Capitulo 17

421 49 5
                                        

Andrea se despertó al amanecer. Después de comprobar que Nathaniel seguía
dormido en su cuna, se levantó y preparó un café en la cafetera que había en la
habitación del hotel. Mientras esperaba, se dio una ducha rápida y se vistió.
Minutos más tarde, con una taza de café en la mano, miró por la ventana
intentando decidir qué haría aquel día. El sol empezaba a salir, prometiendo otro día
cálido y sin nubes. Pero la idea de pasar el día tumbada en la playa no le apetecía
nada.
Nathaniel y ella habían pasado el día anterior en la playa, haciendo castillos en
la arena y jugando a la orilla del mar. El aire fresco y el ejercicio los había dejado
agotados y cuando volvieron a la habitación, se quedaron dormidos casi
inmediatamente.
Quizá podrían ir a dar una vuelta por el pueblo, pensó, tomando un sorbo de
café. Aunque Masón Bridge no tenía mucho que ofrecer a los turistas, andreahabía
visto un par tiendas en las que podría echar un vistazo.
Samuel
La imagen de aquel hombre llenaba su mente y una punzada de remordimiento
la sorprendió al recordar cómo se habían despedido. Él estaba enfadado y ella se
había sentido ofendida, pero hubiera deseado despedirse de otra forma.
Andrea  frunció el ceño, intentando apartar la imagen del hombre de su mente.
No ganaba nada pensando en él.
Disfrutaría de sus vacaciones y después volvería a casa, a seguir con su vida.
Samuel había sido una diversión, pero nada más. Como diría él: un barco pasando en la
noche.
Consiguió no pensar en él durante toda la mañana, mientras Nathaniel y ella
visitaban el pueblo. Volvieron al hotel después de las dos y el niño se quedó dormido
inmediatamente, mientras andrea sacaba las cosas que había comprado.
Había encontrado una preciosa cajita de madera para su abuela, que las
coleccionaba, y una camiseta para ella con el típico logo del pueblo. Solo esperaba
que dormir con aquella camiseta no despertara recuerdos de cierto hombre moreno
de ojos azules.
Después de guardar la cajita en su maleta, decidió llamar a su abuela y darle las
gracias de nuevo por las vacaciones.
Pero cuando iba a descolgar el auricular, vio que la luz del contestador estaba
encendida. Andrea pulsó el botón y se sorprendió al escuchar la voz de samuel
—andrea , soy yo… samuel. Samuel Coffey. Esto… ¿podrías llamarme cuando llegues
al hotel?
El mensaje terminaba con su número de teléfono andrea  dudó un momento antes de marcar. ¿Para qué habría llamado? ¿Se
habría dejado algo en su casa? No podía ser, no recordaba haberse dejado nada.
Entonces, ¿para qué la había llamado? Parecía incómodo, nervioso. No parecía
el mismo samuel Coffey.
—Solo hay una forma de enterarse de lo que quiere —murmuró para sí misma,
antes de marcar el número—. Samuel , soy yo —dijo, aparentando una tranquilidad que
no sentía.
—Hola, andrea
Andrea  intentó ignorar el vuelco que dio su corazón al escuchar la ronca voz
masculina. Era ardor de estómago, se dijo, probablemente a causa de la comida
picante.
—He recibido tu mensaje. ¿Qué ocurre?
—Tengo algo para ti y quería saber si podías pasarte por mi casa.
—¿Algo para mí? —repitió ella, sorprendida.
—No es nada importante, solo algo que he pensado que te vendría bien —dijo
él, nervioso—. ¿Puedes pasarte por mi casa?
—¿Ahora mismo? —preguntó ella, mirando al niño dormido—. Nathaniel está
durmiendo, así que tendría que ser por la tarde.
Al otro lado del hilo hubo una larga pausa.
—¿Por qué no vienes a cenar? Tengo un par de filetes en el congelador y podría
hacer una barbacoa… a menos que tengas otros planes.
—No tengo otros planes.
Estaba confusa. Dos días antes, prácticamente la había echado de su casa y, de
repente, quería que fuera a cenar con él.
—¿Por qué no vienes con el niño alrededor de las ocho? Tengo salchichas para
él.
—Muy bien. Nos veremos a las ocho.
Andrea  colgó, más confundida que nunca. Casi le parecía como si samuel le
hubiera pedido una cita. Pero eso era ridículo.
Aun así, aquella tarde mientras se arreglaba, sentía que estaba vistiéndose para
una cita. Después de probarse todo lo que había llevado en la maleta, se decidió por
un vestido rosa muy informal, pero algo más elegante que unos pantalones cortos.
Un poco de máscara de pestañas, un poco de brillo en los labios, un poquito de
perfume y… estaba lista para salir.
Con Nathaniel en un brazo y la bolsa de los pañales en el otro, entró en su coche
y se dirigió a casa de samuel Coffey.
Mientras conducía, intentaba controlar los nervios. Samuel era un pesimista, un
antipático y un hombre sin sueños ni esperanzas.Pero sabía que sería más fácil pensar eso de él si no conociera sus
circunstancias.
En realidad, le gustaba samuel . Pero se negaba a permitir que sus sentimientos por
él fueran más allá de eso.

Simplemente un beso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora