14. QUATUORDECIM

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Corrí lo más rápido que pude. Los guardianes del inframundo iban pisando mis talones, trate de perderlos entre los árboles, pero su velocidad sobrepasaba la mía. Ellos sabían cada uno de mis movimientos y dijeron que, igual que Miguel, me darían las respuestas sobre mi pasado si capturaba a Diana Trace, la hija del arcángel Gabriel. La chica de la escuche hablar por tres años seguidos.

He aprendido que los demonios son muy estafadores y mentirosos, lo que quería decir que ahora estaba siendo buscado por ellos, con tal de solo rebanarme la cabeza cuando les dije que no les entregaría a la chica.

Un sentimiento de culpa me golpeó cuando caí en cuenta de que al principio si la iba a entregar

—¿Qué tal te va? —preguntó la piedra parlante de mi pulsera.

Una vez esa piedra fue una persona, o eso decía él, pero ahora estaba ahí dentro. Se llamaba Walter y era con la única persona con la que había hablado desde que tengo uso de razón, al menos desde que mi tutora había muerto y supe que mi pulsera hablaba.

—Oh, magnífico. Los demonios me persiguen a muerte y Cielo cree que viole muchas reglas, ¿acaso no puede ser mejor? —replique sarcásticamente, escuche una risa por parte de Walter.

Tomé a Muerte y se la clavé a un demonio volador que venía siguiéndome desde que salí de París, posterior al haber visto a Diana.

—Me encantó la piedra, Ahmm, de la chica Diana. ¿Cuándo volveremos a verlas? —preguntó Walter algo impaciente.

Diana.

La chica mitad ángel. Cabello naranja y ojos esmeralda. Mirada decidida y a la vez amable.

Walter había estado hablándome cuando trataba de comunicarle a Diana lo de Miguel (lo cual me sacó de quicio).

Había escuchado en muchos rincones que Diana había salvado del inframundo a sus cuatro amigos y dos arcángeles. Sinceramente, quedé muy asombrado. Ella parecía delgada y tan frágil como una muñeca de porcelana; sin embargo, a la vez se veía muy decidida y dispuesta a hacer lo que sea.

No me molestaría estar de su parte, después de haber estado por muchos años solo.

—Pronto —le respondí, después de un largo rato.

Ya no escuchaba pisadas, ni aleteos. No se oía ningún ruido cerca, tampoco a metros de ahí. Eso me dio a entender que no me seguían, y notando que había llegado a la montaña en la que tenían a Miguel.

El guerrero del Cielo estaba atado a unas cadenas demoníacas, que ni siquiera Muerte podía romper tan fácil —lo había intentado varias veces— .Dos demonios menores lo vigilaban, mientras Azazel y Belcebú lo miraban desde cierta distancia, esperando a que el arcángel dijera algo sobre el paradero de la chica mitad ángel.

–Es muy gracioso que crean que les diré dónde está la chica –espetó el ángel–. No soy un traidor como ustedes.

—Amo, escucho la voz de Diana –dijo Walter haciéndome pegar un salto.

Miré a mis espaldas. Diana apareció caminando, junto a un chico peli negro, uno rubio y Samid, el vampiro.

—Sabía que vendrías —dije acercándome a ella, pero el moreno me tomo del cuello de mi suéter antes de que me acercase más a la chica.

Demasiado fuerte.

—Con que fuiste tú quien raptó a mi novia —murmuró entre dientes el chico, a lo que Diana se sonrojó. Luego carraspeó y avanzó, poniendo su mano en el hombro del chico con problemas de ira.

Empíreo (Celestial 1#) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora