No había nada que andrea deseara más que caer presa del hechizo que samuel
tejía con sus palabras, con sus caricias, con sus labios.
Y, por un momento, se había dejado embrujar por la pasión que despertaba. Se
había quemado con las llamas de sus besos, con el fuego de sus dedos.
La noche parecía hecha para el romance, con la suave brisa que llegaba desde el
mar acariciando su cuerpo. Las estrellas eran un decorado esplendoroso y los besos
de samuel eran tan ardientes que creía estar derritiéndose cada vez que él acercaba los
labios.
Pero cuando lo miró a los ojos, tan cálidos, reconoció
con horror que quería más que una noche con samuel Coffey.
Quería más de una noche, más que unas vacaciones de agradable recuerdo.
Quería toda una vida con él. De alguna forma, sin saber cómo, se había
enamorado de samuel en menos de una semana.
Andrea bajó los brazos y dio un paso atrás, asustada por lo que acababa de
descubrir.
—andrea? —susurró samuel, confuso—. ¿Qué ocurre?
—Nada… Yo… —empezó a decir ella, intentando controlar su emoción.
Amaba a aquel hombre, lo amaba con todo su corazón. ¿Cómo podía haber
ocurrido?
—Te he ofendido. He ido demasiado rápido —dijo samuel . Lo siento mucho. Es
que no tengo práctica. Pensé que tú deseabas lo mismo, pero obviamente me he
equivocado.
—No, no te has equivocado —murmuró ella—. Te deseo, samuel . Nada me
gustaría más que hacer el amor contigo. Te deseo como nunca había deseado a nadie.
—Entonces, no entiendo…
—Ya lo sé —lo interrumpió ella.
Andrea hubiera deseado salir corriendo. ¿Cómo podía haber pasado? ¿Cómo se
había metido samuel en su corazón?
Sin saber qué decir, se dio la vuelta, pero él la detuvo tomándola del brazo y
obligándola a mirarlo.
—andrea, espera. Dime qué pasa.
Andrea miró la cama. El edredón azul estaba arrugado y una de las almohadas
seguía teniendo la marca de su cabeza.Las sábanas olerían a él y, por un momento, se dejó llevar por una visión de
Samuel y ella entre esas sábanas, sus cuerpos desnudos… Sería maravilloso estar
desnuda al lado de samuel. Andrea sabía que sería maravilloso hacer el amor con él.
Y hubiera deseado poder meterse en esa cama, olvidar el futuro y disfrutar de
un momento de espléndida pasión. Pero no podía hacerlo.
Con un supremo esfuerzo, apartó los ojos de la cama y miró al hombre. Tenía
que controlar las lágrimas que amenazaban con asomar a sus ojos.
—No puedo quedarme esta noche. No puedo hacer el amor contigo porque te
deseo tanto que me duele. Porque ya va a ser muy difícil olvidarte.
—Pero…
De repente, andrea estaba enfadada, no con samuel ni tampoco consigo misma,
sino enfadada con el destino.
—No debería ser así —exclamó—. No debería ser así.
Samuel la miró, sin entender.
—¿De qué estás hablando? ¿Qué es lo que no debería ser así?
—Esta vez tenía que salir bien. Se supone que lo sabría en cuanto lo mirase. Yo
lo sabría y él también y sería el principio de algo maravilloso.
Andrea sabía que sus palabras no tenían sentido, pero no podía parar.
—¿Qué estás diciendo?
—No es justo. Has aparecido de repente, samuel . Me has pillado de improviso. Al
principio, ni siquiera me gustabas. Y ahora me he enamorado de ti.
Ya está. Lo había dicho. Y en su corazón, había esperado que después de decir
aquello, por un milagro, él la tomaría en sus brazos y le profesaría amor eterno.
Pero no ocurrió. Samuel la miraba, incrédulo y horrorizado.
—andrea , no sé qué decir —murmuró por fin.
Cualquier esperanza que albergara su corazón murió en ese momento.
—No tienes que decir nada.
Ella salió de la habitación y samuel la siguió, golpeando el suelo con las muletas.
—Tienes que estar equivocada. Quizá te sientes sola y yo te resulto
conveniente…
Andrea se volvió para mirarlo cuando llegaron al salón.
—Ojalá estuviera equivocada. Pero esto no tiene nada que ver con que yo me
sienta sola. Y no tiene nada que ver con la conveniencia —dijo, tragando saliva—.
Samuel , estoy enamorada de ti.
—Pero si nos conocimos hace una semana…
—Lo sé. Y debo estar loca. No te pareces nada al hombre de mis sueños.
—Soy un gruñón.—Y un cabezota.
— Soy muy desordenado —siguió samuel
—Lo sé. Y no puedo explicar por qué estoy enamorada de ti. Eres el último
hombre en el mundo que yo habría elegido. Pero así es.
Su voz era firme, convencida.
Samuel la estudió un momento y, en sus ojos, andrea creyó ver una batalla.
—Nunca funcionaría —dijo él por fin.
—¿Qué es lo que nunca funcionaría?
—Nosotros. No tenemos futuro —dijo samuel.
Pero andrea vio en sus ojos una ternura que le daba esperanzas.
¿Sería posible? ¿Le habría pillado a él también por sorpresa? ¿Se habría
enamorado de ella? Andrea dio un paso hacia él, preguntándose si podría controlar
los latidos de su corazón, el intenso anhelo que la recorría, que llenaba cada fibra de
su ser.
—¿samuel ? —estaba tan cerca que podía sentir el calor del cuerpo masculino—.
¿Por qué no hay futuro para nosotros? ¿Porque no me quieres?
Los ojos del hombre se oscurecieron.
—Porque no estamos hechos el uno para el otro.
No había dicho que no la quería y la alegría la sofocaba. Conocía a samuel lo
suficiente como para saber que no mentiría, que si no la quisiera se lo diría
francamente. Pero no lo había hecho.
Echándole valor, tomó la cara del hombre con las manos y lo obligó a mirarla a
los ojos.
—Dime otra vez por qué no estamos hechos el uno para el otro. Se me ha
olvidado.
De nuevo, una mezcla de emociones cruzó su rostro, oscureciendo aún más los
ojos
Andrea —murmuró él, dando un paso atrás—. Creo que estamos
confundiendo el deseo con el amor.
—No. Yo sé la diferencia —protestó ella—. Sé que te deseo, que deseo que me
beses hasta que me dé vueltas la cabeza, que me acaricies hasta que no pueda pensar.
Sé que eso es deseo. Pero también sé que quiero compartir tu risa, tu pena y tu vida.
Y eso no es deseo, es amor.
—andrea , yo no puedo ser tu príncipe azul. Tú misma dijiste que el hombre de
tu vida debería compartir tus sueños y tus esperanzas. Yo no tengo nada de eso.
Cuanto más lo miraba, más amaba aquellos rasgos masculinos, el hoyito en la
barbilla, la sombra de barba, el color de sus ojos que variaba dependiendo de sus sentimientos. —Al principio me engañaste con esa capa de cinismo — dijo, tomando su mano
para llevarlo a la habitación de Bobby. Una vez allí, abrió la puerta y prácticamente
tuvo que empujarlo dentro—. Ahí está tu esperanza, tu sueño.
—No sabes de qué estás hablando —replicó él, furioso.
Después, miró a Nathaniel, que dormía tranquilo en su cuna, para comprobar si
lo había despertado.
Samuel se dirigió al salón y andrea lo siguió.
—Tu esperanza vive en esa habitación. Un hombre que no tiene esperanza no
mantiene una habitación intacta durante cinco años. No es una obsesión insana lo
que te hace comprarle juguetes en su cumpleaños. Es la esperanza de encontrar a tu
hijo.
Samuel se colocó frente a la ventana, de espaldas a andrea . Ella contuvo el aliento,
esperando que sus palabras hubieran penetrado en aquella dura cabeza, rezando
para que reconociera quién era en lugar de quién decía ser.
Cuando se volvió para mirarla, la luz de sus ojos había desaparecido y su rostro
mostraba una desesperación que le partió el alma.
—Eso no es esperanza. Es expiación.
—¿Expiación? Pero eso significa culpa. ¿Por qué te sientes culpable?
Su expresión atormentada la hizo desear abrazarlo, consolarlo. Pero no se
movió. Sabía que no era el momento.
—Debería haber querido a Sherry. Quizá entonces las cosas habrían sido
diferentes. Debería haber hecho más, haber sido lo suficientemente bueno como para
encontrar a mi hijo —empezó a decir samuel , mostrando un desprecio por sí mismo que
a andrea le dolía tanto como a él—. No sé qué hice, pero debí hacer algo mal y por
eso perdí a Bobby — añadió, respirando con fuerza, como intentando domar los
demonios que había en su interior—. El destino decidió hace cinco años que no
estaba hecho para ser padre.
—El destino no decidió eso —exclamó andrea —. Lo decidió Sherry. Y tú
hiciste todo lo posible para encontrar a tu hijo. No es culpa tuya que ella fuera tan
egoísta.
—Ya da igual. Aunque pudiera estar contigo, Nathaniel se merece algo más de
lo que yo puedo darle.
Andrea pensó en su hijo, en cómo lo había llamado «papá» desde el principio.
Algo que jamás había hecho antes.
—Nathaniel se enamoró de ti antes que yo —dijo suavemente—. Y ya sabes lo
que dicen sobre los niños y los animales. Ellos conocen instintivamente la naturaleza
de las personas…—No sigas, andrea
Había un horrible tono de despedida en su voz.
Samuel se acercó y tocó su cara con los dedos, un roce que la entristeció tanto como
el vacío que veía en sus ojos.
—Vuelve a casa, andrea . Vuelve a Kansas y encuentra a tu príncipe azul.
Encuentra a un hombre que pueda compartir contigo ese entusiasmo por la vida, que
comparta tu fe en el amor y la felicidad.
Samuel dejó caer la mano y se dio la vuelta, dejándola más desolada de lo que se
había sentido en toda su vida.
ESTÁS LEYENDO
Simplemente un beso
RomanceSamuel Coffey evitaba las relaciones sentimentales desde el día en que dejó de creer en el amor. Pero tropezó con un pequeño Cupido en pañales... y cayó a los pies de su preciosa mamá. Ahora, Jack tenía una pierna rota, y su corazón estaba en pel...