10. DECIMUM

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—Despierta –exigió alguien, zarandeando mi hombro de una manera un poco brusca.

Si dijera que no me asuste al escuchar la voz desconocida, sería una grandiosa y perfecta mentirosa. Estaba aterrada y de eso no tenía duda, menos cuando me tocó y mi cuerpo por el miedo reaccionó levantándose, pero solo quedé sentada encima de algo rocoso.

Abrí los ojos de golpe e intenté examinar el lugar. Primero, todo olía feísmo. Era un olor entre carne podrida y calcetines mojados que empezaba a asfixiarme lentamente. Segundo, la oscuridad era evidente. No veía nada, ni siquiera mi propio cuerpo.

¿Dónde estoy?

—Vamos, de pie.

Tercero, tampoco sabía de dónde venía la voz desconocida. Por la oscuridad, sentía que el aliento de la persona me enfriaba la nuca. El dueño de ésta se encontraba más cerca de lo que esperé.

Hice lo que dijo, a regañadientes, y trate de adivinar de dónde vendría la voz. Sentía una respiración pesada en mi oído, luego algo rozó mi brazo. Alcé mi mano rápidamente y logré escuchar un quejido.

¿Había acertado con el golpe?

—Eso fue grosero —dijo la voz, nada contenta.

De pronto una luz se encendió, dejándome ver que era una lámpara demasiado antigua y parecía querer deshacerse en polvo. Sin embargo, la luz ayudó porque pude ver a un chico pelirrojo, alto y fornido, muy guapo para ser humano.

Me sonrió y dejó ver unos enormes caninos salir de su boca.

Vampiro.

Di un paso atrás y él alzó su mano, intentando inspirar confianza.

—Calma, no te haré daño, al menos no gravemente –dijo sonriendo con sarcasmo.

Ahmm brilló, al segundo, haciendo que el chico retrocediera como si la piedra se hiciera daño.

Por supuesto que le hace daño.

—¿Quién eres? —pregunté.

Di gracias al cielo que mi voz no sonó insegura y rasposa. Lo que menos quería mostrar era que estaba temblando del miedo, y que quería salir de ahí lo más pronto posible.

El vampiro volvió a sonreír, temblé ante sus colmillos que comenzaban a darme repelús y cierta repulsión en mi cuerpo.

—Samid Fonsua, para servirte. Mi amo me mandó, a buscarte, porque tus amigos serán atacados.

Tragué saliva ante lo que dijo.

—¿Hablas de que me raptaste de ahí para que no me maten? Un momento, ¿fuiste tu quien me mordió cuando estábamos viajando? —Él asintió sonriente, yo hice una mueca de disgusto—. Dijiste que tu amo te ordenó que lo hicieras, ¿quién es?

—Perdón por lo de la mordida, pero era la única forma de llegar a ti, había algo bloqueando tu esencia y rastro, así que fácilmente pude sentir el olor de mi propia sangre. Y mi amo es Belfegor, el demonio de la pereza —contestó él.

—Pero eres un vampiro, hijo de Lilith —dije yo.

¿No se suponía que los vampiros eran lilims?

O tal vez los lilims solo eran mujeres.

Samid asintió. —Eso no tiene que ver con que pueda tener un amo. Lilith me engendró, si, Belfegor no es malvado. Mi madre si lo es, ella no sabe lo que el amo planea y que la guerra es mucho peor de lo que parece.

Tragué saliva, recordando que Belfegor pareció gentil en China, pero aún no me confiaba. Que fuera un demonio no significaba que pudiera tener compasión.

Empíreo (Celestial 1#) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora