PREFACIO: LA GUERRA

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Hace miles de años atrás, antes de que la Creación hubiera sido envenenada con odio y maldad por parte de Luzbel, nació un ángel llamado Gabriel, un mensajero del Cielo. Podía decirse que era el más fuerte, lindo y amable que existió. Tan gentil y poderoso a la vez, todos lo adoraban. Pero él apenas y había sido creado, casi diferenciaba entre el bien y el mal.

Gabriel fue encargado de ser vigilante, la mano derecha del Creador Todopoderoso y, poco después de que Luzbel fuera desterrado permanentemente del paraíso, protegería la raza humana de los siete príncipes del infierno, demonios de altos rangos, y todo aquel demonio que quisiera matar a los humanos, la creación que le pertenecía al Señor.

Gabriel pasaría décadas, años, semanas, días, horas. Cada momento de su vida viendo hacia abajo, vigilando, que los demonios no molestaran a la raza humana.

Hasta que la vio a ella. Una humana que tenía un destino que él desconocía, cerca de los años ochenta cuando tenía unos veinti tantos años.

Su cabello naranjoso caía en cascada por sus hombros y espalda, este le llegaba hasta la cintura. Sus ojos verdes parecían dos esmeraldas de lo mucho que brillaban y su piel parecía porcelana de las más fina. Era hermosa, a su parecer no podía dudarlo, pero los ángeles tenían prohibido enamorarse de humanos, si se enamoraban era pecar y se crearía caos.

Era una ley que no se podía romper tan fácilmente.

Lo que Gabriel no sabía, era que el demonio Asmodeo, uno de los siete príncipes, estaba haciendo de las suyas con el romance que se tenían ambos, pero el ángel no quería ceder. No podía hacerle eso a ella, no podía arriesgar su humanidad por su egoísmo.

Gabriel dejó observar abajo por un tiempo y trató de sacarse a la chica humana de la cabeza. Pero ella no solo estaba en su cabeza, ahora su rostro y alma estaban grabados en su ser.

Desde ahí Gabriel la vigilaba siempre. No dormía y se la pasaba toda su guardia mirándola. Buscó en los registros de los guardianes el nombre de la chica: Samantha Trace. Ahora, después de algunos años, estaba en la universidad y parecía que su juventud había sido la mejor. Aunque habían cosas que él quería saber, pero no tenían sentido alguno.

Los meses pasaron y Gabriel cada día sentía más curiosidad por la muchacha, hasta que un día bajó de los cielos con la idea de solo dirigirle unas cuantas palabras. Fue su peor error, Asmodeo había susurrado en sus oídos que hiciera a la muchacha suya, sin embargo sabía que estaba incorrecto, no quería que la chica sufriera.

–Sé quién eres –susurró ella, acariciando el rostro de Gabriel –. Te he estado esperando por mucho tiempo...

Cada día bajaba por unas horas y hablaba con Samantha, ella ya comenzaba a entender al ángel, se estaba enamorando perdidamente al igual que él. Comenzaba a creer y estar segura de qué tal vez lo que le dijo cierto rubio, años atrás, pudiese ser cierto.

Debía preguntarle a Gabriel, antes de que fuera demasiado tarde. Necesitaba saber si su final sería como Miguel le dijo.

—Nos vemos mañana, lo prometo.

Samantha no quería que él se fuera, le pedía que se quedara, y también se preguntaba por qué el ángel desaparecía sin dejar rastro en su habitación.

Empíreo (Celestial 1#) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora