16. SEXDECIM

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Un grito desgarrador, cosas cayendo y el sonido de como el viento azotaba una ventana me despertó de mi sueño.

Lo primero que hice fue tomar a Muerte, la cual estaba a un costado de la cama, y salir a ver qué era lo que provocó todo. El sonido del llanto se escuchaba muy cerca, demasiado quizás, tanto que podía cortarlo con el filo de mi espada.

Me dirigí lentamente hacia la puerta de mi habitación y giré el pomo de ésta. Se abrió con un chirrido suave y me dejó ver el pasillo. No había nadie rondando ahí, estaba todo oscuro y me golpeé mentalmente por no ver el reloj antes de tomar la espada.

Iba hacía abajo, pero me detuve en seco cuando escuché unos gruñidos y quejidos desde la última habitación del pasillo. Iba a dirigirme con pasos decididos, cuando vi que la puerta frente a la mía se abría, seguida instantáneamente por la de alado.

Samid y Cam me miraron con curiosidad.

Sí, no cualquier día veías a alguien armado, en plena madrugada, mientras parecía un zombie. No pasaba todos los días.

Los miré y les hice un ademán para que no hicieran ruido, ellos se miraron entre sí, pero no dijeron nada al respecto. Me dirigí otra vez hacia la habitación del final, la luz no estaba encendida y se escuchaban rasguños, pero ahora los rasguños y quejas eran más constantes. Al llegar a la puerta, la abrí de un golpe y apunté con Muerte, esperando matar a un demonio si era necesario.

Pero solamente estaba ella. Diana se encontraba tirada en el suelo y a su alrededor la habitación era un caos completo. Las almohadas estaban tiradas, y por todo el suelo, el cobertor de la cama estaba rasgado y manchado de algo oscuro, espeso y destilaba un olor nauseabundo.

¿Qué ocurrió aquí?

Lo primero que hice al reaccionar fue correr hacia mi hermana. Lágrimas caían a montón por sus mejillas y sus labios estaban sangrando, tal vez por el esfuerzo que hacía por no gritar otra vez. Además de eso, parecía por todo ese desorden que ella había dado una buena pelea.

—Pero que... —Cam ingresó a la habitación, con dos espadas pequeñas en sus manos, y un Samid entrando tras él.

Ambos miraron asombrados lo desastroso que se veía el lugar, a medida yo me acercaba a mi hermana.

—Diana. Diana, mírame —le dije alzando su mentón con mi mano.

Sus ojos verdes estaban apagados y lágrimas bailaban en ellos, sus mejillas estaban coloradas.

¿Quién te haría llorar?

—Se lo llevaron. No está, se lo han llevado... Azafeth... —susurró y escondió su cara en mi pecho. La abracé instantáneamente, luego le lancé una mirada a Cam y Samid.

El primero en reaccionar fue Samid, quien fue hasta donde estaba el cobertor cubierto de la sustancia oscura. Lo tocó con sus manos y puso su dedo pulgar bajo su nariz. Hizo cara de asco.

—Sangre de demonio, pero un demonio Mayor. Estuvo aquí —murmuró Samid limpiándose el dedo en la camiseta.

Cam miró más allá de la ventana, para luego ir hacia ella. En el marco de esta había una especie de polvo negro, el rubio lo miró curioso y luego lo cogió entre sus dedos.

—Conozco esto. Abrieron una especie de portal hasta aquí, uno demoníaco. Esto es lo que queda una vez que lo cierran, pero no muchos pueden lograr abrir uno —explicó enseñándole el polvo a Samid, quien asintió estando de acuerdo en que era eso.

Volví mi mirada a Diana otra vez. Estaba apretando mi suéter entre su mano, mientras la mojaba con sus lágrimas de dolor. Pase mi mano por su cabello, tratando de tranquilizarla, pero sus sollozos eran más constantes.

Empíreo (Celestial 1#) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora