24. VIGINTI QUATTOR

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—No te apartes de nosotros, joven Drew —murmuró Nakir dándome la espalda.


—Está bien —dije pisándole los talones. Parecía que caminábamos en círculos en un mar interminable de blanqueo cegante. Después de una hora me impaciente—. ¿Ya llegamos?

—Casi —respondió Munkar batiendo sus enormes alas—. Debes ser paciente, con el pasar de los años se vuelve algo normal esperar mucho, créeme.

Miré curiosamente a los dos ángeles, Munkar y Nakir, mientras seguía avanzando detrás de ellos. Parecía que este trabajo había sido especialmente hecho para ellos, me preguntaba si sería lo mismo conmigo o solo sería un alma más.

El camino parecía infinito, hasta que ante nosotros apareció una puerta. Tenía pinta de ser una enorme reja dorada común y corriente, a menos que esa te llevará directo al Cielo.

Nakir me miró sonriendo. —Bienvenido al Paraíso.

Inmediatamente, las puertas se abrieron y tuve que darme un pellizco para poder dar crédito a lo que mis ojos veían.

Primero que todo, el lugar parecía una ciudad entre las nubes, con edificios de unos cinco pisos, enormes casas y jardines preciosos por doquier. Segundo, los ángeles volaban por todos lados y hablaban entre sí. Otros luchaban o simplemente caminaban.
Lo más increíble, es que todo, repito, todo era de oro. Las calles, los edificios, las fuentes. Todo resplandecía y parecía surrealista.

—Es...increíble. ¿A cuántos metros estamos del Sol? —pregunté cruzando la puerta con los ángeles junto a mí.

—A muchos, pero aun así el aire es cálido. Te llevaremos ante nuestro jefe, él decidirá qué hará contigo —murmuró Munkar apurando el paso en dirección hacia el edificio más grande. Era un castillo en sentido literal, adornado con techos grandes y columnas.

—¿Qué es ese castillo? —pregunté, cada vez más avanzábamos hacia él.

—Ahí viven los siete arcángeles. Como verás, hay muchos edificios y casas, dependiendo de cuál sea tu trabajo te asignan a uno —explicó Nakir antes de que Munkar me respondiera.

—O sea, que deciden cuál será mi trabajo —dije justo cuando Munkar y Nakir se detuvieron frente a las puertas del castillo.

Ambos se miraron y sonrieron.

—Debes abrir la puerta tú, debemos ver si eres realmente digno de entrar al templo de los arcángeles —susurró Nakir mirando la puerta enorme que se alzaba ante mí. Coloque mi palma sobre la puerta y en un chirrido esta se abrió.

—Adelante, Trace —murmuró Munkar dejándome pasar primero.

Entre mirando hacia todos lados, temiendo que algo me saltara desde las esquinas. Avance por el amplio pasillo, viendo que no había cuadros u otro adorno en particular. Las paredes estaban limpias y sin rastro de manchas.

Munkar y Nakir se adelantaron por fin, porque sinceramente no sabía a dónde íbamos realmente.

Entramos a un salón enorme, sin decoración, pero con una vista excelente de la ciudad. Nakir me dio un empujón para que siguiera avanzando detrás de Munkar. Finalmente, dimos con un pasillo repleto de puertas.

—Muy bien, aquí son los dormitorios. Dependiendo de qué lapso determinen tu destino, te quedarás en el Palacio —explicó Munkar avanzando hacia la última puerta del pasillo, dio dos toques y está se abrió.

Si estuvieras aquí, hermanita...

Era una oficina, podría haber parecido una normal, corriente, si no fuera porque sentado detrás del escritorio había un majestuoso ángel con sus alas cayendo por el respaldo de su silla. Las paredes transmitían imágenes que cambiaban constantemente, de la Tierra y la ciudad. De cualquier animal o persona.

Empíreo (Celestial 1#) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora