Capitulo 10

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Nathaniel se acercó entonces. El pequeño apoyó la cabeza en su costado y dio
un golpecito en la escayola, como si hubiera sentido que estaba triste, como si
quisiera consolarlo.
Samuel  tuvo que hacer un esfuerzo para controlarse. Hubiera querido apartar a
Nate para escapar de las emociones que lo embargaban. Y a la vez, hubiera deseado
tomarlo en sus brazos, respirar su olor a niño, perderse en las emociones quequisiera consolarlo.
Samuel tuvo que hacer un esfuerzo para controlarse. Hubiera querido apartar a
Nate para escapar de las emociones que lo embargaban. Y a la vez, hubiera deseado
tomarlo en sus brazos, respirar su olor a niño, perderse en las emociones que
explotaban en su interior.Con una mano, acarició el pelito suave del crío, intentando controlar el dolor
que rompía su corazón.
Bobby… Bobby, ¿dónde estás? La pregunta salía de su alma.
—Aquí estoy.
La voz de andrea sacó a samuel del abismo de dolor en el que se había hundido.
Abriendo los ojos de golpe, apartó la mano con la que estaba acariciando al niño.
—Justo a tiempo —dijo, su voz más ronca de lo normal.
Andrea  llevaba en una mano la pizza y en la otra una bandeja sobre la que
había dos botellas de cerveza, dos vasos vacíos y un vaso de zumo para el niño.
—¿Te ha hecho daño en la pierna? —preguntó, dejándolo todo sobre la mesa.
—Aún no, pero no se rinde.
Samuel suspiró, aliviado, cuando andrea sentó al niño en el suelo y después de
cortar la pizza, le ofreció un trocito sobre una servilleta.
Nate se dedicó a ponerse perdido de tomate, mientras andrea se sentaba y
abría las cervezas.
—¿En botella o en vaso?
Él la miró, irónico.
—¿Tú crees que yo tomaría una cerveza en vaso?
Tomaron la pizza en silencio. El único sonido, el de las olas que llegaban a la
playa rítmicamente y el grito de alguna gaviota.
Samuel  fue relajándose poco a poco, ganando distancia al pasado.
La pizza estaba caliente, la cerveza fría y, por el momento, no le dolía la pierna.
—¿Llevas mucho tiempo viviendo aquí? —pregunto andrea
—Mis padres compraron esta casa cuando yo era pequeño. Solíamos pasar aquí
los veranos y hace ocho años me instalé aquí definitivamente.
—¿Siempre has sido investigador privado?
—No. Fui policía durante cinco años y hace otros cinco dejé el cuerpo y me hice
investigador privado.
Andrea  lo miró con curiosidad.
—¿Y por qué hiciste eso?
Samuel  volvió la cara para mirar la playa.
—Porque me apetecía —contestó, con más sequedad de la que pretendía. Pero
no se disculpó. Había cosas que no debían tocarse. Y su pasado era una de ellas.
—Creo que será mejor que siga con los informes —dijo andrea , levantándose—
. Lamento mucho haber preguntado. No quería meterme en tu vida privada.
Samuel  frunció el ceño. La disculpa lo hacía sentir como un ogro.—No. Soy yo quien debe disculparse. Es que no estoy acostumbrado a hablar
sobre mí mismo. Si lo haces, la gente se toma confianzas y eso suele llevar a
complicaciones que no me interesan.
Andrea lo miró, incrédula.
—¿No pensarás que voy a enamorarme de ti? — preguntó, riendo.
—Pues yo no le veo la gracia —replicó samuel , indignado.
—No tienes por qué preocuparte, samuel . Tú no te pareces nada al hombre del que
yo podría enamorarme. En este momento, me parece que ni siquiera me caes bien.
Aún riéndose, tomó a Nathaniel en brazos y entró en la habitación.
Samuel se quedó mirándola, preguntándose por qué lo irritaba que una mujer a la
que apenas conocía estuviera tan segura de que nunca podría enamorarse de él.

Simplemente un beso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora