Su príncipe azul no sería huraño y tampoco sería un hombre sin esperanzas.
Andrea había intentando convertir a Bill en el hombre de sus sueños y no había
funcionado. No pensaba cometer el mismo error intentando convertir a samuel Coffey
en lo que no era.
Cuando el hombre de su vida apareciera, ella lo sabría inmediatamente y no
tendría que cambiarlo. Sería perfecto.
Pero no podía explicarse la alegría que sintió al ver la casa de samuel . No podía
explicarse los fuertes latidos de su corazón ante la idea de volver a verlo.
—Papá —dijo Nathaniel, cuando lo tomó en brazos para subir las escaleras del
porche.
—No es papá, cariño. Es samuel—lo corrigió andrea
Nathaniel rió, señalando la puerta.
—Papá —repitió.
Ella frunció el ceño mientras llamaba a la puerta. No pensaba discutir con un
niño de dos años, pero aquella fijación de Nathaniel empezaba a preocuparla.
Samuel abrió la puerta y andrea se quedó sin aliento. Nunca le había parecido
más guapo. Se había afeitado y llevaba el pelo peinado hacia atrás, unos pantalones
azul marino, con una de las perneras cortadas para acomodar la escayola, y una
camiseta de color azul claro que resaltaba el de sus ojos. Había dejado las muletas y
solo se apoyaba en un bastón.
—Justo a tiempo.
Cuando entró, andrea percibió el olor a cera para muebles y limpiacristales.
Obviamente, alguien había limpiado la casa de arriba abajo.
—Qué limpia está la casa.
—María vino ayer —explicó samuel
—¿Tuviste que darle un aumento?
—Esta vez tuve suerte. Había perdido en el bingo y llegó a casa contrita y sin
ganas de pelea. Ven a la cocina.
Andrea tomó la mano de Nathaniel y los tres fueron a la cocina, donde samuel
había estado preparando una ensalada.
Una vez allí, le dio al niño sus juguetes favoritos y Nathaniel se sentó en el
suelo, tan contento.
—¿Quieres que la haga yo? —preguntó andrea , señalando la ensalada. —Vale. Tengo que confesar que cortar tomates con una sola mano no es nada
fácil. ¿Quieres una copa de vino?
—Sí, claro.
Entre ellos había una formalidad que no había existido antes y que la ponía un
poco nerviosa.
—Toma —dijo él, poniendo una copa de vino a su lado mientras andrea
cortaba los tomates—. Las patatas están en el horno y creo que la barbacoa está lista
para los filetes.
—Qué bien. Cuando termine con la ensalada, ¿quieres que ponga la mesa?
—Ya lo he hecho yo. He pensado que podríamos cenar en la terraza.
Ella terminó de cortar los tomates y aliñó la ensalada antes de volverse.
—¿Alguna cosa más?
—No. ¿Por qué no vamos a la terraza? La barbacoa está preparada allí.
—Muy bien.
Tuvieron que hacer tres viajes hasta tenerlo todo preparado en la terraza, pero
una vez hecho, andrea se sentó en una silla, con samuel frente a la barbacoa y
Nathaniel en el suelo.
—¿Cómo te gusta la carne?
—En su punto —contestó ella, preguntándose qué pasaba, por qué se portaban
como dos extraños.
Algo había cambiado entre ellos y ese cambio la llenaba de una tensión que no
había sentido antes estando con samuel
Mientras tomaba un sorbo de vino, lo estudió detenidamente. ¿Era samueñ quien
provocaba la tensión porque ella conocía los secretos de su pasado? ¿Porque conocía
su dolor?
Sabía que le había contado la historia de Sherry y Bobby a regañadientes y que
probablemente no se la habría contado si ella no hubiera entrado en el dormitorio del
niño por error.
Pero no creía que esa fuera la causa de la tensión que había entre ellos.
Los filetes se estaban haciendo y el aire se llenaba de un delicioso olor a carne.
Samuel se apartó de la barbacoa para sentarse un rato y, al hacerlo, la pierna del hombre
rozó la suya. Andrea supo entonces sin duda qué estaba causando la tensión.
El beso. El recuerdo de aquel beso apareció de nuevo en su mente. Había sido
un beso ardiente… ansioso. Ese beso la había turbado hasta el fondo de su ser, más
de lo que la había turbado ningún otro.
Lo que había entre ellos era pura tensión sexual. Una tensión que aumentaba por segundos.Y lo que realmente la molestaba era que, en su interior, deseaba que el beso se
Repitiera

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Simplemente un beso
RomanceSamuel Coffey evitaba las relaciones sentimentales desde el día en que dejó de creer en el amor. Pero tropezó con un pequeño Cupido en pañales... y cayó a los pies de su preciosa mamá. Ahora, Jack tenía una pierna rota, y su corazón estaba en pel...