojos y una sonrisa enternecida y no tardó mucho para entregarle lo que pedía, después lo vio marchar con un suspiro que había estado guardando desde que lo vio ingresar.

Jungkook tenía un aura curiosa con esa cámara y esos pálidos dedos, con la boca curvada hacia arriba rodeada de labios rosaditos y llamativos. La señora observó atentamente sus movimientos divertidos y quedó anonadada por ver a un joven al caer la noche por ese lugar. Normalmente solo atendía a adultos y ancianos.

Él continuó recorriendo la poca distancia que lo separaba de la casa de Ryujin. Sus sentimientos habían revivido y se sentía como en aquel instante que iba a confesar su amor por primera vez. Visualizó la casa de Ryujin que ya era familiar para él que se alzaba y abrazaba la oscuridad de la noche.

Butterfly ➻ Jungkook [en edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora